Capitulo 1 – El futuro del pretérito
Él era un joven como cualquier otro de su época. En aquellos días de inicio de siglo acompañaba con satisfacción e interés las noticias al respecto de otros muchachos que ingresarían en la Escuela Naval, era su sueño trabajar en la Marina principalmente tras concluir el curso propedéutico y ya contaba con 17 años de edad. Sin embargo, alguna cosa parecía querer modificar sus planes, algo extraño ocurría en su interior: voces parecían repercutir en su mente y él temía estar volviéndose loco. ¿Cómo compartir ese hecho con sus padres?
Incluso así resolvió que iría a ingresar en la Escuela de la Marina, no podría volver atrás con su sueño. Comenzó entonces la caminada en dirección a su ideal que se esbozaba en aquellos días que marcaron el año de 1908, inicio de siglo XX.
Zélio de Moraes era un joven soñador pero algo marcaba profundamente el psiquismo del muchacho – “una especie de ataque” –, como clasificaba la familia.
–Ocasionalmente Zélio parece quedar tonto – decía la madre. Él hablaba cosas incomprensibles y parecía terminar todo torcido, encorvado incluso.
–¿Será que el niño está sufriendo de la columna? – alguien de la familia preguntó cierta ocasión.
No había como disfrazar más la situación pues los ataques se repetían con mayor frecuencia. La solución era llevar al muchacho a consulta con Epaminondas. Era un tío de Zélio que trabajaba como coordinador del hospicio de Vargen Grande. En una conversación del Dr. Epaminondas con el padre de Zélio el medico refirió:
–Nunca había visto cosa parecida. El niño se modifica todo y para mí él no encaja en nada que la ciencia consiga explicar.
–¡Pero si continúa así él va a acabar interrumpiendo su curso en la Escuela Naval! ¿Qué hacer con ese niño? ¿Será cosa del demonio? – indagaba el padre afligido.
–Ni idea, de demonio yo no entiendo nada. Imagine que durante los días que examiné a Zélio él comenzó a hablar con un acento diferente pareciendo un viejo que mal sabía hablar portugués. Él llegó hasta a dar unas recetas extrañas de hierbas y baños, infusiones y otras cosas. Decía en un lenguaje extraño que la recomendación era para otro paciente que sufría de “mal de la cabeza”…
–¡Dios me libre Epaminondas! Ese niño incluso está es con la cabeza afectada – respondía la madre.
Zélio de Moraes retornó nuevamente a la familia tras los exámenes del Dr. Epaminondas, nada resolvió. Nuevo intento debería realizarse. Zélio fue encaminado a un sacerdote de la familia; exorcismos y bendiciones fueron hechos pero nada del demonio salió; en breve llegarían a la conclusión de que nada de aquello surtiría efecto, incluso el sacerdote desistió luego pues percibió que sus rezos no servían para aquel caso. Durante una de las sesiones con el sacerdote, Zélio se estremeció todo encorvándose y dio una risa gustosa:
–he, sacerdote, nosotros ya nos conocemos de otros tiempos ¿he zinfio?
–¿Conocer de donde? Yo no tengo parte con el diablo, no.
–¡He! ¡He! No es el diablo, no, sacerdote, soy yo mismo, un viejo bien travieso.
El sacerdote se bendijo así mismo y dejó a Zélio dentro de la iglesia abandonándola sin nada comprender. El muchacho nuevamente retorna al hogar tras el fracaso de las tentativas parroquianas. Gracias a Dios el sacerdote era miembro de la familia sino el infeliz tendría otro fin. Otras técnicas y exorcismos fueron aplicados pero el tal demonio de habla mansa no apartaba pie: Zélio no mejoraba de hecho nada.
La familia desesperada ya procuraba cualquier tipo de ayuda sin importar de donde viniera, si fuese para ayudar a resolver el caso de Zélio, cualquier auxilio sería bienvenido. No ayudaban más bendiciones, consulta con medico o consejo de sacerdote. Precisan encontrar una explicación y principalmente la cura para el extraño mal que acometiera al muchacho.
Un día una vecina que era allegada a la familia sugirió algo inusual:
–¿Sabe una cosa mi gente? para mi ese pacto de Zélio no es cosa de demonio. ¡Eso huele a Espiritismo! Es espíritu incluso y de los fuertes.
–¿Espiritismo? Y ¿usted por acaso conoce de eso?
–¡Claro que sí! ¿O usted no sabe que yo soy entendida en muchas cosas de la vida? Si hasta que allá en Niteroi tienen un tal José de Souza que es presidente de un centro muy fuerte. Es un tal Kardecismo.
La madre de Zélio se quedó allí meditando al respecto del espiritismo y resolvió pedir socorro a la vecina. Sin pensar dos veces ella luego procuró recoger informaciones sobre el centro espirita y pudo descubrir la dirección y nombres de las personas responsables.
Un día cuando Zélio estaba en medio de uno de sus “ataques” la familia ya completamente aterrorizada resuelve procurar el centro espirita como ultimo recurso. Era la Federación Kardecista de Niteroi, allí llegaron con el muchacho el día 15 de Noviembre de 1908 y quien los recibió fue exactamente el presidente, el Sr. José de Souza.
Al principio la familia Moraes estaba bastante inquieta con la situación. En la época el simple hecho de visitar un centro espirita ya era aterrador debido al preconcepto y al desconocimiento.
Entre una conversación y otra descubrieron que el Sr. José de Souza era alguien importante en la Marina: ya en aquella época, títulos y posiciones sociales eran óptimas cartas de visita. Luego se sintieron a la voluntad para conversar al respecto de Zélio. Allí mismo en la Federación Zélio de Moraes se agitó todo y como en las demás veces se dio el llamado “ataque” que los familiares tanto temían. El presidente a través de la videncia luego percibió que se trataba de un fenómeno de incorporación y que uno o más espíritus se alternaban hablando a través del joven muchacho. Eran incorporaciones involuntarias ya que el médium no tenía control consciente sobre el fenómeno.
Conducido por el Sr. Souza a una reunión Zélio ya se encontraba en trance. El dirigente divisaba claramente imágenes y escenas que ocurrían entorno del médium y la presencia de una entidad comunicante:
–¿Quién es usted que habla a través de este médium? ¿Qué desea?
–¿Yo? Yo soy apenas un caboclo brasilero. Vine para inaugurar algo nuevo y hablar a las personas simples de corazón.
–Usted se identifica como un caboclo, tal vez un indio pero yo veo en usted restos del ropaje de un sacerdote católico. ¿No estará disfrazando su apariencia? Le veo el cuerpo espiritual.
–Sé que me puede ver pero le aseguro que lo que usted percibe en mi son los signos de otra existencia anterior a esta en la cual adquirí la apariencia indígena. Fui un sacerdote jesuita y en la ocasión mi nombre era Gabriel Malagrina. Fui acusado de brujería por la Iglesia, sacrificado en la hoguera de la Inquisición por haber previsto el terremoto que destruyó Lisboa en 1755. Pero en mi última existencia física Dios me concedió el privilegio de nacer como un caboclo en las tierras brasileras.
–Y ¿Podemos saber su nombre?
–¿Para qué nombres? ¿Ustedes todavía tienen necesidad de eso? ¿No basta mi mensaje?
–Para nosotros sería de mucha ayuda saber con quien hablamos. ¿Quién sabe si podemos ayudar más sabiendo también algo más detallado?
–Si es preciso que yo tenga un nombre digan que soy el Caboclo de las Siete Encrucijadas pues para mi no existen caminos cerrados. Vengo a traer la Umbanda, una religión que armonizará las familias, unirá los corazones, hablará a los simples y que ha de perdurar hasta el final de los siglos.
–Pero ¿Qué religión nueva es esta y por qué hacer al médium sufrir así?
–La nueva religión vendrá y no tardará el tiempo en que ella hablará a los corazones más simples y en un lenguaje desprovisto de preconcepto. Entre el pueblo de las colinas, de las favelas, de las calles y de los guetos, será entonado un cantico nuevo. El pueblo recibirá de sus ancestrales la enseñanza espiritual en forma de parábolas simples directamente de la boca de padres viejos y caboclos. En cuanto a lo que usted llama sufrimiento del médium es apenas una fase de maduramiento de su mediumnidad. Ustedes son los que lo interpretan como sufrimiento; para nosotros es apenas una forma de adaptarnos al aparato mediúmnico al trabajo que espera por él. Después todo ese incomodo cesará. Lo que tuviera que venir vendrá.
–Pero si ya existen tantas religiones en el mundo y también tenemos el espiritismo ¿Usted piensa que una religión más contribuirá para alguna cosa positiva? ¿Por qué esa forma fluidica de caboclo o como usted dice de padre viejo? ¿Eso es necesario?
–Dios en su infinita bondad estableció la muerte como el gran nivelador universal; rico o pobre; poderoso o humilde se igualan en la muerte pero ustedes que son prejuiciosos, descontentos por establecer apenas entre los vivos procuran llevar esas diferencias hasta el más allá de la muerte. ¿Por qué no pueden visitarnos los humildes trabajadores del espacio si a pesar de no haber sido personas importantes en la Tierra traen importantes mensajes de Aruanda? ¿Por qué no recibir a los caboclos y negros viejos? ¿Acaso no son ellos también hijos del mismo Dios?
–¿Qué quiere decir con la palabra Aruanda? – Aruanda es el mundo espiritual, los trabajadores de la Aruanda son todos aquellos que levantan la bandera de la libertad.
Después de algunas preguntas hechas por el dirigente de la reunión espirita el caboclo continuó: este planeta una vez más será barrido por el dolor, por la ambición del hombre y por el irrespeto a las leyes de Dios. La guerra irá a hacer victimas. Las mujeres perderán allí la vergüenza, una ola de sangre barrerá a Europa y cuando todos encuentren que lo peor ya fue alcanzado otra ola de sangre mucho peor de lo que la primera envolverá la humanidad y un único ingeniero militar será capaz de destruir en segundos millares de personas. El hombre será victima de su propia maquina de destrucción.
–Veo que usted se hace un profeta…
–Así como preví el terremoto de Lisboa en 1755 traigo hoy en mis palabras un poco del futuro del mundo; pero ahora ya no pueden matar el cuerpo pues este está muerto. Vivo como espíritu y como caboclo traigo una nueva esperanza. Mañana en la casa donde mi médium mora habrá una mesa puesta para toda y cualquier entidad que quiera o que precise comunicarse; independientemente de aquello que haya sido en vida será bienvenida. Espíritus de sacerdotes, iniciados y sabios tomarán la forma de simples padres viejos o caboclos y llevaremos el consuelo al pueblo necesitado.
–Parece más una iglesia que usted fundará en la Tierra…
–Si desea podrá llamarla iglesia; para nosotros apenas es una tienda, una cabaña.
–Y ¿Qué nombre darán a esa iglesia?
–Tienda Nuestra Señora de la Piedad pues de la misma forma que María ampara en los brazos al hijo querido también serán amparados los que se socorrieran de la Umbanda.
–¿Por qué dar el nombre de tienda a esa iglesia? ¿Por qué inventar nuevos nombres? ¿Eso no se irá a complicar más todavía para la población? – el Presidente José de Souza quería extraer algunas cosas más de la entidad.
–Las iglesias de los hombres y los templos construidos por el orgullo humano son muy imponentes. Llamaremos tienda al local de reunión; un lugar simple y humilde como simples y humildes debemos trabajar para ser.
Como era previsible el presidente de la Federación Kardecista de Niteroi no concordó con aquello que el caboclo brasilero traía a través de Zélio de Moraes. Sin embargo, fue obligado a reconocer que algo nuevo surgió en aquel 15 de Noviembre de 1908.
En el día siguiente la familia Moraes se reuniría en su sala y juntamente con ellos un grupo de espiritas curiosos que llegaron para ver como sería la nueva religión. Aquellos que se sintieron atraídos por las palabras del caboclo percibieron la arrogancia de los dirigentes y fueron obligados a decidir si se quedarían en el antiguo centro espirita o harían parte de la tienda, de la nueva religión. Durante los trabajos varios médiums incorporaron caboclos, niños o padres viejos. Y nacía así el compromiso de Zélio de Moraes con la Aumbandan o simplemente Umbanda. Una religión típicamente brasilera considerándose el tipo psicológico con el cual se presentan las entidades venerables que hicieron de la Umbanda una fuente de luz y sabiduría para las personas que se sintonizan con sus verdades.
Quien quiera que haya meditado sobre el Espiritismo (…) comprendiendo que él abre a la humanidad una vía nueva y le revela los horizontes del infinito; iniciándola en los misterios del mundo invisible, mostrándoles su verdadero papel en la creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado espiritual como en el estado corporal. El hombre no camina más como un ciego: sabe de donde viene, para donde va y porque está en la Tierra. El futuro se muestra a él en la realidad desembarazado de los preconceptos de la ignorancia y de la superstición (…)
Allan Kardec en El Génesis, cap. 18: Los tiempos han llegado, ítem 15.