Las divinidades u Orixás son los Tronos de Dios que responden por la sustentación de los espíritus que evolucionan bajo la orientación de sus doctrinas religiosas y de las religiones. Cada divinidad regente de una religión tiene una doctrina religiosa fundamentada en su misterio mayor, en sus cualidades divinas, en sus atribuciones junto a los seres y en sus propios atributos, mientras ser generado en Dios justamente para auxiliarlo en el amparo divino a Su creación.
Unas divinidades rigen a los seres elementales, otras rigen los seres encantados, otras rigen a los seres naturales, otras humanizan parte de sus misterios y dan amparo a los espíritus. Sepan que el acto de “humanizar una divinidad” significa que ella abrió para el plano material parte de su misterio divino, dando origen a un culto o religión.
Entonces, toda doctrina y un conocimiento sagrado comienzan a surgir y a atraer personas que se identifican con su mensaje religioso. A lo poco, todo un ritual de adoración y una mística relacionada a ella se va esparciendo y popularizando, hasta que su presencia invisible y su influencia divina conquiste todo un pueblo, que tiene en ella su divinidad nacional, o su “patrona”, o su “santo”, o su “Orixá” y, en casos extremos, la elevan a la condición de su “dios”.
En el pasado, muchas divinidades traspasaron las fronteras de un país y se volvieron conocidos de muchos pueblos, siendo que en cada uno asumió un nombre, pero mantuvo sus cualidades, atributos y atribuciones, adaptándolas a las culturas y religiosidad de pueblos muy dispares. Esa expansión del culto a las divinidades atiende al amparo que ella debe dar a las personas que se identifican con su doctrina humana y su mensaje divino. No raro, una divinidad tiene una aceptación tan grande que su expansión es vertiginosa y su culto va substituyendo el de otra más antigua, o de otras, como es el caso de aquellas cuyo culto implica en la renuncia completa a todo lo que antes formaba la religiosidad del ser, pues visualizan transformar toda una sociedad y una cultura.
Cuando es una divinidad natural que está creciendo en una región, su expansión es gradual y ocurre de forma natural, no siendo impuesta. Pero cuando es “humana”, o ella es impuesta o no crece. Sepan que una divinidad natural atrae sus adeptos con su magnetismo y sus cualidades divinas. Ya una divinidad humana, atrae por su mensaje divino, transformador y renovador de la fe en Dios. Ambas atienden a la voluntad de Dios, que recurre a Sus divinidades para mejor ampara a Sus hijos.
Toda divinidad natural es asociada a la naturaleza, porque en un determinado nivel vibratorio de las jerarquías divinas ellas rigen tanto la naturaleza como los seres, las criaturas y las especies que viven en ella. Y es por eso que las leyendas de los Orixás los asocian tanto a la naturaleza física como a la individual. Así, tenemos sus hijos, sus hierbas, sus piedras, sus animales, sus colores, etc., todo en una correspondencia natural.
Si estudiamos una divinidad natural, descubriremos que un elemento, un día, un magnetismo, una vibración, una irradiación, un chacra, un sentido, etc., todo en perfecta correspondencia, es regido por ella, que tiene una jerarquía, solo suya, manifestando sus cualidades porque son portadores de sus atributos y son aplicadores “naturales” de su misterio en la vida de los seres regidos por ella.
Texto extraído del libro “Doctrina y Teología de la Umbanda Sagrada”
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.