Apreciados amigas y amigos, reciban un cordial saludo.
Comparto con ustedes otra buena leyenda del Llano Venezolano. En los tiempos actuales, muchas de estas historias se han ido a la tumba con sus relatores, por lo menos hay personas que se encargan de recopilarlas y cultivar el acervo cultural de la nación.
Nos cuenta el Profesos Hugo Arana Páez, en su libro Espectros Apureños:
"En la calle Sucre, entre las actuales Avenidas Chimborazo y Francisco de Miranda, frente al viejo cementerio, contaban los vecinos de entonces que a medianoche veían a un extraño jinete que montado sobre un enorme caballo, galopaba a lo largo de la Chimborazo y al llegar a la esquina El Embarcadero, doblaba por la calle Sucre rumbo a Las Marías, para detenerse bruscamente frente al portón de las viviendas que se hallaban cerca del matadero, conocido coloquialmente como La Matanza. Esa bestia la montaba un jinete de pelo e´guama y envuelto en una cobija de pelo negro, al que no se le veía la cara. El animal era un caballo negro zaino, que parado en dos patas y con sus fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror y de polvo. Después de producir un gran alboroto, jinete y montura, desaparecían misteriosamente ante la vista de los audaces curiosos, que por un postigo de las desvencijadas ventanas de madera se habían atrevido a mirar a aquel extraño jinete. Se dice que era el caballo El Tuzón que pertenecía al matarife del pueblo, conocido como El Catire Benítez, quien vivió durante muchos años al lado de La Matanza y quien sobre su caballo, alardeaba por las polvorientas calles del pueblo, de ser un excelente jinete y de poseer un magnifico caballo. Otros aseguraban que a medianoche veían al Catire Benítez sentado en la acera del cementerio sujetando a su caballo Tuzón y que quienes lo veían, al voltear, notaban que misteriosamente había desaparecido y solo alcanzaban a escuchar el relincho de la bestia. Por lo que algunos decían, ¡Ah vaina! el Catire Benítez, todavía anda penando.
También otros vecinos referían que cerca del antiguo matadero o Matanza de ganado, asesinaron por motivos pasionales a un parroquiano, quien siempre andaba sobre un hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien lo mató era vecino del lugar y que por eso a medianoche el jinete, cual alma en pena, venía a perturbar el sueño de su asesino. Esta versión es aceptable, por cuanto, se decía que el presunto criminal, tal vez atormentado por la molesta y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde entonces los vecinos mas nunca escucharon los relinchos del caballo zaino, ni volvieron a ver al desconocido jinete."
Comparto con ustedes otra buena leyenda del Llano Venezolano. En los tiempos actuales, muchas de estas historias se han ido a la tumba con sus relatores, por lo menos hay personas que se encargan de recopilarlas y cultivar el acervo cultural de la nación.
Nos cuenta el Profesos Hugo Arana Páez, en su libro Espectros Apureños:
"En la calle Sucre, entre las actuales Avenidas Chimborazo y Francisco de Miranda, frente al viejo cementerio, contaban los vecinos de entonces que a medianoche veían a un extraño jinete que montado sobre un enorme caballo, galopaba a lo largo de la Chimborazo y al llegar a la esquina El Embarcadero, doblaba por la calle Sucre rumbo a Las Marías, para detenerse bruscamente frente al portón de las viviendas que se hallaban cerca del matadero, conocido coloquialmente como La Matanza. Esa bestia la montaba un jinete de pelo e´guama y envuelto en una cobija de pelo negro, al que no se le veía la cara. El animal era un caballo negro zaino, que parado en dos patas y con sus fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror y de polvo. Después de producir un gran alboroto, jinete y montura, desaparecían misteriosamente ante la vista de los audaces curiosos, que por un postigo de las desvencijadas ventanas de madera se habían atrevido a mirar a aquel extraño jinete. Se dice que era el caballo El Tuzón que pertenecía al matarife del pueblo, conocido como El Catire Benítez, quien vivió durante muchos años al lado de La Matanza y quien sobre su caballo, alardeaba por las polvorientas calles del pueblo, de ser un excelente jinete y de poseer un magnifico caballo. Otros aseguraban que a medianoche veían al Catire Benítez sentado en la acera del cementerio sujetando a su caballo Tuzón y que quienes lo veían, al voltear, notaban que misteriosamente había desaparecido y solo alcanzaban a escuchar el relincho de la bestia. Por lo que algunos decían, ¡Ah vaina! el Catire Benítez, todavía anda penando.
También otros vecinos referían que cerca del antiguo matadero o Matanza de ganado, asesinaron por motivos pasionales a un parroquiano, quien siempre andaba sobre un hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien lo mató era vecino del lugar y que por eso a medianoche el jinete, cual alma en pena, venía a perturbar el sueño de su asesino. Esta versión es aceptable, por cuanto, se decía que el presunto criminal, tal vez atormentado por la molesta y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde entonces los vecinos mas nunca escucharon los relinchos del caballo zaino, ni volvieron a ver al desconocido jinete."