Lo que hace a un médium fracasar
Del “libro de los médiums”, de Allan Kardec, retiramos las diez siguientes causas que llevan a un médium al fracaso; son ellas: falta de análisis de las comunicaciones, liviandad, indiferencia, presunción, orgullo, susceptibilidad, exploración, egoísmo, envidia y elogios.
La falta de riguroso análisis de las comunicaciones da margen a que espíritus mistificadores, a través de dictados extravagantes, desvíen al médium y esterilicen su mediumnidad, que nada más producirá de útil.
La liviandad es propia de los médiums que no toman en serio su mediumnidad y la utilizan para futilidades. Los médiums livianos viven constantemente rodeados de espíritus juguetones y burlones, de los cuales nada de bueno se puede esperar.
La indiferencia caracteriza a los médiums que no procuran mejorar su procedimiento y no sacan provecho de los consejos que los espíritus protectores le dan. Los médiums indiferentes acaban siendo abandonados por sus protectores, porque los espíritus de buena voluntad solo auxilian a médiums que trabajan activamente para su propia reforma moral.
La presunción es el trazo distintivo de los médiums que juzgan que solo reciben comunicaciones de espíritus elevados, por eso se creen infalibles. Los médiums presumidos se arriesgan a ser fácilmente mistificados.
Los médiums orgullosos piensan valer más de lo que sus compañeros y que nada más necesitan aprender. Duras lecciones los reconducirán a la humildad de la cual se apartaron.
La susceptibilidad demuestra que el médium posee excesivo amor propio. Recordemos que el amor propio es causante de innumerables caídas. Los médiums susceptibles se hieren cuando las comunicaciones son analizadas, se resienten por cualquier motivo y se olvidan de practicar la sublime virtud que se llama Tolerancia.
La exploración de la mediumnidad trae gravísimo fracaso. El Espiritismo vino para destruir el egoísmo y no para reforzarlo; por eso el médium que usa su mediumnidad para explorar a sus hermanos desvirtúa su noble finalidad.
Los médiums egoístas son aquellos que usan su mediumnidad solamente en provecho propio, olvidados de servir al prójimo. Es claro que los espíritus del bien evitan a estos médiums, los cuales pasarán a ser asistidos por espíritus ignorantes.
La envidia es el defecto de los médiums que terminan despechados, cuando otros médiums producen más y mejor de lo que ellos. No hay motivos para envidiar a nadie: quien quiera ser objetivo de las atenciones de los espíritus elevados que se esfuerce por merecerlas por la práctica del bien y por un comportamiento ejemplar.
Un médium nunca dará oídos a elogios, vengan ellos de donde vinieran. El elogio despierta nuestro amor propio y alimenta nuestro orgullo. Es conveniente saber que los hombres y los espíritus verdaderamente superiores difícilmente elogian y, cuando lo hacen, es con palabras de estímulo que nos revelan lo mucho que todavía nos falta por trabajar para concluir lo que nos propusimos a realizar.
Como vemos, las causas del fracaso residen dentro del propio médium; por eso es necesario la máxima vigilancia para no dejarnos que ellas produzcan sus maléficos efectos.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.