anitta escribió: como puedo ofrendar a Eleggua si aún no lo he recibido? le podria hacer un altar pequeño? y si si... como lo hago? espero y puedan ayudarme
saludos a todos!!
Hombre, partamos de la base de que el consejo de
Adal es el más apropiado. Eso que quede claro.
Vuelvo y repito:
La posición de Adal es la más apropiada, desde el punto de vista religioso. Así que téngalo muy en cuenta.
Ahora, si usted siente la necesidad de hacerle una ofrenda a Elegguá tampoco considero que sea algo "malo", máxime Elegguá es un Orisha que vibra con todo ser humano, y no ocurre como con Oshas determinados cuya armonización es mejor sea aconsejada por el oráculo religioso de turno. Pues uno no sabe si es, o no es, compatible con el astral de la persona.
En Cuba, en la comunidad devota (entiéndase, no-iniciados), existe en algunos hogares la costumbre de dejar un
coco seco (importante: seco) rodado tras la puerta de la entrada principal de la casa. A él suelen darsele dulces y prender velas los Lunes, previa atención a Eggun. Es hasta cierto punto común en algunos hogares, puesto que la Osha no estila de "altares" al modo del espiritismo.
Conozco personalmente un caso de una chica que lo hacía, se mudó de Cuba para EE.UU. y perdió la costumbre.
Un día fue con un Oriaté a consultar, Elegguá la regañó por haber perdido la costumbre, según la muchacha este Oriaté no tenía forma de saber sobre esta práctica personal de ella, durante su previa estancia en Cuba. La muchacha inmediatamente recuperó en New York su costumbre, hasta entonces únicamente poseía Elekes, pero con el tiempo terminó haciendo santo: Una de sus mayores defensas en Itá, era precisamente Elegguá.
Con esto quiero decir que no parece ser, en mi opinión, algo inútil. De lo contrario, no entiendo por qué Elegguá se pusiese bravo al notar la carencia de ese tipo de ofrendas.
Que esté bien.
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Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
(José Martí, 1891, Cuba)