En el Espiritismo codificado por Allan Kardec así como Umbanda se tiene el concepto de que cuando el espíritu se desliga del cuerpo físico que es el amortiguador de múltiples emociones del espíritu queda a merced y bajo posesión absoluta de sí, es decir, el remordimiento construye en su vida un palacio de sufrimiento y auto-castigo si el individuo reconoce el mal que ha hecho. Muchos de los que misionan fueron individuos muy comprometidos, cometieron aparte de errores crímenes y trabajan como espíritus en buenas obras para liberar su consciencia de todos los juicios a los cuales él mismo se somete, al final de cuentas se recurre a la Justicia Divina por medio de la reencarnación que le brinda una oportunidad por merecimiento de reparar sus daños y construirse una mejor realidad en el mundo espiritual, estos individuos como es mi caso y ha sido el de muchos que he visto llegar catalogados como "casos especiales" no nosotros elegimos la mediumnidad por estar demasiados endeudados, sino que también nos dispusimos a cumplir con trabajos y alguna que otra misión por lo que estando vivos aunque nuestra consciencia culpada nos castiga menos sufrimos un asedio espiritual a tiempo completo porque los espíritus te juzgan como lo que has sido. En resumen, sé que existe un grupo que es denominado de múltiples formas por las religiones y filosofías, ellos son quienes ejecutan lo que el hinduismo llama "karma", la Umbanda llama "acción y reacción" y el Espiritismo codificado por Allan Kardec llamada "causa y efecto", a ellos según llevo observando es que se les negocia las pruebas y las herramientas antes de nacer, de ahí que el médium no tenga la vida fácil, no obstante, el espíritu tiene la libertad de elegir cual daño va a reparar.
En el libro "Liberación" de André Luiz encontramos un pasaje sombrío al respecto puesto que de lo Alto no te juzgan ni hacen sufrir condena alguna, no obstante, abajo todo el mundo quiere hacer justicia y castigarte partiendo de tu consciencia culpada, algo parecido a lo que ocurre en la cárcel donde los mismos criminales imparten castigos a los nuevos.
8.2-Juzgamientos de Desencarnados
Liberación – Capitulo 5 – Operaciones selectivas
“Los juzgadores, a su vez, descendieron, pomposos, de los tronos levantados y tomaron asiento en una especie de nicho a tensarse de encima, inspirando silencio y temor, porque la turba inconsciente, alrededor, se calló de súbito.
Tambores y variados destellos, como si estuviésemos en una parada militar en gran estilo, y una composición musical semi-salvaje les acompañó el ritmo, torturándonos la sensibilidad.
Terminado aquel ruido, uno de los juzgadores se levantó y se dirigió a la masa, aproximadamente en estos términos:
-Ni lagrimas, ni lamentos.
Ni sentencia condenatoria, ni absorción gratuita.
Esta casa no pune, ni recompensa.
La muerte es camino para la justicia.
No hace falta cualquier recurso a la compasión entre criminales.
No somos distribuidores de sufrimiento y sí mayordomos del Gobierno del Mundo.
Nuestra función es la de seleccionar delincuentes, a fin de que las penas labradas por la voluntad de cada uno sea debidamente aplicadas en lugar y tiempo justos.
Quien abrió la boca para vilipendiar y herir, prepárese a recibir, de retorno, las fuerzas tremendas que desencadenó a través de la palabra envenenada.
Quien abrigó la calumnia, soportará a los genios infelices a los cuales confió los oídos.
Quien desvío la visión para el odio y para el desorden, descubra nuevas energías para contemplar los resultados del desequilibrio al que se consagró, espontáneamente.
Quien utilizó las manos en sembríos de malicia, discordia, envidia, celos y perturbación deliberada, organice resistencias para la colecta de espinos.
Quien centralizó los sentidos en el abuso de facultades consagradas espere, en lo sucesivo, necesidades enloquecedoras, porque las pasiones envilecentes, mantenidas por el alma en el cuerpo físico, exploten aquí, dolorosas y arrasadoras. La represa por largo tiempo guarda microbios y monstruos, segregados a distancia del curso tranquilo de las aguas; todavía, llega un momento en que la tempestad o la decadencia sorprenden la obra vigorosa de albañilería y las formas repelentes, liberadas, se difunden y crecen en toda la extensión de la corriente.
¡Seguidores del vicio y del crimen, tiemblen!
¡Condenados por vosotros mismos, conserváis la mente prisionera de las más bajas fuerzas de la vida, a la manera del batracio encarcelado en el visco del pantano, al cual se habilitó en el transcurso de los siglos!
En ese punto, el orador hace pausa y reparé los circunstantes.
Ojos cristalizados por el pavor yacían abiertos en todas las mascaras fisionómicas.
El juez, a su vez, no parecía respetar el menor vestigio de misericordia. Se mostraba interesado en crear ambiente negativo a cualquier especie de surgimiento moral, estableciendo en los oyentes angustioso temor.
Prolongándose el intervalo, dirigí con la mirada silenciosa la interrogación a nuestro orientador, que me habló casi en secreto:
-El juzgador conoce a la saciedad a las leyes magnéticas, en las esferas inferiores, y procura hipnotizar las victimas en sentido destructivo, no obstante, usa, como vemos la verdad contundente.
-No vale acusar el ayuntamiento de esta colonia – prosiguió la voz tronante -, porque nadie escapará a los resultados de las propias obras, cuanto el fruto huye a las propiedades del árbol que lo produjo.
Maldecidos sean por el Gobierno del Mundo quien nos irrespeta las deliberaciones, basadas, por otra parte, en los archivos mentales de cada uno.
Señalando, intuitivamente, la queja mental de los oyentes, tronó, terrificante:
-¿Quién nos acusa de crueldad? ¿No será bienhechor del espíritu colectivo el hombre que se consagra a la vigilancia de una penitenciaría? ¿y quien sois vosotros, sino, basura humana? ¿No vinisteis hasta aquí conducidos por los propios ídolos que adoraste?
En ese momento, convulsivo lloro invadió a muchos.
Gritos atormentados, rogativas de compasión se hicieron oír. Muchos se postraron de rodillas. Inmenso dolor se generalizara.
Gúbio traía la diestra sobre el pecho, como si contuviese el corazón, pero, viendo por mi vez aquel gran grupo de espíritus rebelados y humillados, orgullosos y vencidos, lastimando amargamente las oportunidades perdidas, recordé viejos caminos de ilusión y ¿por qué no decir? – me arrodillé, escrupuloso, implorando piedad en silencio.
Exasperado, el juzgador exclamó, colérico:
-¿Perdón? ¿Cuándo disculpaste sinceramente a los compañeros de la entrada? ¿Dónde está el juez recto que pueda ejercer, impune, la misericordia? Y centrándose toda la fuerza magnética que le era peculiar, a través de las manos, sobre una pobre mujer que lo fijaba, horrorizada, le ordenó con voz siniestra:
-¡Venga! ¡Venga!
Con expresión de sonámbula, la infeliz obedeció a la orden, destacándose de la multitud y colocándose, por debajo, bajo los rayos positivos de la atención de él.
-¡Confiese! ¡Confiese! – Determinó el despiadado juzgador, conociendo la organización frágil y pasiva a la que se dirigía.
La desventurada señora golpeo en el pecho, dándonos la impresión de que rezaba el “confiteor” y gritó, lagrimosa:
-¡Perdóneme! ¡Perdóneme! ¡Oh Dios mio!
Y como si estuviese bajo la acción de droga misteriosa que la obligase a desnudar el íntimo, delante de nosotros, habló, en voz alta y pausada:
-¡Maté cuatro hijos inocentes y tiernos… y combiné el asesinato de mi intolerable esposo… el crimen, es un monstruo vivo, me persigue, mientras me retrasé en el cuerpo…!
Intente huirle a través de todos los recursos, en vano… y por más que buscase ahogar el infortunio en “bebidas del placer”, más me revolqué en el charco de mi misma…
De repente, pareciendo sufrir la interferencia de recuerdos menos dignos, clamó:
-¡Quiero vino! ¡Vino! ¡Placer!...
En vigorosa demostración de poder, afirmó triunfante, el magistrado:
-¿Cómo liberar semejante fiera humana a precio de rogativas y lagrimas?
En seguida, fijando sobre ella las irradiaciones que le emanaban del temible mirar, aseveró, perentorio:
-¡La sentencia fue labrada por si misma! No pasa de una loba, de una loba…
A medida que repetía la afirmación, cual si procurase persuadirla a sentirse en la condición del irracional mencionado, noté que la mujer, profundamente influenciable, modificaba la expresión fisionómica. Se le retorció la boca, la cerviz, se curvó, espontanea, para el frente, los ojos se alteraron, dentro de las orbitas. Simiesca expresión le revistió el rostro.
Se veía patente, en aquella exhibición de poder, el efecto del hipnotismo sobre el cuerpo peri-espiritico.
En voz baja, procuré recoger la enseñanza de Gubio, que me esclareció en un ceceo:
-El remordimiento es una bendición, sin duda, por llevarnos a la corrección, pero también es una brecha, a través de la cual el acreedor se insinúa, cobrando pago. La dureza nos coagula la sensibilidad durante cierto tiempo; todavía, siempre llega un minuto en que el remordimiento nos descubre la vida mental a los choques de retorno de nuestras propias emisiones.
Y acentuando, de modo singular, la voz casi imperceptible, acrecentó:
-Tenemos aquí la génesis de los fenómenos de licantropía inextricables, todavía, para la investigación de los médicos encarnados. ¿Te acuerdas de Nabucodonosor, el rey poderoso al que se refiere la Biblia? Nos cuenta el libro sagrado que él vivió, sintiéndose animal, durante siete años. El hipnotismo es tan viejo cuanto el mundo y es recurso empleado por los buenos y por los malos, tomándose por base, encima de todo, los elementos plásticos del peri-espíritu.
Notando, que la mujer infeliz proseguía guardando extraños caracteres en el semblante pregunté:
-¿Esta hermana infortunada permanecerá en lo sucesivo en tal degradación de la forma?
Concluye larga pausa, el instructor informó con tristeza:
-Ella no pasaría por esta humillación si no la mereciese. Más allá de eso, si se adaptó a las energías positivas del juez cruel, en cuyas manos vino a caer, puede también esforzarse íntimamente, renovar la vida mental para el bien supremo y moldearse a la influencia de benefactores que nunca escasean en la senda redentora. Todo, André, en casos como este, se resume al problema de sintonía. Donde colocamos el pensamiento, allí se nos desenvolverá la propia vida.”
Otras obras, cientos de ellas pertenecientes no solo a la literatura Espirita ortodoxa sino a la espiritualista como la de Ramatís, Robson Pinheiro, etc. Trabajos específicos con obsesores, el estudio objetivo sobre el umbral trae las explicaciones para cada caso. Las religiones se han valido de mitos y leyendas para explicar mediante los símbolos lo que en aquel entonces no podían explicar con el lenguaje de la palabra, ellos no son un literal, pero bien que decodificados hablan de una realidad que hoy vino a contarse de diversas fuentes mediante la palabra comprendida y educada. En resumen, el umbral es el lugar que inspiró las condenas, sufrimientos y diversos mitos que hablan de un infierno y un purgatorio, sabemos que allí la máxima degradación que conocemos se establece como realidad, se organizan los espíritus formando sus escuelas, sus falanges, sus imperios, allá el fuerte domina al débil, allá nadie protege a nadie, allá ni el libre albedrío se ejerce a voluntad por lo que siempre terminarás encontrado y torturado y especialmente los más comprometidos son quienes terminan en peores situaciones, en caso de magia el vampirisimo y la compañía de "seudo-amigos" espirituales representa uno de los panoramas más sombríos. Allá, todos los malos son tus jueces. No he escuchado nunca nada proveniente del culto por la sencilla razón de que realmente nunca he presenciado una sesión donde se le hayan hecho ese tipo de preguntas.