La muerte de Juan el Bautista revela que la historia humana está inmersa en medio de una lucha sobrenatural entre las fuerzas del infierno y las fuerzas del cielo. Su decapitación no corresponde a una mera pasión humana, así como la advertencia del Bautista a Herodes acerca de su adulterio no es una mera reprensión de orden moral. Al ser decapitado, el infierno trata de acallar la voz de Dios, que habla a través de él, anunciando la llegada del Redentor y Mesías, que habrá de vencer al Príncipe de las tinieblas para siempre. A su vez, la reprensión del Bautista a Herodes, advirtiéndole de su mal proceder por medio del adulterio, anticipa la llegada del sacramento del matrimonio, signo ante los hombres y la historia de la mística unión nupcial entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa.
Es por eso que, lo que pareciera ser material para una crónica policial, es en realidad la actuación, en el tiempo y en la historia humana, de la lucha iniciada en los cielos a causa de la rebelión de los ángeles apóstatas contra la majestad de Dios Uno y Trino.
También en la vida cotidiana, y en hechos que parecieran poco trascendentes por su repetición, la lucha continúa: tanto en los corazones de los hombres, como en los hechos y acontecimientos de la historia, se lleva a cabo la misma batalla librada en el cielo, ganada en el cielo, pero no todavía en su totalidad en la tierra.
Por el momento, parecen triunfar de modo avasallador aquellos que propician una nueva antropología, un nuevo hombre colocado en las antípodas del Hombre Nuevo nacido por la gracia de Cristo. Parecen triunfar quienes pretenden instalar, contra todo derecho natural y divino, una nueva humanidad, radicalmente alejada de la humanidad creada por Dios. Han triunfado, en una hora que parece ser “la hora de las tinieblas” (cfr. Lc 22, 53), aquellos que quieren educar a los niños con una nueva antropología, en donde nada es definitivo, porque todo puede cambiar según el parecer y el querer de cada cual.
Así como la muerte del Bautista no es debida a la pasión humana fuera de control de un rey adúltero, sino a la continuación, en la tierra, de la lucha entablada en los cielos, así también las citas electorales de una nación, en donde se decide el nuevo modelo de hombre para los tiempos venideros, un hombre contrario a los planes divinos, es algo más profundo de lo que aparece a simple vista.
Para quienes se felicitan con triunfos aplastantes en su pretensión de instaurar esta nueva antropología radicalmente anti-cristiana, y para quienes creen que instalarán esta nueva humanidad, contraria a los planes divinos, cabe recordarles la advertencia de Jesús: “Non prevalebunt”, no prevalecerán, “las puertas del infierno no prevalecerán” (cfr. Mt 16, 13-18).