"Todo el complejo chamanista incluye alguna forma de experiencia de trance durante el cual se aumentan los poderes del chamán. Una forma frecuente de trance chamánico es la posesión, la invasión de su cuerpo por un espíritu. Mientras está en trance el chamán puede actuar como médium, trasmitiendo mensajes de los antepasados. En otras ocasiones, con la ayuda de los espíritus amistosos, los chamanes predicen acontecimientos futuros, descubren objetos perdidos, identifican la causa de la enfermedad, prescriben curas y dan consejos sobre cómo protegerse de las intenciones malvadas de los enemigos.
Cualesquiera que sean el poder, el prestigio y el dominio que tenga el chamán, sin duda surgen de su don más importante: la habilidad en lograr el trance con el cual establece contacto con los espíritus. Aunque invisible para los demás el espíritu se cuelga en las espaldas del chamán o se coge a su cuello. Según los textos antiguos ésta era, precisamente, la manera en que Apolo descendía sobre la Pitia, en el momento en que se producía el éxtasis profético. Ejemplos de trances en lo cuales el chamán y el espíritu invocado son como caballo y jinete se encuentran en todo el mundo y la terminología ecuestre es usada para describirlo cuando se dice que el chamán está “montado” por el espíritu. Como sostiene Rutherford, tales experiencias podían muy bien ser la base de los relatos medievales, en que se dice que Satán montaba en una bruja o un hechicero.
El método básico de la inducción al trance se basa en una combinación de la canción del chamán, el uso del tambor y la danza. Esto se reforzará con un rígido control de la respiración y, particularmente, con el uso de psicofármacos. A pesar de que Eliade consideraba el uso de drogas como propio de un chamanismo degenerado y decadente que iba perdiendo el originario sentido de otras técnicas extáticas más complejas, los trabajos posteriores de autores como Harner, Furst o Schultes, han revelado lo incierto de tal apreciación. Tal y como sugiere el M. Harner (1976: 10) “Los escritos teórico han pasado por alto, en su mayoría, el hecho de que incluso este chamanismo implicaba muchas veces el uso de alucinógenos. Y así es posible leer libros enteros sobre el chamanismo o las religiones primitivas sin encontrar una sola mención a los alucinógenos, salvo al peyote. No obstante, si se investiga pacientemente por las bibliotecas, se pueden encontrar en muchas culturas pruebas arrolladoras del uso de estas sustancias en conexión con lo sobrenatural”.
Llegados a este punto, es preciso señalar otra vez, contrariamente a lo que en su momento pensaba Eliade, la estrecha relación existente entre el chamanismo extático y el uso de plantas provocadoras de visiones. Pero, tal y como ha observado P.T. Furst (1976 39 y 101-113): “todo el tema de las sustancias químicas en la naturaleza y su relación, real o potencial, con estados alternos de la conciencia es vasto y complejo. Se extiende hasta el origen de lo que Jung llamó arquetipos, temas universales que generan mitos en la tradición oral (especialmente el contenido sorprendentemente similar de la mitología funeraria, heroica y chamanística que existe en todo el mundo), el arte y la iconografía…”. Es en este sentido que puede resultar singularmente sugestiva la idea de Wasson en torno a los orígenes del Árbol de la Vida. Según este autor el mero concepto del Árbol de la Vida y de la Hierba Maravillosa que crece en su base puede tener muy bien su génesis en la relación micorrizal entre la amanita muscaria y determinados árboles, como el abedul y el pino. La cuna de este arquetipo habría sido, por tanto, el bosque del cinturón asiático en tiempos prehistóricos desde donde se había extendido posteriormente hacia Mesopotamia y el Cercano Oriente.
La serpiente, por otra parte, aparece muy frecuentemente asociada a las raíces del Árbol del Mundo, y también resulta bien conocida la relación existente entre el papel, prácticamente universal, de la serpiente en la simbología chamánica y las visiones provocadas por la ingestión de alucinógenos de origen vegetal en este mismo contexto (Harner: 23, 26, 167 y 171). También es conocida la relación de las serpientes con las artes medicinales que, con el chamanismo, emergieron conjuntamente de los primitivos universos mágicos y herbarios (Budge, 1978). Así, se vincula al médico, o más bien al farmacólogo, aunque es dudoso que originariamente tal distinción existiera, heredero especializado de una parte de los precedentes conocimientos del chamán, como también al mago o al sacerdote, cuyas prácticas descienden también de aquel en última instancia."
Cualesquiera que sean el poder, el prestigio y el dominio que tenga el chamán, sin duda surgen de su don más importante: la habilidad en lograr el trance con el cual establece contacto con los espíritus. Aunque invisible para los demás el espíritu se cuelga en las espaldas del chamán o se coge a su cuello. Según los textos antiguos ésta era, precisamente, la manera en que Apolo descendía sobre la Pitia, en el momento en que se producía el éxtasis profético. Ejemplos de trances en lo cuales el chamán y el espíritu invocado son como caballo y jinete se encuentran en todo el mundo y la terminología ecuestre es usada para describirlo cuando se dice que el chamán está “montado” por el espíritu. Como sostiene Rutherford, tales experiencias podían muy bien ser la base de los relatos medievales, en que se dice que Satán montaba en una bruja o un hechicero.
El método básico de la inducción al trance se basa en una combinación de la canción del chamán, el uso del tambor y la danza. Esto se reforzará con un rígido control de la respiración y, particularmente, con el uso de psicofármacos. A pesar de que Eliade consideraba el uso de drogas como propio de un chamanismo degenerado y decadente que iba perdiendo el originario sentido de otras técnicas extáticas más complejas, los trabajos posteriores de autores como Harner, Furst o Schultes, han revelado lo incierto de tal apreciación. Tal y como sugiere el M. Harner (1976: 10) “Los escritos teórico han pasado por alto, en su mayoría, el hecho de que incluso este chamanismo implicaba muchas veces el uso de alucinógenos. Y así es posible leer libros enteros sobre el chamanismo o las religiones primitivas sin encontrar una sola mención a los alucinógenos, salvo al peyote. No obstante, si se investiga pacientemente por las bibliotecas, se pueden encontrar en muchas culturas pruebas arrolladoras del uso de estas sustancias en conexión con lo sobrenatural”.
Llegados a este punto, es preciso señalar otra vez, contrariamente a lo que en su momento pensaba Eliade, la estrecha relación existente entre el chamanismo extático y el uso de plantas provocadoras de visiones. Pero, tal y como ha observado P.T. Furst (1976 39 y 101-113): “todo el tema de las sustancias químicas en la naturaleza y su relación, real o potencial, con estados alternos de la conciencia es vasto y complejo. Se extiende hasta el origen de lo que Jung llamó arquetipos, temas universales que generan mitos en la tradición oral (especialmente el contenido sorprendentemente similar de la mitología funeraria, heroica y chamanística que existe en todo el mundo), el arte y la iconografía…”. Es en este sentido que puede resultar singularmente sugestiva la idea de Wasson en torno a los orígenes del Árbol de la Vida. Según este autor el mero concepto del Árbol de la Vida y de la Hierba Maravillosa que crece en su base puede tener muy bien su génesis en la relación micorrizal entre la amanita muscaria y determinados árboles, como el abedul y el pino. La cuna de este arquetipo habría sido, por tanto, el bosque del cinturón asiático en tiempos prehistóricos desde donde se había extendido posteriormente hacia Mesopotamia y el Cercano Oriente.
La serpiente, por otra parte, aparece muy frecuentemente asociada a las raíces del Árbol del Mundo, y también resulta bien conocida la relación existente entre el papel, prácticamente universal, de la serpiente en la simbología chamánica y las visiones provocadas por la ingestión de alucinógenos de origen vegetal en este mismo contexto (Harner: 23, 26, 167 y 171). También es conocida la relación de las serpientes con las artes medicinales que, con el chamanismo, emergieron conjuntamente de los primitivos universos mágicos y herbarios (Budge, 1978). Así, se vincula al médico, o más bien al farmacólogo, aunque es dudoso que originariamente tal distinción existiera, heredero especializado de una parte de los precedentes conocimientos del chamán, como también al mago o al sacerdote, cuyas prácticas descienden también de aquel en última instancia."
Fuente: Extraído del articulo Chamanismo y enteógenos.Ornirogénia Magazine.