EL DÍA DE LOS MUERTOS
PERSPECTIVA MUERTERA DEL DÍA DE LOS MUERTOS
Existe, sin embargo, el “festejo” a los muertos que aún mantiene la solemnidad que se merece, que no es público, que tiene un significado más profundo y el cual se expresa de diferentes maneras: desde cultos subterráneos cercanos a las sectas, donde se rinde pleitesía a Mictlantecuhtli, hasta el montaje de altares cuya finalidad está más allá de colocar una simple ofrenda.
Sobre esto cultos prehispánicos "contemporáneos" no nos meteremos mucho, ya que suelen confundirse con el honorable papel que tienen los Guardianes de las culturas prehispánicas (indígenas que son depositarios del gran conocimiento de los pueblos antiguos y cuya finalidad es preservar el verdadero conocimiento), y en ocasiones a estos dos grupos sólo los separa una pequeña línea divisoria.
Ahora bien, la perspectiva muertera o espiritualista se basa fundamentalmente en la atención a los antepasados como una forma de seguir en contacto con ellos para obtener bendiciones, ayuda, protección y consejo. Es por esto que el montaje de un altar tiene mucho más significado que la mera experiencia anecdótica.
Procederemos a compartir con ustedes el conocimiento de la atención a los muertos que se nos entregó durante años, así como la manera en la que celebramos con ellos “su” día, a través de la descripción de los detalles y formas en las que como muerteros y espiritualistas presentamos nuestra ofrenda a los antepasados.
EXPLIACIÓN
El famoso Altar de Muertos en sí suele representar los tres niveles en los que “se desenvuelve” el ser humano: el cielo, el purgatorio y la tierra, de aquí la importancia de las ofrendas (más adelante lo explico a detalle). El primer aspecto antes de montarlo es cubrir los espejos con tela negra para evitar que estos sirvan de puertas dimensionales para la entrada de otros seres y para que lo único que vea el difunto sea a los deudos y no a él mismo.
Posteriormente se coloca papel china, cuyo color variará dependiendo del fin que busque el altar. Se pone un poco de papel picado, que simboliza el ir y venir del viento: el que los trae y se los llevará de nuevo. Claro, cada año la atención es diferente y está sujeta a lo que se requiere dar a los antepasados: aquí no sólo es ponerles una ofrenda, “comida” a su alcance, también puede incluir la transmutación de sus energías para ayudarlos en su evolución. Después se marca el camino de entrada y de salida con flor de cempasuchil, con el objeto de que los antepasados, lleguen, tomen la atención y sigan su camino. No se pueden quedar con nosotros.
La inclusión de una foto o pintura del antepasado al que se honra debe ir en la zona superior o en el lado de la mesa que se señale como la más importante, es fundamental. En esta parte mucha gente suele tomar una cruz y ponerla al centro. Como es un claro ejemplo del sincretismo, nosotros solemos obviarla, más no por eso debe evitarse como regla general. A lado de estas fotos se colocan pequeños detalles que caracterizaron los gustos de cada antepasado, principalmente cigarros, bebidas alcohólicas (brandy, tequila, ron, aguardiente, etc.) dulces, etc.
El agua en vasos es fundamental, no sólo refleja la regeneración de las almas, sino que permite a los muertos refrescarse durante el tiempo que permanecen ahí, y a su vez, usarla como medio de purificación. Solemos colocar los vasos al frente para que todo ellos puedan beberla.
El uso del copal es una clara herencia prehispánica que se emplea para limpiar, santificar y purificar el ambiente para los espíritus visitantes. Mantenemos sahumando el lugar durante todo el tiempo que está puesto el altar Una semana a lo más.
Las veladoras sirven de punto de llamada a donde deben acudir los antepasados. Estas deben ser de color blanco pues van a lucificar a los muertos. También la flor de cempasuchil, pero esta vez en floreros, sirve de guía para los muertos por su característico aroma y su oculto simbolismo energético.
Se coloca sal, y si bien es cierto que esta sirve para alejar a los muertos, si se usa de manera correcta, en forma de pequeñas cruces o en montículos, entre otros detalles, sirve también como instrumento de purificación.
El pan es una atención y el regalo de la tierra misma (de ahí venimos y ahí terminamos) y que es una constante cada año, en sustitución de la comida. Si bien tiene tintes de sincretización, su uso está comprobado por los antropólogos en los antiguos cultos de los viejos pobladores. De preferencia debe ser pan dulce o de anís, y este solemos combinarlo con fruta, lo más curioso de todo esto es que a dos días después de ponerla, la comida o el pan han perdido todo olor y sabor.
Como podemos observar, se habla de “referencias” para que los muertos se acerquen (luces, olores, etc.), y un requisito fundamental para poder “tener derecho” a esas referencias que vinculen a los muertos con los deudos, y a su vez con la vida terrenal, es no haber sido cremado; así es: persona que es incinerada pierde contacto con su última “certificación” de su paso entre nosotros, sus restos enterrados en la (madre) tierra que lo vio nacer y morir.
Pero independientemente de todo este ritual, el lugar principal donde ponemos este altar está destinado a darle una atención a la Santa Muerte. Sí, “La Doña”, como solemos llamarla por acá, es nuestra principal “representación” del mundo de los muertos y objeto de culto para los muerteros y espiritualistas. Muchas de las atenciones descritas líneas arriba, se agregan específicamente para ella: tequila y ron, manzanas rojas, pan, veladoras alusivas (sólo blancas o doradas: se omiten por esta vez las de color negro), cigarros encendidos en forma constante, incienso… A esta celebración se agregan todos los implementos que suele tener en el altar que le tenemos en otra parte de nuestra casa en forma permanente. Una vez montado el altar, solemos rezar ante la Santa Muerte, independientemente de las oraciones para los antepasados, para pedirle salud y protección para nuestros familiares y amistades.
Incluimos cerca de la Santa Muerte el “Palo de Muerto” con nuestros antepasados y el “Bastón de Eggun”, que también es punto de referencia para “otro tipo” de muertos con los que tenemos vínculos. También a lado de “La Doña” se da atención a nuestros “Guerreros Protectores” y “Guías Espirituales”. A su vez, cerca de ella pero en otra parte de la habitación, se ofrenda al Nufumbe, al Muerto de la Calle, e irónicamente, al “Eggun Obsesor” que de vez en cuando a su servidor lo pone “a orillas” de la “muerte”.
CURIOSIDADES
Los días 1 y 2 de noviembre suelen ser muy apreciados (aunque nada comparado con la preferencia que se tiene por la semana santa) para realizar trabajos negros y potentes brujerías para dañar y destruir. En años recientes ya se ha unido a esta predilección los kimbes de Palo Mayombe.
En la Ofrenda del Día de muertos, como su nombre lo dice, se ofrece a los antepasados conocidos y no conocidos. De hecho en muchas oraciones al realizar trabajo espiritualista, se incluye a los familiares-muertos identificados y desconocidos.
Durante el tiempo que dura puesto el altar, se pueden poner estampas o medallas alusivas a la Santa Muerte, con el objeto se que se descarguen y carguen de nuevo con la energía muertera. Pueden incluirse cuarzos, veladoras y otro tipo de protecciones.
Una vez que se retira el pan, la fruta (o la ocasional comida) de las ofrendas, si es posible todo debe ponerse al pié de un árbol.
Se dice que el 1 de noviembre es el festejo para los niños y el 2 para los adultos, pero en su momento, el día 31 de octubre se debe atender a los nonatos cuando así se marca. Para ello se pone una pequeña ofrenda en el piso, con los posibles nombres que hubieran tenido en vida escritos con cierto papel y tinta, para que los nonatos que se malograron o fueron abortados dejen de bloquear el desarrollo espiritual de sus padres.
La flor de cempasuchil, tanto la que se usó para marcar camino de entrada como de salida, y las que se pusieron en floreros, se deshoja, se pone a secar y se usa posteriormente en la realización de limpias o despojos espiritualistas: Recuerden: “la flor del muerto contra el muerto y para el muerto”.
México en estos días suele hundirse en lo que podría definirse como “un lugar con silencio sepulcral”, en donde se crea o no, se percibe el paso de los muertos por cada rincón y en cualquier lado.
Este año, tal como nos lo “marcaron”, incluiremos también agua de colonia, polvo de romero y habas, agua bendita, cascarilla y otros detalles más.
OBSERVACIONES
Cada año anotamos en una libreta los detalles que observamos durante los 3 días de la ofrenda.
Solemos enlistar a los “presentes” de acuerdo a sus características físicas y por indumentaria: recordemos que la presencia de los muertos y su personalidad está en función de “las características” y la edad que tenían al momento de morir. Posteriormente hemos platicado con nuestros padres sobre “las presencias” para identificar quiénes eran. Hemos conseguido vinculaciones genealógicas increíbles.
Sobre algunos no tenemos ninguna referencia, pero sabemos que son familiares que se “conocen” y “reconocen” entre ellos (no olvidemos que parte del montaje del altar incluye varios “mecanismos” para evitar la entrada de desencarnados ajenos a nosotros) y también que nos “reconocen” a nosotros. En este sentido describiremos brevemente su visita al altar: llegan los antepasados, toman lo que necesitan del altar, o lo que se les puso en forma específica, descansan y se retiran. No hay “pláticas entre ellos”, en la casa baja la temperatura, se enfría y silencia de una forma solemne y sorprendente, y la comunicación entre los muertos y nosotros se da sólo en forma energética o con imágenes mentales gracias a la videncia. Ellos a su vez saben quiénes somos nosotros, así que el Día de muertos se convierte irónicamente en una celebración con ellos, un evento espiritual de agradecimiento (un reencuentro con los orígenes), una ratificación “festiva” del linaje cuya extraña convivencia rompe los parámetros de una simple “reunión familiar”.
Tal como lo señalamos, cada año el objetivo de la puesta del altar y su respectiva ofrenda tiene una específica (y poderosa) finalidad: hace algunos años se puso de cierta manera para hacer mutación de energías. A partir de ese año los “antepasados” que llegan a nuestra casa han disminuido gradualmente, lo que significa que el culto a los antepasados tiene “ciertos secretos” que bien manejados ayudan a darles camino (evolucionar, tomar conciencia, transmutar, acelerar su reencarnación y pasar a otros niveles). Les ayuda a muchas más cosas de las que uno se puede imaginar.
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LO QUE QUIERA YA ES !!! QUE ASÍ SEA !!!