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La necesidad de un método para escribir las noticias importantes y reservadas, con la seguridad de que sólo pueda leer lo escrito la persona a quien va dirigido, ha sido reconocida desde tiempos muy antiguos.
Sin hablar aquí de la escritura geroglífica de los sacerdotes egipcios, se sabe que los Lacedemonios tenían sus scítalas, y que los Griegos se correspondían alguna veces con pedazos de pergamino rollados sobre palos de un determinado grueso, ajustando las letras según las circunstancias necesarias para hacer comprehender su significación, y es muy probable que los Romanos y los otros pueblos tuviesen también algún método para escribir de modo que sólo pudiese leer lo escrito el que supiese la clave o secreto; en Mabillon se hallan varios exemplos de los medios que fueron puestos en uso, tanto por los Gabinetes, como por los particulares.
El misterio de la escritura en cifra, que no puede ser penetrado sino por los mismos que entienden los signos, descansa sobre una idea muy simple: basta substituir a las letras del alfabeto común unos signos arbitrarios, que no tengan más valor que el de un convenio particular entre los que los emplean, y que no puedan ser entendidos sino por ellos mismos.
Este procedimiento ha sido uno de los más antiguos; pero en los siglos modernos ha llegado a mayor perfección, y ha exercitado la paciencia y sagacidad de varios sabios, y este secreto ha estado aislado por largo tiempo exclusivamente en una secta, que ocultaba cuidadosamente sus procedimientos. El estudio de este arte tuvo su origen en los misterios cabalísticos, a los quales el vulgo dio una gran importancia, por la imposibilidad que había en penetrarlos.
El Abad Tritemio, Alemán, que parece haber perfeccionado bastantemente este método de escribir, fue el primero que en el siglo diez y seis comenzó a publicarlos, aunque con alguna reserva, por lo qual adquirió tal celebridad, que los reyes y emperadores le consultaban a porfía. Escribió dos obras, la una con el título de Poligrafía, dividida en seis libros, y la otra mucho más voluminosa con el nombre de Esteganografía. El P. Kircher, jesuita, y también alemán, uno de los sabios más distinguidos de aquel siglo por los conocimientos en las lenguas, y otros varios, publicaron posteriormente otras obras con el mismo título.
Sea la celebridad que adquirió el Abad Tritemio por sus escritos, o sea la ignorancia o la envidia de algunos de sus contemporáneos, no pudiendo comprender la trama de su invento, fue delatado por sortilegio o magia, y el P. Kircher fue encargado del examen de los fundamentos de su invención, y de ver si podía penetrar sus secretos, el qual hizo ver que su obra no era en el fondo más que un sistema de cifras.
Los procedimientos particulares de Tritemio consisten en representar por una palabra latina entera, cada letra de los extremos de la correspondencia secreta, y en buscar por este medio las palabras representativas, disponiéndolas de tal modo que formasen entre sí un sentido aparente, destinado a cubrir el sentido oculto en la correspondencia.
Trietmio y Kircher intentaron fundar sobre las cifras un sistema de escritura y lengua general, el qual ha servido a algunos autores poligráficos. A este efecto compusieron dos grandes vocabularios con las palabras de las principales lenguas conocidas; en el primero los diccionarios de las diversas lenguas reunidas en una misma tabla según su orden acostumbrado, y dispuestos en varias colunas, eran llevados a una común serie de nombres, que no se representaban sino en el orden fortuito de su correspondencia alfabética; cada palabra de la serie natural adquiría una especie de valor universal, y había en cada lengua una expresión señalada por la tabla.
En el segundo vocabulario estas mismas palabras estaban dispuestas según las leyes de la sinonimia, de tal manera que cada una de ellas correspondía a todas las que en las otras lenguas expresaban la misma idea: cada palabra encontrándose en esta segunda tabla acompañada de un número que la estaba señalada en la primera, se percibía inmediatamente quál era el nombre que podía anunciar una qualquiera idea en otra lengua extrangera y desconocida; v.gr., la palabra pater, se buscaba en la tabla de los sinónimos, y se ponía la cifra que le correspondía; el que recibía no tenía más que buscar en el diccionario alfabético el término que le había sido indicado, y encontraban la misma coluna pére en francés, father en inglés, water en alemán, padre en español, &c., y así uno de estos vocabularios servía de indicar las cifras con que era preciso escribir, y el otro para traducir estas cifras en la lengua particular a que pertenecían. [Nota a pie de página: El sistema de Pasigrafía y Pasilalía publicado en Francia últimamente, y que ha sido tan aplaudido, no es otra cosa que la imitación de lo que hicieron estos dos sabios]
La exposición sola de este sistema descubre a primera vista tres grandes inconvenientes que bastan para no ser admitidos. Primero, se sabe que hay en cada lengua un gran número de palabras que no tiene sinónimos en las demás. Segundo, la extrema variedad de las leyes gramaticales en las diversas lenguas conocidas, haría estas traducciones inexactísimas, y sujetas a mil equivocaciones. Tercero, estas cifras no podrían emplearse, ni hacer uso de ellas, sino llevando consigo dos vocabularios muy voluminosos para explicarlas. Estas son las causas porque jamás se ha hecho uso de este método, aunque por otra parte no dexa de ser muy ingenioso, y cuyo invento ha hecho tanto honor a estos dos grandes hombres.
Siguiendo esta idea general, y tomando otro rumbo diferente, he procurado ver si podría sacarse algún partido de este método, y efectivamente, a fuerza de trabajo y estudio he logrado el simplificarle, de modo que lo he dexado reducido a treinta y tres tablas, por lo que escribiendo en una sola lengua, se lee en todas las demás conocidas en Europa, sin necesidad de traducción, sólo con que cada qual entienda su lengua nativa por principios, cuyo método sería de grande utilidad, particularmente al comercio; pero no me es posible por ahora darle al público por lo costosa que sería la impresión, y por otras causas además. Aquí sólo trataré, para la inteligencia de los curiosos que carezcan de estas noticias, de varios métodos de correspondencia en cifra, y ocultos, de los más ingeniosos, desechando los triviales y pueriles, incluyendo a mismo efecto al fin de este tratado varias tintas simpáticas que pueden servir al mismo efecto, y para la diversión de los aficionados y curiosos en estas materias, y algunas recetas de tinta común de las mejores; el modo de borrar la escritura, y hacer revivir los caracteres de los manuscritos antiguos borrados por el tiempo.
No creo sea necesario probar si el uso de la escritura en cifra es necesario e importante en algunas ocasiones; bastará sólo insinuar, que por no haber hecho uso de él han perdido muchos su honor; ha habido crueles asesinatos; se han trastornado útiles proyectos, y se han arruinado reynos enteros.
En este tratado hay varios métodos diferentes todos igualmente indescifrables, aún hasta para los mismos que sepan las circunstancias particulares de su uso, y cada qual podrá tomar un método desconocido a los demás, aunque sea sin variar la forma de los signos.
La necesidad de un método para escribir las noticias importantes y reservadas, con la seguridad de que sólo pueda leer lo escrito la persona a quien va dirigido, ha sido reconocida desde tiempos muy antiguos.
Sin hablar aquí de la escritura geroglífica de los sacerdotes egipcios, se sabe que los Lacedemonios tenían sus scítalas, y que los Griegos se correspondían alguna veces con pedazos de pergamino rollados sobre palos de un determinado grueso, ajustando las letras según las circunstancias necesarias para hacer comprehender su significación, y es muy probable que los Romanos y los otros pueblos tuviesen también algún método para escribir de modo que sólo pudiese leer lo escrito el que supiese la clave o secreto; en Mabillon se hallan varios exemplos de los medios que fueron puestos en uso, tanto por los Gabinetes, como por los particulares.
El misterio de la escritura en cifra, que no puede ser penetrado sino por los mismos que entienden los signos, descansa sobre una idea muy simple: basta substituir a las letras del alfabeto común unos signos arbitrarios, que no tengan más valor que el de un convenio particular entre los que los emplean, y que no puedan ser entendidos sino por ellos mismos.
Este procedimiento ha sido uno de los más antiguos; pero en los siglos modernos ha llegado a mayor perfección, y ha exercitado la paciencia y sagacidad de varios sabios, y este secreto ha estado aislado por largo tiempo exclusivamente en una secta, que ocultaba cuidadosamente sus procedimientos. El estudio de este arte tuvo su origen en los misterios cabalísticos, a los quales el vulgo dio una gran importancia, por la imposibilidad que había en penetrarlos.
El Abad Tritemio, Alemán, que parece haber perfeccionado bastantemente este método de escribir, fue el primero que en el siglo diez y seis comenzó a publicarlos, aunque con alguna reserva, por lo qual adquirió tal celebridad, que los reyes y emperadores le consultaban a porfía. Escribió dos obras, la una con el título de Poligrafía, dividida en seis libros, y la otra mucho más voluminosa con el nombre de Esteganografía. El P. Kircher, jesuita, y también alemán, uno de los sabios más distinguidos de aquel siglo por los conocimientos en las lenguas, y otros varios, publicaron posteriormente otras obras con el mismo título.
Sea la celebridad que adquirió el Abad Tritemio por sus escritos, o sea la ignorancia o la envidia de algunos de sus contemporáneos, no pudiendo comprender la trama de su invento, fue delatado por sortilegio o magia, y el P. Kircher fue encargado del examen de los fundamentos de su invención, y de ver si podía penetrar sus secretos, el qual hizo ver que su obra no era en el fondo más que un sistema de cifras.
Los procedimientos particulares de Tritemio consisten en representar por una palabra latina entera, cada letra de los extremos de la correspondencia secreta, y en buscar por este medio las palabras representativas, disponiéndolas de tal modo que formasen entre sí un sentido aparente, destinado a cubrir el sentido oculto en la correspondencia.
Trietmio y Kircher intentaron fundar sobre las cifras un sistema de escritura y lengua general, el qual ha servido a algunos autores poligráficos. A este efecto compusieron dos grandes vocabularios con las palabras de las principales lenguas conocidas; en el primero los diccionarios de las diversas lenguas reunidas en una misma tabla según su orden acostumbrado, y dispuestos en varias colunas, eran llevados a una común serie de nombres, que no se representaban sino en el orden fortuito de su correspondencia alfabética; cada palabra de la serie natural adquiría una especie de valor universal, y había en cada lengua una expresión señalada por la tabla.
En el segundo vocabulario estas mismas palabras estaban dispuestas según las leyes de la sinonimia, de tal manera que cada una de ellas correspondía a todas las que en las otras lenguas expresaban la misma idea: cada palabra encontrándose en esta segunda tabla acompañada de un número que la estaba señalada en la primera, se percibía inmediatamente quál era el nombre que podía anunciar una qualquiera idea en otra lengua extrangera y desconocida; v.gr., la palabra pater, se buscaba en la tabla de los sinónimos, y se ponía la cifra que le correspondía; el que recibía no tenía más que buscar en el diccionario alfabético el término que le había sido indicado, y encontraban la misma coluna pére en francés, father en inglés, water en alemán, padre en español, &c., y así uno de estos vocabularios servía de indicar las cifras con que era preciso escribir, y el otro para traducir estas cifras en la lengua particular a que pertenecían. [Nota a pie de página: El sistema de Pasigrafía y Pasilalía publicado en Francia últimamente, y que ha sido tan aplaudido, no es otra cosa que la imitación de lo que hicieron estos dos sabios]
La exposición sola de este sistema descubre a primera vista tres grandes inconvenientes que bastan para no ser admitidos. Primero, se sabe que hay en cada lengua un gran número de palabras que no tiene sinónimos en las demás. Segundo, la extrema variedad de las leyes gramaticales en las diversas lenguas conocidas, haría estas traducciones inexactísimas, y sujetas a mil equivocaciones. Tercero, estas cifras no podrían emplearse, ni hacer uso de ellas, sino llevando consigo dos vocabularios muy voluminosos para explicarlas. Estas son las causas porque jamás se ha hecho uso de este método, aunque por otra parte no dexa de ser muy ingenioso, y cuyo invento ha hecho tanto honor a estos dos grandes hombres.
Siguiendo esta idea general, y tomando otro rumbo diferente, he procurado ver si podría sacarse algún partido de este método, y efectivamente, a fuerza de trabajo y estudio he logrado el simplificarle, de modo que lo he dexado reducido a treinta y tres tablas, por lo que escribiendo en una sola lengua, se lee en todas las demás conocidas en Europa, sin necesidad de traducción, sólo con que cada qual entienda su lengua nativa por principios, cuyo método sería de grande utilidad, particularmente al comercio; pero no me es posible por ahora darle al público por lo costosa que sería la impresión, y por otras causas además. Aquí sólo trataré, para la inteligencia de los curiosos que carezcan de estas noticias, de varios métodos de correspondencia en cifra, y ocultos, de los más ingeniosos, desechando los triviales y pueriles, incluyendo a mismo efecto al fin de este tratado varias tintas simpáticas que pueden servir al mismo efecto, y para la diversión de los aficionados y curiosos en estas materias, y algunas recetas de tinta común de las mejores; el modo de borrar la escritura, y hacer revivir los caracteres de los manuscritos antiguos borrados por el tiempo.
No creo sea necesario probar si el uso de la escritura en cifra es necesario e importante en algunas ocasiones; bastará sólo insinuar, que por no haber hecho uso de él han perdido muchos su honor; ha habido crueles asesinatos; se han trastornado útiles proyectos, y se han arruinado reynos enteros.
En este tratado hay varios métodos diferentes todos igualmente indescifrables, aún hasta para los mismos que sepan las circunstancias particulares de su uso, y cada qual podrá tomar un método desconocido a los demás, aunque sea sin variar la forma de los signos.