En 1906, al erudito danés Johan Ludvig Heiberg le llamó la atención un apunte que aparecía en cierto catálogo de manuscritos descubierto en la casa anexa al Santo Sepulcro, el Metokion, en lo que fuera barrio griego de Constantinopla. La frase “algunas matemáticas en un palimpsesto” no dejaba de intrigarle. Heiberg se había dedicado durante 20 años a estudiar la ciencia clásica griega, y que aparecieran anotaciones matemáticas en un pergamino del que alguien había borrado el texto para luego reescribir sobre él –eso significa palimpsesto: raspado de nuevo–, le causó extrañeza... y emoción. ¿Qué habría oculto allí?
Una agitada historia
La historia de ese libro es fascinante. El manuscrito había pasado desapercibido hasta 1204, cuando la cuarta cruzada se detuvo y saqueó Constantinopla. El libro sobrevivió al pillaje, pero dada la escasez de papel, y teniendo en cuenta que Dios exige más que las matemáticas, algún monje ortodoxo usó una esponja empapada en zumo de naranja para borrar la tinta original. Una vez raspada la superficie para eliminar todo vestigio de escritura, lo convirtió en un libro de oraciones. Y así subsistió los siguientes 600 años, oculto en el monasterio ortodoxo Mar Saba, cerca de Belén, hasta los primeros años del siglo XX. Cuando Heiberg ojeó las mal cuidadas páginas descubrió que bajo las oraciones se escondían retazos en griego de una de las obras de Arquímedes. El manuscrito había sido reproducido a finales del siglo X en Constantinopla y parecía ser una copia bastante fidedigna del original, que ha resultado contener, entre otros, El método de los teoremas mecánicos, que se creía perdido.
Un trabajo de alta tecnología
En su recuperación, laboriosa, intervienen hoy científicos del Museo Walters de Arte de Baltimore –dueño del palimpsesto–, del Instituto de Tecnología de Rochester y de la Xerox Corporation –que ya han trabajado con los famosos rollos del Mar Muerto–. ¿Qué más sorpresas nos deparará este viejo y perdido manuscrito?
Todo lo contrario sucedió con un libro clásico de la magia, la Steganographia de Johannes Trithemius, nombre latinizado de Johann Heidenberg. Bien conocido desde el momento de su publicación, no ha sido hasta ahora cuando hemos sabido realmente qué es lo que tenía escrito. Trithemius nació en Trittenheim –de ahí su nombre–, en lo que hoy es el estado alemán de Rheinland- Pfalz, en 1462. Según cuenta en su autobiografía, Nephiacus, su padre adoptivo le maltrataba y le impedía cualquier tipo de instrucción. Al cumplir los 15 años aprendió a leer y escribir alemán por su cuenta, al igual que los rudimentos del latín. Pero el maltrato seguía y huyó de casa en pos de una vida dedicada al estudio. En uno de sus viajes tuvo que refugiarse de una tormenta de nieve en el convento benedictino de Sponheim, y el ambiente le gustó tanto que se quedó y a los 8 días recibió los hábitos. De vida ejemplar, a los dos años de ingresar en el monasterio, y sin haber recibido los votos perpetuos, fue nombrado abad; tenía 22 años. Su pasión por el conocimiento le impulsó a adquirir los libros más importantes de la ciencia de la época. A lo largo de 23 años la biblioteca del monasterio pasó de 55 a 2.000 volúmenes, convirtiéndolo en una de las referencias más importantes de la cultura de entonces.
El abad y los espíritus
El Abad Tritemio ha pasado a la historia como uno de los fundadores de la criptografía, el arte de ocultar mensajes. Su Polygraphia, escrita en 1518, le asegura tal honor. Sin embargo, casi dos décadas antes, en 1500 escribió otra obra, Steganographia, pero no fue publicada hasta 1606. Con ella se ha ganado la fama de una de las figuras más prominentes del ocultismo del siglo XVI. En ella explica cómo enviar mensajes en menos de un día y sin usar cartas, ni libros, ni mensajeros. ¿Cómo? Nada más y nada menos que mediante espíritus. En apariencia el libro no es otra cosa que un tratado de la llamada magia angélica. Gran parte está dedicado a dar los nombres y rangos de los distintos espíritus, y sus números, horas del día, planetas y constelaciones a los que están asociados. De los tres libros de la Steganographia, los dos primeros nos cuentan la manera de conseguir la ayuda de los espíritus. El método es bastante ingenuo: se escribe la carta, se recita el ritual apropiado para invocar al ángel correspondiente –por ejemplo, Padiel aporsy mesarpon omeuas peludyn malpreaxo– y el espíritucartero aparecerá para llevar el mensaje al destinatario, que lo recibirá si usa la invocación oportuna. Por el contrario, el Libro III es sutilmente diferente. Ya no es fundamental la invocación sino el cálculo astrológico correspondiente al ángel y la hora en que se realiza; hay 28 “inteligencias planetarias”, cuatro por cada uno de los siete planetas. No es de extrañar que semejante texto entrase de cabeza en el Índice de los Libros Prohibidos de la Iglesia. Mas lo que realmente se ocultaba debajo de la maraña de operaciones mágicas era otra cosa. En 1606, al tiempo que este libro, se publicaba otro más corto: Clavis Steganographiae. Su autor pudo ser el propio Tritemio o algún ayudante suyo. En él se explicaba, como si de un libro de cocina se tratara, cómo descifrar los Libros I y II. Los encantamientos eran, en realidad, tapaderas para los verdaderos mensajes ocultos en ellos.
Un misterio de 21 páginas
Sorprendentemente, Clavis no dice nada del Libro III. De las 180 páginas del libro, sólo 21 pertenecen a esta parte que contiene un prefacio y un capítulo inacabado. Lo mejor de todo es que aquí Tritemio afirma que se puede enviar un mensaje mediante espíritus... ¡sin escribirlo siquiera! El misterio se ha mantenido durante 500 años mientras ocultistas de todas las épocas se han afanado en ver realizado lo descrito por el monje. Para su desgracia, en 1993 el alemán Thomas Ernst, un lingüista en La Roche College de Pittsburg, rompía la cifra de Tritemio. Lo publicó en la revista holandesa Daphnis, por lo que su trabajo pasó desapercibido. Tres años más tarde Jim Reeds, matemático de los Laboratorios AT&T, llegaba a la misma conclusión. En esencia, la técnica de encriptado de Tritemio es una versión primitiva de la Enigma, la máquina de cifrar que los nazis emplearon durante la II Guerra Mundial y que para romperla los británicos desarrollaron el primer ordenador de la historia, Colossus. El Libro III contiene cripto gramas disimulados como tablas astronómicas. Aunque la Steganographia está escrita en latín, el texto oculto está a veces en alemán. ¿Por qué se ha tardado tanto en descifrar? En parte porque era considerado un verdadero texto de magia, pero sobretodo porque el original fue destruido y quienes copiaron el texto cometieron errores al transcribir tablas que no comprendían. Pero una cosa es clara: Tritemio consiguió y sorprendentemente consigue convencer a sus lectores de que se trata de un libro para tratar de tú a tú con espíritus. La cortina de humo perfecta. Por suerte, o por desgracia según se mire, otros libros no han podido ser desvelados. Éste es el caso del Codex Rohonczi. De origen incierto, su nombre viene de la ciudad húngara Rohoncz, y allí se mantuvo hasta 1907, cuando fue llevado a Budapest y luego a Innsbruck.
Un enigma rumano
Tiene 448 páginas y 87 ilustraciones con escenas religiosas, laicas y militares, y está escrito en lo que parece ser papel veneciano de la década de 1540. Como la cruz, la media luna y el sol/esvástica están omnipresentes en el manuscrito, hacen pensar que el lugar donde se escribió vivió momentos de coexistencia de las religiones cristiana, musulmana y pagana. Esto es todo lo que se sabe del libro. Su contenido escrito –entre 9 y 14 filas de caracteres por página– es indescifrable. Se ha propuesto que podría ser húngaro, daciano –término con el que se nombra la lengua de las más de 20 tribus que ocuparon Rumanía y terrenos limítrofes–, un rumano primitivo o cumano –lenguaje de las tribus nómadas turcas que con la invasión mogola del siglo XIII buscaron asilo en Hungría–. Sin embargo, no hay ninguna indicación que nos diga de qué puede tratarse.
El misterio de misterios
Ahora bien, el manuscrito más misterioso del mundo tiene un nombre: Voynich. Todo empezó con Wilfrid Voynich, un librero de oscuro pasado relacionado con los movimientos anarquistas rusos y polacos que, tras ser apresado por la policía zarista y desterrado a Siberia, logró huir a Inglaterra. Una vez allí, y no se sabe muy bien cómo, consiguió el capital necesario para resurgir como librero y coleccionista de primeras ediciones e incunables. En 1915 preparó una exposición de sus fondos en Chicago y allí sacó a la luz un extraño manuscrito del siglo XV o XVI. Tiene 116 páginas, de las cuales se han perdido 14, y está iluminado con dibujos de plantas, diminutas mujeres desnudas bañándose en un líquido verde y diagramas astrológicos. También parece contener un recetario farmacológico. Según contaba Voy nich, había encontrado su manuscrito en el entonces palacio jesuita Villa Mondragone, en Frascatti, Italia (una interesante edición comentada del Manuscrito Voynich acaba de ser publicada en España por la editorial Aguilar). Lo verdaderamente misterioso es el lenguaje utilizado. ¿Se trata de una clave? ¿Es un lenguaje artificial? El manuscrito Voynich es el texto que ha resistido el mayor número de ataques criptográficos de la historia, hasta los del grupo de criptoanalistas norteamericano de la II Guerra Mundial. Hoy la hipótesis con más predicamento es que se trata de un fraude, un falso texto alquímico para sacar dinero vendiéndolo a un adinerado ocultista de la época, como el rey Rodolfo II de Praga, sobrino de Felipe II. De hecho, se sabe que el manuscrito efectivamente estuvo allí, en poder del botánico-alquimista de la corte. ¿Pero quién lo escribió?
Una agitada historia
La historia de ese libro es fascinante. El manuscrito había pasado desapercibido hasta 1204, cuando la cuarta cruzada se detuvo y saqueó Constantinopla. El libro sobrevivió al pillaje, pero dada la escasez de papel, y teniendo en cuenta que Dios exige más que las matemáticas, algún monje ortodoxo usó una esponja empapada en zumo de naranja para borrar la tinta original. Una vez raspada la superficie para eliminar todo vestigio de escritura, lo convirtió en un libro de oraciones. Y así subsistió los siguientes 600 años, oculto en el monasterio ortodoxo Mar Saba, cerca de Belén, hasta los primeros años del siglo XX. Cuando Heiberg ojeó las mal cuidadas páginas descubrió que bajo las oraciones se escondían retazos en griego de una de las obras de Arquímedes. El manuscrito había sido reproducido a finales del siglo X en Constantinopla y parecía ser una copia bastante fidedigna del original, que ha resultado contener, entre otros, El método de los teoremas mecánicos, que se creía perdido.
Un trabajo de alta tecnología
En su recuperación, laboriosa, intervienen hoy científicos del Museo Walters de Arte de Baltimore –dueño del palimpsesto–, del Instituto de Tecnología de Rochester y de la Xerox Corporation –que ya han trabajado con los famosos rollos del Mar Muerto–. ¿Qué más sorpresas nos deparará este viejo y perdido manuscrito?
Todo lo contrario sucedió con un libro clásico de la magia, la Steganographia de Johannes Trithemius, nombre latinizado de Johann Heidenberg. Bien conocido desde el momento de su publicación, no ha sido hasta ahora cuando hemos sabido realmente qué es lo que tenía escrito. Trithemius nació en Trittenheim –de ahí su nombre–, en lo que hoy es el estado alemán de Rheinland- Pfalz, en 1462. Según cuenta en su autobiografía, Nephiacus, su padre adoptivo le maltrataba y le impedía cualquier tipo de instrucción. Al cumplir los 15 años aprendió a leer y escribir alemán por su cuenta, al igual que los rudimentos del latín. Pero el maltrato seguía y huyó de casa en pos de una vida dedicada al estudio. En uno de sus viajes tuvo que refugiarse de una tormenta de nieve en el convento benedictino de Sponheim, y el ambiente le gustó tanto que se quedó y a los 8 días recibió los hábitos. De vida ejemplar, a los dos años de ingresar en el monasterio, y sin haber recibido los votos perpetuos, fue nombrado abad; tenía 22 años. Su pasión por el conocimiento le impulsó a adquirir los libros más importantes de la ciencia de la época. A lo largo de 23 años la biblioteca del monasterio pasó de 55 a 2.000 volúmenes, convirtiéndolo en una de las referencias más importantes de la cultura de entonces.
El abad y los espíritus
El Abad Tritemio ha pasado a la historia como uno de los fundadores de la criptografía, el arte de ocultar mensajes. Su Polygraphia, escrita en 1518, le asegura tal honor. Sin embargo, casi dos décadas antes, en 1500 escribió otra obra, Steganographia, pero no fue publicada hasta 1606. Con ella se ha ganado la fama de una de las figuras más prominentes del ocultismo del siglo XVI. En ella explica cómo enviar mensajes en menos de un día y sin usar cartas, ni libros, ni mensajeros. ¿Cómo? Nada más y nada menos que mediante espíritus. En apariencia el libro no es otra cosa que un tratado de la llamada magia angélica. Gran parte está dedicado a dar los nombres y rangos de los distintos espíritus, y sus números, horas del día, planetas y constelaciones a los que están asociados. De los tres libros de la Steganographia, los dos primeros nos cuentan la manera de conseguir la ayuda de los espíritus. El método es bastante ingenuo: se escribe la carta, se recita el ritual apropiado para invocar al ángel correspondiente –por ejemplo, Padiel aporsy mesarpon omeuas peludyn malpreaxo– y el espíritucartero aparecerá para llevar el mensaje al destinatario, que lo recibirá si usa la invocación oportuna. Por el contrario, el Libro III es sutilmente diferente. Ya no es fundamental la invocación sino el cálculo astrológico correspondiente al ángel y la hora en que se realiza; hay 28 “inteligencias planetarias”, cuatro por cada uno de los siete planetas. No es de extrañar que semejante texto entrase de cabeza en el Índice de los Libros Prohibidos de la Iglesia. Mas lo que realmente se ocultaba debajo de la maraña de operaciones mágicas era otra cosa. En 1606, al tiempo que este libro, se publicaba otro más corto: Clavis Steganographiae. Su autor pudo ser el propio Tritemio o algún ayudante suyo. En él se explicaba, como si de un libro de cocina se tratara, cómo descifrar los Libros I y II. Los encantamientos eran, en realidad, tapaderas para los verdaderos mensajes ocultos en ellos.
Un misterio de 21 páginas
Sorprendentemente, Clavis no dice nada del Libro III. De las 180 páginas del libro, sólo 21 pertenecen a esta parte que contiene un prefacio y un capítulo inacabado. Lo mejor de todo es que aquí Tritemio afirma que se puede enviar un mensaje mediante espíritus... ¡sin escribirlo siquiera! El misterio se ha mantenido durante 500 años mientras ocultistas de todas las épocas se han afanado en ver realizado lo descrito por el monje. Para su desgracia, en 1993 el alemán Thomas Ernst, un lingüista en La Roche College de Pittsburg, rompía la cifra de Tritemio. Lo publicó en la revista holandesa Daphnis, por lo que su trabajo pasó desapercibido. Tres años más tarde Jim Reeds, matemático de los Laboratorios AT&T, llegaba a la misma conclusión. En esencia, la técnica de encriptado de Tritemio es una versión primitiva de la Enigma, la máquina de cifrar que los nazis emplearon durante la II Guerra Mundial y que para romperla los británicos desarrollaron el primer ordenador de la historia, Colossus. El Libro III contiene cripto gramas disimulados como tablas astronómicas. Aunque la Steganographia está escrita en latín, el texto oculto está a veces en alemán. ¿Por qué se ha tardado tanto en descifrar? En parte porque era considerado un verdadero texto de magia, pero sobretodo porque el original fue destruido y quienes copiaron el texto cometieron errores al transcribir tablas que no comprendían. Pero una cosa es clara: Tritemio consiguió y sorprendentemente consigue convencer a sus lectores de que se trata de un libro para tratar de tú a tú con espíritus. La cortina de humo perfecta. Por suerte, o por desgracia según se mire, otros libros no han podido ser desvelados. Éste es el caso del Codex Rohonczi. De origen incierto, su nombre viene de la ciudad húngara Rohoncz, y allí se mantuvo hasta 1907, cuando fue llevado a Budapest y luego a Innsbruck.
Un enigma rumano
Tiene 448 páginas y 87 ilustraciones con escenas religiosas, laicas y militares, y está escrito en lo que parece ser papel veneciano de la década de 1540. Como la cruz, la media luna y el sol/esvástica están omnipresentes en el manuscrito, hacen pensar que el lugar donde se escribió vivió momentos de coexistencia de las religiones cristiana, musulmana y pagana. Esto es todo lo que se sabe del libro. Su contenido escrito –entre 9 y 14 filas de caracteres por página– es indescifrable. Se ha propuesto que podría ser húngaro, daciano –término con el que se nombra la lengua de las más de 20 tribus que ocuparon Rumanía y terrenos limítrofes–, un rumano primitivo o cumano –lenguaje de las tribus nómadas turcas que con la invasión mogola del siglo XIII buscaron asilo en Hungría–. Sin embargo, no hay ninguna indicación que nos diga de qué puede tratarse.
El misterio de misterios
Ahora bien, el manuscrito más misterioso del mundo tiene un nombre: Voynich. Todo empezó con Wilfrid Voynich, un librero de oscuro pasado relacionado con los movimientos anarquistas rusos y polacos que, tras ser apresado por la policía zarista y desterrado a Siberia, logró huir a Inglaterra. Una vez allí, y no se sabe muy bien cómo, consiguió el capital necesario para resurgir como librero y coleccionista de primeras ediciones e incunables. En 1915 preparó una exposición de sus fondos en Chicago y allí sacó a la luz un extraño manuscrito del siglo XV o XVI. Tiene 116 páginas, de las cuales se han perdido 14, y está iluminado con dibujos de plantas, diminutas mujeres desnudas bañándose en un líquido verde y diagramas astrológicos. También parece contener un recetario farmacológico. Según contaba Voy nich, había encontrado su manuscrito en el entonces palacio jesuita Villa Mondragone, en Frascatti, Italia (una interesante edición comentada del Manuscrito Voynich acaba de ser publicada en España por la editorial Aguilar). Lo verdaderamente misterioso es el lenguaje utilizado. ¿Se trata de una clave? ¿Es un lenguaje artificial? El manuscrito Voynich es el texto que ha resistido el mayor número de ataques criptográficos de la historia, hasta los del grupo de criptoanalistas norteamericano de la II Guerra Mundial. Hoy la hipótesis con más predicamento es que se trata de un fraude, un falso texto alquímico para sacar dinero vendiéndolo a un adinerado ocultista de la época, como el rey Rodolfo II de Praga, sobrino de Felipe II. De hecho, se sabe que el manuscrito efectivamente estuvo allí, en poder del botánico-alquimista de la corte. ¿Pero quién lo escribió?