Cuenta la leyenda que el diablo (nombre con el que lo denominaron los nativos) se trasladó desde España a Cartagena de Indias en la época de la colonia, sembrando sus reales en el Cerro de la Popa desde donde atemorizaba a la población, afectándolos con la peste, tempestades, centellas y hambrunas. Allí mismo era adorado por hombres y mujeres africanos que danzaban a la luz de fogatas. Se dice que el enemigo malo se aparecía en forma de macho cabrío, y sus seguidores le habían elaborado una estatua en oro. Fue expulsado de sus dominios por varios frailes que subieron hasta sus antros y exorcizaron el lugar, lanzando desde la altura por un precipicio el ídolo infernal, el cual estalló al caer. A este precipicio se le conoce como El Salto del Cabrón. Entonces el demonio se dirigió hacia Santiago de Cali, apoderándose de uno de los cerros tutelares de la naciente ciudad. Al igual que en Cartagena de Indias, Buziraco asoló la región con sequías, viruelas y toda suerte de pestes y hambrunas. En las noches de tempestad se afirmaba que se observaba sobre el cerro la sombra de un ser con enormes alas de murciélago que reía a carcajadas y al cual sus seguidores festejaban con danzas lúbricas. Para desterrarlo, fue necesario iniciar romerías hacia el cerro, las cuales fueron dirigidas por frailes mercedarios, que con rezos, y agua bendita intentaron por largo tiempo desarraigar de su querencia al maligno.
Para evitar nuevos embates de Buziraco, en 1837 dos misioneros enviados desde Popayán: Vicente y Juan de Cuesta exorcizaron definitivamente al demonio levantando en el lugar tres cruces de guadua (variedad local de caña, utilizada en construcción) que recordaban la pasión de Jesucristo acompañado de dos ladrones. Con el paso del tiempo, las cruces se cayeron y nuevos desastres asolaron a Santiago de Cali; plagas como la langosta, la sequía, incendios, etc, presagiaban el regreso de Buziraco. En 1937 el padre Marco Tulio Collazos mandó construir las tres cruces en ferro concreto a fin de darle tranquilidad a la población. Cada año se realizaban las romerías al cerro que desde entonces y hasta hoy en día se denomina el Cerro de las 3 cruces, en tanto que en otro cerro mas al sur, se erigió una estatua en concreto de casi 30 metros de altura de el Salvador del Mundo, guardando semejanza con su homóloga que en el corcovado, Brasil vigila desde la altura las playas y el mar.
Para evitar nuevos embates de Buziraco, en 1837 dos misioneros enviados desde Popayán: Vicente y Juan de Cuesta exorcizaron definitivamente al demonio levantando en el lugar tres cruces de guadua (variedad local de caña, utilizada en construcción) que recordaban la pasión de Jesucristo acompañado de dos ladrones. Con el paso del tiempo, las cruces se cayeron y nuevos desastres asolaron a Santiago de Cali; plagas como la langosta, la sequía, incendios, etc, presagiaban el regreso de Buziraco. En 1937 el padre Marco Tulio Collazos mandó construir las tres cruces en ferro concreto a fin de darle tranquilidad a la población. Cada año se realizaban las romerías al cerro que desde entonces y hasta hoy en día se denomina el Cerro de las 3 cruces, en tanto que en otro cerro mas al sur, se erigió una estatua en concreto de casi 30 metros de altura de el Salvador del Mundo, guardando semejanza con su homóloga que en el corcovado, Brasil vigila desde la altura las playas y el mar.