Benjamín Charles
Estimados, perdonen que publique este texto, cuyo contenido seguramente ya todos ustedes conocen, pero es una promesa hecha a Benjamín Charles: la difusión de una semblanza y pequeña crónica.
Por este texto, junto con otros, conforman el libro "Barinas 12+1", por el cual ganamos en 2015 el Premio Nacional de Perodismo.
Saludos.
A continuación el texto:
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De hombre esclavizado a ánima benefactora de los conductores
La espiritualidad más genuina de los venezolanos no está hecha de imposiciones coloniales sino del afecto de algunos personajes muy queridos y respetados en vida, y que fueron elevados a la categoría de ánimas benefactoras por el fervor popular, no por cúpulas que mercadean con la fe y el hermoso asombro de los excluidos y los desposeídos. Benjamín Charles encaja perfectamente en esa corriente de adoración de gente del pueblo por el mismo pueblo.
Las carreteras de Barinas, como todas las del país, hierven en historias, mitos y cuentos de todo calibre. Y fue precisamente en la construcción del terraplén que luego fue la carretera fundamental del estado (la Troncal 5, que atraviesa de noreste a suroeste el eje más estratégico de la entidad) donde un trinitario de nombre Benjamín Charles se vino con su hermano a buscar trabajo para su sustento. Así que cuando usted transite por esa carretera, específicamente entre Pedraza La Vieja y Capitanejo, rumbo a Santa Bárbara, tome nota de este detalle crucial: esa capilla que despunta a su mano izquierda es un tributo del pueblo barinés, y especialmente de sus conductores, a alguien que trabajó hace casi un siglo en condiciones de esclavitud para construir esa vía.
Terminado ese trabajo decidió quedarse en tierras del actual municipio Pedraza y allí le dio rienda suelta a lo que era su verdadera vocación: curioso de la medicina, recetaba y además repartía ramas, bebedizos, compuestos para las dolencias del cuerpo. Una vez al año subía a los páramos merideños por el Quinó y regresaba cargado de infusiones, dulces, objetos varios; se dice que además de comerciante ejercía gratis el oficio de correo, así que mucha gente se comunicaba con sus familiares sin costo alguno utilizando los servicios de esta especie de facebook de principios del siglo 20.
Como se hizo experto en brebajes que no eran de la zona de Pedraza era lógico que al recetar se ofreciera él mismo para preparar algunos brebajes medicinales. En una de estas andaba cuando cometió el error de ir a atender en su casa a una mujer cuyo marido, un tal Estanislao, tenía muy mal humor. El natural don de gentes del negro Charles y las habladurías le fundieron la capacidad de razonar a ese sujeto; así comenzó a tejerse una tragedia.
El Negro Charles no sólo era yerbatero sino que tenía un altar donde convocaba a la gente para la oración, pero no por eso dejaba de tomarse los tragos y parrandear como lo hacían todos los hombres del lugar. Era un ser humano como cualquiera, sólo que dotado de grandes sentimientos de generosidad y desprendimiento.
El martes de la Semana Santa de 1936 Estanislao emboscó a Benjamín Charles en un camino de las afueras de Guayabal. Un escopetazo acabó con la historia del Negro pero dio inicio a la leyenda: el primer prodigio que se le atribuye es el haberle hecho imposible al asesino esconder su cadáver. Estanislao lo arrojaba en los matorrales y al salir al camino ahí estaba otra vez el cuerpo del Negro, en el mismo lugar en que había caído.
Hoy en el monumento la gente ha depositado miles de placas, cartas, fotografías, mensajes, prendas de vestir; licencias de conducir, certificados médicos, papeles de propiedad de vehículos; objetos varios de viajeros agradecidos, a quienes el Negro Charles les ha hecho favores de toda clase. Los más comunes tienen que ver con automóviles: si usted le pide un carro con el suficiente fervor, y dejándole o prometiéndole algún tributo simbólico o monetario, el Negro le responderá, con toda seguridad. Esa es la razón por la cual, 18 meses después de solicitarle uno, debí volver allí para obsequiarle esta reseña y las gracias. Una copia de esta crónica quedará pegada en alguna pared de la capilla en honor del Negro.
Las carreteras de Barinas, como todas las del país, hierven en historias, mitos y cuentos de todo calibre. Y fue precisamente en la construcción del terraplén que luego fue la carretera fundamental del estado (la Troncal 5, que atraviesa de noreste a suroeste el eje más estratégico de la entidad) donde un trinitario de nombre Benjamín Charles se vino con su hermano a buscar trabajo para su sustento. Así que cuando usted transite por esa carretera, específicamente entre Pedraza La Vieja y Capitanejo, rumbo a Santa Bárbara, tome nota de este detalle crucial: esa capilla que despunta a su mano izquierda es un tributo del pueblo barinés, y especialmente de sus conductores, a alguien que trabajó hace casi un siglo en condiciones de esclavitud para construir esa vía.
Terminado ese trabajo decidió quedarse en tierras del actual municipio Pedraza y allí le dio rienda suelta a lo que era su verdadera vocación: curioso de la medicina, recetaba y además repartía ramas, bebedizos, compuestos para las dolencias del cuerpo. Una vez al año subía a los páramos merideños por el Quinó y regresaba cargado de infusiones, dulces, objetos varios; se dice que además de comerciante ejercía gratis el oficio de correo, así que mucha gente se comunicaba con sus familiares sin costo alguno utilizando los servicios de esta especie de facebook de principios del siglo 20.
Como se hizo experto en brebajes que no eran de la zona de Pedraza era lógico que al recetar se ofreciera él mismo para preparar algunos brebajes medicinales. En una de estas andaba cuando cometió el error de ir a atender en su casa a una mujer cuyo marido, un tal Estanislao, tenía muy mal humor. El natural don de gentes del negro Charles y las habladurías le fundieron la capacidad de razonar a ese sujeto; así comenzó a tejerse una tragedia.
El Negro Charles no sólo era yerbatero sino que tenía un altar donde convocaba a la gente para la oración, pero no por eso dejaba de tomarse los tragos y parrandear como lo hacían todos los hombres del lugar. Era un ser humano como cualquiera, sólo que dotado de grandes sentimientos de generosidad y desprendimiento.
El martes de la Semana Santa de 1936 Estanislao emboscó a Benjamín Charles en un camino de las afueras de Guayabal. Un escopetazo acabó con la historia del Negro pero dio inicio a la leyenda: el primer prodigio que se le atribuye es el haberle hecho imposible al asesino esconder su cadáver. Estanislao lo arrojaba en los matorrales y al salir al camino ahí estaba otra vez el cuerpo del Negro, en el mismo lugar en que había caído.
Hoy en el monumento la gente ha depositado miles de placas, cartas, fotografías, mensajes, prendas de vestir; licencias de conducir, certificados médicos, papeles de propiedad de vehículos; objetos varios de viajeros agradecidos, a quienes el Negro Charles les ha hecho favores de toda clase. Los más comunes tienen que ver con automóviles: si usted le pide un carro con el suficiente fervor, y dejándole o prometiéndole algún tributo simbólico o monetario, el Negro le responderá, con toda seguridad. Esa es la razón por la cual, 18 meses después de solicitarle uno, debí volver allí para obsequiarle esta reseña y las gracias. Una copia de esta crónica quedará pegada en alguna pared de la capilla en honor del Negro.
Última edición por JRDuque el Jue Mayo 19, 2016 1:56 pm, editado 1 vez