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El Credo Umbandista: “Yo creo”
 
1 El Credo, o “yo creo” se trata de una oración en la cual la persona confiesa aquellas verdades fundamentales que forman parte de su creencia, vida y espiritualidad; en él se menciona los principios fundamentales y se declara abiertamente: “yo creo”; esto constituye una identidad delante de los hombres, delante de la Ley Divina y delante del Mundo de los Espíritus, donde residen los eternos destinatarios a ser nuestros compañeros. Quien reza el credo, se confiesa umbandista en la intención, y quien lo comprende, se confiesa umbandista en la convicción; en ello se proclama a todos los mundos: “yo soy en lo que creo y ello seré para ustedes, no soy desconocido, soy el que soy y eso soy para ustedes porque es lo que creo”; este trabalenguas encierra en él un misterio a develar en meditación, pues, constituye base pilar de lo que somos, creemos y lo que nos rige: ¿qué crees que eres? ¿Por qué soy lo que creo? ¿Por qué lo seré para ustedes [los Espíritus encarnados y desencarnados]? ¿Por qué ello no me convierte en un desconocido tras declarar mi fe? ¿Por qué ello será así y no de otra manera? He aquí preguntas directas a responder sobre El Credo en la meditación, la recitación, la oración.
 
2 Con certeza os aseguro que, aquellos que deambulan por la vida sin filosofía y sin religión, no tienen una identidad frente a la sociedad, frente a sí mismos ni frente a la espiritualidad; en medio de sus crisis han llegado a oír “debe definirse”, lo que no alcanza a quedar aclarado en primera instancia, porque, ¿sobre qué debo definirme exactamente? ¿Mi sexualidad? ¿Mi vocación? ¿Mi trabajo? ¿Mi afectividad? ¿Mi salud?... Por cierto que sí, a todo eso, pero todo eso parte de “eso” que primeramente debemos definir en nuestras vidas que es la filosofía y la religión, ello decide en qué creemos, cómo nos presentaremos ante los hombres, ante los Espíritus y ante sí mismos, estableciendo los valores, definiendo las herramientas que nos ayudan a comprender y conducirnos por la vida, y, asumiendo nuestro destino aquí en la Tierra para que de ello venga un equilibrio de cuerpo y alma tal que, podamos ser más felices y exitosos, menos infelices y fracasados como el azar nos predispone a ser.
 
3 Aquel que no tiene Credo, es aquel que va de un lugar a otro y en ninguna parte consigue saciar su ansiedad y carencia, porque sin Credo, tampoco se sabe específicamente lo que se quiere y de qué manera se quiere, por ello, el Espíritu se inconforma con lo que consigue dado que ello no le define si eso será entendido como felicidad o vacío entristecido. Aquel que es sin Credo, es arrastrado por los hombres y los Espíritus por caminos inciertos, porque no posee una brújula que le dé una dirección, ni siquiera una línea que le indique que está desviado; él no tiene hogar, no lo tiene definido, tampoco vocación, ni profesión, nada le gusta, nada le apasiona, no tiene sueños, etcétera… Ese alguien es el que se hace candidato a escapar de la realidad en la fuga de consciencia por los psicotrópicos alucinógenos, las drogas y los excesos de las pasiones, se crean realidades alternas que se obligan a creer y se sumergen en cuanta doctrina le ayude a mantenerse ajeno a la realidad… Pese a ello, sigue agonizando, porque le falta El Credo.
 
4 El Credo es importante, y quien se lo repite constante, él se define a sí mismo la felicidad, dónde está ella y cómo se obtiene y cómo no; define la infelicidad, y, el sentido directo de los sufrimientos; conecta a Dios y las jerarquías del Cielo involucrados en la vida; le indica cuál es su papel en el mundo; le da los medios para resistir a lo largo de la prueba y da herramientas para superarse continuamente; cuando no, te da la esperanza del mañana, la fe en el futuro, garantizando que el Cielo u otro lugar guardará para ti una bienaventuranza por las amarguras que decides soportar en nombre del Bien. El Credo es importante, y debe recitarse para que se grabe en la memoria de nuestra alma, así, ni como hombres ni como Espíritus dudaremos, nos desorientaremos, perderemos la esperanza en medio de las tribulaciones que padece el cuerpo y el Espíritu. El Credo se reza así:
 
Creo en Òlórúnm, omnipotente y supremo, creo en los Òrìşà y en los Espíritus divinos que nos trajeron para la vida por voluntad de este majestuoso Padre. Creo en las falanges espirituales orientando al hombre en la vida terrena. Creo en la Ley de Reencarnación y en la Justicia Divina según la Ley de Karma, creo en la comunicación de los Guías Espirituales encaminándonos para la Caridad y la práctica del Bien; creo en la invocación, la oración y la ofrenda como actos de fe y creo en la Umbanda como religión redentora capaz de elevarnos por el camino de la evolución hasta nuestro glorioso Padre Òlórúnm. ¡Gloria a Òlórúnm! ¡Gloria a oshanlá! ¡Gloria a los Òrìşàs y las entidades trabajadoras de la siembra umbandista!
 
5 «Creo en Olorun, Omnipotente y Supremo»; Olo + Orun = dueño del Cielo; Él es Dios1, el Supremo puesto que por encima de Él no hay nadie más; el Creador, pues, ha dado origen a todo lo que existe en la faz del Universo, incluyendo a las fuerzas cósmicas y los Orixás; a quien se confieren los atributos de Dios: Omnipotencia (todo lo puede), Inmutabilidad (jamás ha cambiado ni lo hará), Inmaterial (no es elemento material ni espiritual, es Espíritu puro, desprovisto de materia semi-corpórea como los Espíritus), Único (no hay otro Dios), Eterno (siempre ha existido y siempre existirá, no tiene principio ni fin) y Soberanamente Justo y Bueno (su justicia y misericordia traspasan la línea del entendimiento humano e incluso de los propios Espíritus más cercanos a Él).
 
6 «Creo en los Orixás y en los Espíritus divinos que nos trajeron para la vida por voluntad de este majestuoso Padre»; los Orixás son los mediadores de Dios y los Espíritus y estos últimos, entre las jerarquías divinas y el hombre quienes nos trajeron a la vida, preparando todo, para nuestra encarnación en el mundo de los vivos como una orden de Dios2.
 
7 «Creo en las falanges espirituales, orientando a los hombres en la vida terrena»; existen legiones de seres espirituales, buenos y malos que, intervienen en la vida de los hombres orientando y comúnmente dirigiendo nuestras vidas mientras somos hombres vivos caminantes por la Tierra3.
 
8 «Creo en la reencarnación y en la Justicia Divina, según la ley del karma»; el hombre vive una y otra vez tomando por vez un cuerpo y prueba distinta con el fin de evolucionar2, 4; Dios interviene en los sucesos de la vida a través de sus leyes determinando nuestros goces y penas, recompensa y castigo; todo esto obedece a la causa y efecto, es decir, a las consecuencias que se producen a partir de nuestras acciones.
 
9 «Creo en la comunicación de los guías espirituales encaminándonos para la caridad y la práctica del bien»; los buenos Espíritus, elevados en su condición, ejercen una función de guiatura en la cual nos aconsejan y dirigen3 en el día a día con el fin de promover nuestro mejoramiento, ejerciendo nuestros deberes de manera desinteresada en el bien5.
 
10 «Creo en la invocación, la oración y la ofrenda como actos de fe»; los Espíritus interceden por los hombres y son capaces de interceder en los acontecimientos de la vida6, por ello, a semejanza que en el Credo Católico donde se dice «Creo en la comunión de los Santos», aquí los Santos son nada más ni menos que los Espíritus a quienes llamamos con la finalidad de recibir su asistencia; la oración7 nos acerca a Dios y la ofrenda (moral o no) nos gana su simpatía7.
 
11 «Creo en la Umbanda, como religión redentora, capaz de llevarnos por el camino de la evolución hasta nuestro Padre Olorun»; la Umbanda persigue el propósito de educar y encaminar al hombre por un camino mejor y más espiritual, donde el hombre pueda conducirse por la vida de manera más armoniosa en su relación con Dios.
 
12 «¡Gloria a Olorun! ¡Gloria a Oxalá! ¡Gloria a los Orixás y a las entidades trabajadoras de la siembra umbandista!»; esto equivale a lo mismo que decir «Gloria al Padre, Hijo y Espíritu Santo» debido a que, Olorun es Dios, el Padre, y Oxalá, su hijo, figura que lo representa entre las divinidades jerarcas del Mundo Espiritual, es el Hijo que lo encarna a Él, y los Orixás y las falanges espirituales son seres que poseen la cualidad santificada, son Espíritu Santo, como Espíritu Santo es aquel que anima a un hombre justo y bueno en camino de santidad. ¡Alabanza a ellos!
 
13 El Credo nos recuerda con cada meditación al rezarlo cuáles son nuestras creencias y con ello enfrentamos la vida. Especialmente cuando se esté dudoso y se atraviese por duras pruebas llenas de angustia, El Credo evoca nuestra espiritualidad a fin de consolarnos, darnos esperanza y reafirmar nuestras convicciones. Por esta razón es importante que el umbandista conozca, comprenda y rece su Credo.
 
:::Chico Xavier de Òşờớsí:::
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«Puesto que todas las religiones – o, más bien, todos los pueblos- adoran a un mismo Dios (sea cual fuere el nombre que le den).» Afirmación del Libro de los Espíritus, pregunta #671.
2 Libro de los Espíritus, libro segundo: mundo espírita o de los espíritus, Capitulo II, Encarnación de los Espíritus, ítem I.- Finalidad de la encarnación. Libro de los Espíritus, libro segundo: mundo espírita o de los espíritus, Capitulo VII, La vida corporal, ítem II.- Unión del alma con el cuerpo.
3 «su influjo es mayor de lo que creéis, porque son sobrada frecuencia son ellos los que os dirigen» Afirmación del Libro de los Espíritus, pregunta #459. «Los Espíritus ejercen influencia sobre la vida puesto que ellos son quienes nos aconsejan» Afirmación del Libro de los Espíritus, pregunta #525.
4 Libro de los Espíritus, libro segundo: mundo espírita o de los espíritus, Capitulo IV, Pluralidad de existencias, ítem I y II.- De la reencarnación y Justicia de la reencarnación. Libro de los Espíritus, libro cuarto: esperanzas y consolaciones, Capítulo II, Penas y goces futuros, ítem III.- Intervención de Dios en las penas y recompensas. Cielo e Infierno, Capítulo VII.- Las penas futuras según el Espiritismo: Código penal de la vida futura.
5 Libro de los Espíritus, libro segundo: mundo espírita o de los espíritus, Capitulo, Capítulo IX, Intervención de los espíritus en el mundo corporal, ítem vi.- Ángeles de la guarda. Espíritus protectores, familiares o simpáticos.
6 Libro de los Espíritus, libro segundo: mundo espírita o de los espíritus, Capítulo IX, Intervención de los espíritus en el mundo corporal, ítem VIII.- Influencia de los espíritus sobre los acontecimientos de la vida.
7 Libro de los Espíritus, libro tercero: leyes morales, Capitulo II.- Ley de adoración, ítem IV.- De la oración e ítem VI.- Sacrificios.

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Lo escrito aquí persigue un propósito ecuménico y fraterno, acatando el deber que con la difusión escrita tengo con el Bien Común, expresa en la siguiente cita:
¿El escritor de determinada obra será juzgado por los efectos producidos por su labor intelectual en la Tierra?
El libro es igualmente como la siembra. El escritor correcto, sincero y bien intencionado es el labrador precavido que alcanzará la cosecha abundante y la elevada retribución de las leyes divinas a su actividad. El literato fútil, amigo de la insignificancia y de la vanidad, es como aquel trabajador ocioso y nulo que “siembra vientos para recoger tempestades”. Y el hombre de inteligencia que vende su pluma, su opinión y su pensamiento, en el mercado de la calumnia, del interés, de la ambición y de la maldad, es el agricultor criminal que humilla las posibilidades generosas de la Tierra, que roba a los vecinos, que no planta y no permite el desarrollo de la siembra ajena, cultivando espinos y agravando responsabilidades por las cuales responderá un día, cuando hubiera despedido la indumentaria del mundo, para comparecer ante las verdades del Infinito.


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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.