Enseñanza  1375112_10201562951547541_1278307898_n


“Era más o menos el sexto día de ayuno, debajo de aquel arbolito que me protegía del calor abrasador del verano.
Una mariposa de hermosos colores: azul, blanco, rojo y negro, me visitaba nuevamente. Sin embargo esta vez se posó en mi pierna y se quedó largo rato. Pasó tanto rato que temía moverme, y sin querer aplastarla con el peso de mi cuerpo. Caminaba por mis piernas con total displicencia y sin dar señales de querer irse.
En ese momento me llegó a la memoria algo que había escuchado antes de iniciar al retiro de la Búsqueda de Visión: “si se les presenta algún animal en su círculo, háblenle, pregúntenle si tiene algo para decirles”.
Estas palabras que nos había dicho Aurelio, el líder espiritual indígena que dirigía la Búsqueda, resonaban en mi cabeza. Pero no era sencillo para mí aceptar la posibilidad de diálogo con un insecto. Luego aprendería que el problema no era comenzar a hablarle, sino que las dificultades comenzarían, al menos para mi pobre cabeza, cuando comenzara a responderme.
Tomé coraje:
-“¿Tienes algo para decirme, o para enseñarme?”- pregunté.
Quedé totalmente sorprendido al escuchar su respuesta. Parecía una voz, y a la vez una presencia dentro de mí. Tiempo después escucharía al propio Wallace Black Elk, que los animales responden directamente con el pensamiento.
-Lo que tengo para enseñarte –dijo- es mi Medicina.

Está constituida por cuatro cosas. La primera es la Gracias, la segunda es la Belleza, la tercera es el Riesgo, y la cuarta es la Confianza total en el Plan de Amor del Gran Espíritu” –y enseguida pasó a explicarme cada una de ellas-.
La Gracia es el don que el Gran Espíritu da a cada una de sus criaturas. El mío es la Belleza. Pero para poder vivir el don que me ha sido dado, para honrarlo, tengo que exponerme y volar por los prados, y mis colores me hacen presa fácil de los predadores: los pájaros. Por ende, para poder expresar el don que me otorgaron, tengo que arriesgar mi vida a cada instante. Hacerlo es imposible sin la confianza, sin la entrega total al plan amoroso del Gran Espíritu.
Mientras me explicaba todo esto, yo entendía que lo que ella describía como su Medicina era una enseñaza para todos los seres vivos, pero en particular para nosotros los seres humanos, o “los dos piernas” como nos llaman. Vi pasar tantos momentos de decisión donde la exposición y la toma de riesgo iban de la mano de expresar, o no, y propia esencia, mi punto de vista, y cómo a lo largo de la historia de la humanidad, quienes habían corrido el riesgo, aún a expensas de su vida, habían contribuido a cambiar el curso de nuestra existencia.