SAN CIPRIANO BENDITO "EL HECHICERO"
Cipriano, “El Hechicero” (así denominado para distinguirle del célebre San Cipriano, obispo de Cartago). Hijo de padres paganos y muy ricos, nació en 250 D.C. en la Antioquia, región situada entre Siria y Arábia, perteneciente a Fenícia. Desde la infancia, Cipriano fue inducido a los estudios de la hechicería y de las ciencias ocultas como la alquimia, astrología, adivinación y las diversas modalidades de magia.
Después de mucho tiempo viajando por Egipto, Grecia y otros países perfeccionando sus conocimientos, a los treinta años de edad Cipriano llega a Babilonia a fin de conocer la cultura ocultista de los Caldeos. Fue en esta época que encontró a la bruja Ëvora, con quien tuvo la oportunidad de intensificar sus estudios y aprimorar la técnica de la premonición. Évora murió de avanzada edad, pero dejó sus manuscritos a Cipriano, los cuales le fueron de gran provecho. Así, inmediatamente se hizo muy conocido, respetado y temido por donde pasaba.
Su Conversión al Cristianismo
Vivía en Antioquia, la bella y rica doncella Justina. Su padre Edeso y su madre Cledonia, la educaron en las tradiciones paganas. Sin embargo, oyendo las plegarias del diácono Prailo, Justina se convirtió al cristianismo, dedicando su vida a las oraciones, consagrando y preservando su virginidad.
Un joven rico llamado Aglaide se enamoró por Justina. Los padres de la doncella (también convertidos a la fe Cristiana) la concedieron por esposa. Sin embargo, Justina no aceptó casarse. Aglaide recurrió a Cipriano para que el hechicero utilizara su poder, de modo que la doncella abandonara la fe y se entregara a él inmediatamente y aceptara el matrimonio.
Cipriano invocó a Lucifer para que este blandiera el pecado de la tentación demoníaca sobre Justina, utilizó polvos que despertarían la lujuria, ofreció sacrificios y empleó diversas obras malignas. Pero no obtuvo resultado, pues Justina se defendía con oraciones y la Señal de la Cruz.
La ineficacia de los hechizos solo hizo que Cipriano se desilusionara profundamente de su fe pagana y se volviera contra el demonio. Influenciado por un amigo cristiano de nombre Eusebio, el brujo se convirtió al cristianismo, llegando a quemar sus manuscritos de hechicería y distribuir sus bienes entre los pobres.
Las noticias de la conversión y de las obras cristianas de Cipriano y Justina, llegaron hasta el emperador Diocleciano que se encontraba en la Nicomedia. Ambos fueron perseguidos, prendidos y torturados. Justina fue chicoteada, y Cipriano azotado con pendientes de hierro. Aun sufriendo estas torturas no cedieron ni renegarón de su fé. Irritado con esta resistencia, Diocleciano ordenó que Cipriano y Justina fueran lanzados en una caldera de cera hirviente. Los mártires ni con estos castigos renunciaron, y tampoco demostraban sufrimiento. El hechicero Athanasio (que había sido discípulo de Cipriano) juzgó que las torturas no surtían efecto debido a algún sortilegio lanzado por su ex-maestro.
En la tentativa de desafiar Cipriano y elevar la propia moral, Athanasio invocó los demonios y se tiró en la caldera. Su cuerpo fue diezmado por el calor en pocos segundos.
Después de este hecho, el emperador Diocleciano finalmente ordenó la muerte de Justina y Cipriano; El día 26 de Septiembre de 304, los mártires y otro cristiano de nombre Teotiso, fueron decapitados a las márgenes del Río Gallo de la Nicomédia. Sus cuerpos quedaron expuestos por 6 días, hasta que un grupo de cristianos los recogió y los llevaron a Roma, quedando bajo los cuidados de una señora llamada Rufina. Ya en el imperio de Constantino, los restos mortales fueron enviados para la Basílica de San Juan Letrado.
QUE NUESTRA MADRE REINA ME LES ILUMINE LOS CAMINOS
Cipriano, “El Hechicero” (así denominado para distinguirle del célebre San Cipriano, obispo de Cartago). Hijo de padres paganos y muy ricos, nació en 250 D.C. en la Antioquia, región situada entre Siria y Arábia, perteneciente a Fenícia. Desde la infancia, Cipriano fue inducido a los estudios de la hechicería y de las ciencias ocultas como la alquimia, astrología, adivinación y las diversas modalidades de magia.
Después de mucho tiempo viajando por Egipto, Grecia y otros países perfeccionando sus conocimientos, a los treinta años de edad Cipriano llega a Babilonia a fin de conocer la cultura ocultista de los Caldeos. Fue en esta época que encontró a la bruja Ëvora, con quien tuvo la oportunidad de intensificar sus estudios y aprimorar la técnica de la premonición. Évora murió de avanzada edad, pero dejó sus manuscritos a Cipriano, los cuales le fueron de gran provecho. Así, inmediatamente se hizo muy conocido, respetado y temido por donde pasaba.
Su Conversión al Cristianismo
Vivía en Antioquia, la bella y rica doncella Justina. Su padre Edeso y su madre Cledonia, la educaron en las tradiciones paganas. Sin embargo, oyendo las plegarias del diácono Prailo, Justina se convirtió al cristianismo, dedicando su vida a las oraciones, consagrando y preservando su virginidad.
Un joven rico llamado Aglaide se enamoró por Justina. Los padres de la doncella (también convertidos a la fe Cristiana) la concedieron por esposa. Sin embargo, Justina no aceptó casarse. Aglaide recurrió a Cipriano para que el hechicero utilizara su poder, de modo que la doncella abandonara la fe y se entregara a él inmediatamente y aceptara el matrimonio.
Cipriano invocó a Lucifer para que este blandiera el pecado de la tentación demoníaca sobre Justina, utilizó polvos que despertarían la lujuria, ofreció sacrificios y empleó diversas obras malignas. Pero no obtuvo resultado, pues Justina se defendía con oraciones y la Señal de la Cruz.
La ineficacia de los hechizos solo hizo que Cipriano se desilusionara profundamente de su fe pagana y se volviera contra el demonio. Influenciado por un amigo cristiano de nombre Eusebio, el brujo se convirtió al cristianismo, llegando a quemar sus manuscritos de hechicería y distribuir sus bienes entre los pobres.
Las noticias de la conversión y de las obras cristianas de Cipriano y Justina, llegaron hasta el emperador Diocleciano que se encontraba en la Nicomedia. Ambos fueron perseguidos, prendidos y torturados. Justina fue chicoteada, y Cipriano azotado con pendientes de hierro. Aun sufriendo estas torturas no cedieron ni renegarón de su fé. Irritado con esta resistencia, Diocleciano ordenó que Cipriano y Justina fueran lanzados en una caldera de cera hirviente. Los mártires ni con estos castigos renunciaron, y tampoco demostraban sufrimiento. El hechicero Athanasio (que había sido discípulo de Cipriano) juzgó que las torturas no surtían efecto debido a algún sortilegio lanzado por su ex-maestro.
En la tentativa de desafiar Cipriano y elevar la propia moral, Athanasio invocó los demonios y se tiró en la caldera. Su cuerpo fue diezmado por el calor en pocos segundos.
Después de este hecho, el emperador Diocleciano finalmente ordenó la muerte de Justina y Cipriano; El día 26 de Septiembre de 304, los mártires y otro cristiano de nombre Teotiso, fueron decapitados a las márgenes del Río Gallo de la Nicomédia. Sus cuerpos quedaron expuestos por 6 días, hasta que un grupo de cristianos los recogió y los llevaron a Roma, quedando bajo los cuidados de una señora llamada Rufina. Ya en el imperio de Constantino, los restos mortales fueron enviados para la Basílica de San Juan Letrado.
QUE NUESTRA MADRE REINA ME LES ILUMINE LOS CAMINOS