El Conflicto Humano (síntesis)
La ignorancia es la que nos lleva al dolor como lo afirman las filosofías orientales. Por eso antes de poder buscar soluciones o ayudas a las dificultades que tenemos a diario es fundamental que comprendamos las raíces más comunes que sostienen el conflicto humano; es decir, analizar las causas básicas por las cuales atravesamos con frecuencia situaciones de dolor, incertidumbre o confusión.

El sentido por el cual vivimos tales experiencias es principalmente para adquirir mayor conciencia de nuestros actos y descubrir quiénes somos en verdad; muchas veces necesitamos también fortalecer y poner a prueba nuestro Espíritu, razón por la cual éste se encarga de elegir vivencias que para nuestra Alma pueden resultar difíciles y dolorosas. Si bien este “para qué” debe ser un escudo que nos permita avanzar a pesar de los obstáculos, saber el “por qué” también es importante para iniciar una transformación real en nuestra vida.

A continuación resumiremos estas causas tal como operan en la naturaleza humana, sin pretender ahondar en causas específicas o ejemplos concretos, ya que esto último requiere un diagnóstico individual:

El Ego puede entenderse como una proyección mental que permite a cada Ser reconocerse como una identidad individual y separada de otros Seres y del Absoluto. Por lo tanto no debiera considerarse negativo sino un mecanismo de la naturaleza cuya finalidad es servir de palanca para el encuentro con nuestro verdadero Yo Espiritual.

Sin embargo el Ego al proyectarse en nuestras acciones y debido a nuestra conciencia poco despierta se muestra en diferentes situaciones, generalmente condicionadas por emociones inferiores o negativas, de manera dispersa y desintegrada; es decir, muestra diferentes facetas o roles que operan como mecanismo de defensa en aras de proteger al “yo” que creemos ser.

¿De qué protegemos a nuestro “Yo”? Del dolor. Esto quiere decir que tenemos un miedo básico a perder las cosas que tenemos o a no tener lo que queremos, pues son en los deseos donde proyectamos nuestra propia valía y seguridad. Esta falta de amor real es la que no nos permite ver que lo que realmente necesitamos está en nuestro Espíritu; nos dificulta comprender que no requerimos de estas máscaras para reclamar al mundo exterior lo que nos falta, porque todo lo que necesitamos está en nuestro interior.

Pero darnos cuenta de ello es un proceso de consecutivas vidas en las cuales vamos tomando conciencia, mientras las acciones desacertadas o acertadas que vamos teniendo a causa del Ego generan nuevas ramas de las que surgen los frutos que recogemos (ley de causa efecto o karma). Estas ramas están en relación directa con la evolución de nuestro Cuerpo Mental tanto en su polaridad conciente como inconciente. Así, las acciones más egoístas procedentes de un Ego desintegrado, se fundamentan en la Desvalía o falta de Amor propio verdadero (raíz del Rol de Baja Estima y de Superioridad), colocándonos en un estado de vulnerabilidad que a su vez nos genera un aprendizaje de conceptos o ideas distorsionadas a las que llamaremos Programaciones Mentales Negativas, entre los cuales están los Engramas que se graban a nivel inconciente y se expresan en acciones de tipo reactivo o irracional, de difícil control por parte de la persona; y los Aprendizajes Nocivos Concientes, que se graban a causa del hábito continuado de una persona como meta de esfuerzo personal (por ejemplo cuando hay un temor de por medio) o por presión de un educador externo (enseñanzas de padres a hijos, o conductas sociales pre-establecidas), cuya práctica constante puede volverse mecánica al punto de perderse, en ocasiones, parte de la conciencia en su ejecución, dificultándose así el cambio hacia una actitud más sana e integrada.

Las acciones que resultan de estas programaciones nos generan un karma de aprendizaje o “negativo” ya que se arraigan en el Alma y acompañan al ser en cada experiencia de vida, reforzándose y agravándose con el pasar del tiempo de tal forma que confunden al Espíritu que lucha por descubrirse a sí mismo. Pero el dolor que se tiene con las experiencias actúa en nosotros como un maestro que nos despierta de nuestro letargo e ignorancia. Sin embargo para muchos el dolor y la ignorancia son una constante y por fortuna quien descubre que no está solo y posee la suficiente humildad para reconocer sus errores y pedir ayuda, tiene más posibilidades de salir victorioso en su recorrido.

Además nosotros mismos por nuestros roles y esquemas de pensamiento generamos energías densas que con el tiempo desestabilizan aun más nuestra vitalidad y capacidad de superación. Estas energías se refuerzan cuando, a causa del daño que hacemos a otros, éstos últimos nos atacan psíquicamente bien sea de manera conciente o inconciente. Estos ataques psíquicos también pueden ser parte de un aprendizaje, es decir un daño por parte de personas desconocidas que viven de dañar a otros, o personas inconcientes de sus actos, o celosas del bien ajeno, sin que haya una justificación aparente en la presente encarnación, ya que los seres hostiles siempre han existido.

Es así como la rueda de nuestras acciones va girando por la acción de esta maraña de fuerzas mentales y energéticas, y nos vemos envueltos en conflictos de diferente grado con pocas posibilidades de frenarlos aparentemente. Sin embargo para todo ello hay soluciones; gran parte de esa solución está dentro del mismo Ser con voluntad de superación y por fortuna existen otras personas que están dispuestas a ofrecer su conocimiento y facultades con el fin de servir de apoyo a quienes requieran más ayuda o impulsar aceleradamente los procesos de sanación.

DANIEL ASAMUYA