Era tan grande la fama de Carmelo Niño que no había fiesta ni velorio donde no fuera invitado; recetaba hierbas y curaba a la gente. Estando de amores con Francisca Sánchez desde hacía algunos meses, una tarde cuando iba a visitarla se topó por el camino con una mapanare que le mordió un tobillo. De inmediato, se amarró la pierna con su pañuelo y se sacó el veneno, hasta que cojeando llegó a la casa de su novia. Lo auxiliaron y él dirigió la cura. Solicitó que le llevaran un sacerdote para que lo casara con Francisca “in articulo mortis” y le diera la extremaunción. Después cayó privado. Lo velaron en la casa de Francisca sus familiares y amigos.

Poco después de medianoche, cuando todos cansados de rezar y tomar, dormitaban, oyeron la voz de Carmelo, quien sentado en la urna decía:

- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué me tienen entre cuatro velas?

No recibió respuesta, todos lo miraron espantados creyendo que era una pesadilla; pero ante ellos estaba Carmelo sonriente. De un salto, salió de la urna y pidió miche para celebrar su regreso al mundo.

Tiempo después Carmelo y su esposa viajaron a Colombia a cumplirle la promesa a la Virgen de Chiquinquirá por su curación. Por muchos años siguieron contándose las hazañas de Carmelo Niño, siendo la más celebrada la del Contrapunteo…

Corría el año de 1890 y jornaleros de Barinas, Apure y Guárico habían llegado a la Hacienda El Diamante para la recogida del café. Los días transcurrían entre el ir y el venir con los cestos llenos de granos maduros, y en las noches, los patios plenos de algarabía entre música y canto. Al finalizar la cosecha se organizó una fiesta de despedida en donde cada uno de los jornaleros demostraría sus dotes con el cuatro o la mandolina, así como su gracia en el contrapunteo. Carmelo Niño era famoso por lo vagabundo, enamorado, buen bailarín, poeta, curandero y coplero; incansable en el canto y la bebida, con chispa para vencer al que se le enfrentara y de ello se jactaba:

Yo soy el gran cantarín, canto, bailo, juego y riño.

En Santa Ana y San Joaquín hay sólo un Carmelo Niño.

Dicen que Carmelo Niño pasa la vida cantando, mentira que no es así,

también vive recetando.

Carmelo alardeaba de su fama como coplero y curandero, cuando entró a la fiesta un desconocido de buena presencia, quien lo reta al contrapunteo:

Con que Usté es el cantarín que tiene tan buena fama, yo vengo del otro fin, yo vengo si se me llama.

Pero esta noche me he entrao tan sólo para cantar.

Si es que Usté es el cantarín

yo lo vengo a desafiar.

Carmelo, picado, contesta:

¡Yo lo vengo a desafiar! ¡Cuánta ignorancia revela! Carmelo Niño cantando alumbra más que una vela.

Van pasando las horas y recuerdan episodios y personajes de Santa Ana, el forastero canta:

Por zoquete y majadero yo me lo voy a llevar.

Carmelo Niño, aquí he visto, no sabe sino charlar.

Hace rato comenzó sin que me haya dicho nada; cuando cante el gallo al alba

tendrá el alma condenada.

A lo que Carmelo responde molesto:

Tendrá el alma condenada el que la deje a su antojo; yo estoy cantando versos y le estoy pelando el ojo.

Carmelo se da cuenta quien es su retador, especialmente después de escuchar las siguientes coplas:

Este ser tan vagabundo será de la diabla yerno, porque solamente sirve para atizar el infierno.

Preparen la paila gorda, denle candela al fogón, pongan todas las parrillas, pongan rojito el tizón.

Zamuro que vas volando por las peñas de Río Frío,

andá decí por allá que Carmelo Niño es mío.

Viene llegando el amanecer y Carmelo comprueba que al terminar el contrapunteo se condenará, por ello pide protección a Dios y a la Virgen:

Que Carmelo Niño es suyo, eso ya lo va a saber.

Carmelo Niño no pierde y aquí lo va a resolver.

Que Dios te salve María, Virgen de Chiquinquirá; ponete al lado Carmelo, ponete y se salvará.

¡Ave María de los cielos, Virgen del Carmen bendita! ¡Sagrado Rostro de Cristo, Santo Cristo de La Grita!

Por ser la primera vez que en esta casa yo canto: ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo,

gloria al Espíritu Santo!

Al terminar las coplas, Carmelo deja el bandolín y se hace la señal de la cruz, en ese momento su contrincante despide fuego por los ojos y boca, se le ve pezuñas y cola. De inmediato se desvanece envuelto en una nube de humo y deja el a
mbiente impregnado de un fuerte olor a azufre ante el espanto de los jornaleros