Lobsang Rampa (“Crepúsculo”, Cap.II):

He oído a mucha gente discutir acerca del hueco de laTierra y, a quienes se oponen a esa teoría, decir siempre:

“Pues bien; si hay un hueco en la Tierra, ¿cómo es que las compañías aéreas que vuelan sobre el Polo Norte no ven la abertura? En la actualidad algunos aviones comerciales pasan por el Polo Norte y también, tal vez, por el Polo Sur de manera que, si hubiese un gran orificio en la Tierra, es indudable que los pilotos lo verían”.

Como ustedes saben, esto no es cierto. Las líneas aéreas comerciales no vuelan sobre el Polo Norte, así como tampoco vuelan sobre el Polo Sur, sino que pasan a una distancia apreciable de ambos por la sencilla razón de que, si así no fuera, se produciría una interferencia de suma gravedad en sus instrumentos de navegación. De manera, pues, que el derrotero de los vuelos comerciales siempre se marca de modo de pasar, a muchísimos kilómetros de los polos imaginarios, con lo cual se evita la interferencia de los compases.

Están, por otra parte, los que dicen: ” ¡Vamos! Si hubiera algún agujero en la Tierra, todos los exploradores que han estado en el Polo Norte y en el Polo Sur habrían dado con él”. Una vez más, no. Eso no es verdad. Nadie ha estado en el Polo Norte; nadie ha estado en el Polo Sur. Lo que sabemos es que hubo gente que llegó cerca de tal o cual polo y que recorrió muchas millas; o, dicho con otras palabras, que ha estado más o menos perdida.

Tanto la Historia antigua como la moderna nos dicen que los navegantes suelen observar desechos que flotan en los polos (digo “polos” sólo para poder entendernos y para situar el lugar). También ven flotar pájaros y otros animales. No obstante, todo el mundo sabe que, ni en el Polo Norte ni en el Polo Sur, se ven volar pájaros ni insectos, así como tampoco flotan hojas verdes. Entonces, ¿de dónde vienen? Del interior de la Tierra, por supuesto.

Yo pienso esto: supóngase un vehículo con el cual se puede viajar desde aquí (dondequiera que uno se encuentre, en un determinado momento, es ese “aquí”) hasta el Polo Norte. Usted sigue y sigue hasta alcanzar lo que supone que es el polo, y después continúa y al cabo se encuentra con un sol distinto sobre usted. Ese sol sería algo atómico que no sólo aparecería, naturalmente, en el centro de esta Tierra, sino también en muchos otros mundos. Los astrónomos han observado que en la Luna, por ejemplo, hay luces extrañas que a veces se ven cerca de los polos. Quizás usted diga: “Sí, ¡vaya! Pero el hombre ha estado en la Luna”. Claro que sí; pero ha estado en un lugar muy reducido, un círculo de ocho kilómetros de radio más o menos. No; no ha explorado la Luna, como tampoco ha explorado la Tierra. Mucho es lo que todavía resta por explorar en esta Tierra.

Si tiene usted interés y va a cualquier biblioteca pública, estoy seguro de que encontrará muchos libros acerca del interior de la Tierra, así como relatos de personas que se han perdido y después han entrado con sus navíos en un mundo extraño hasta’ encontrarse, precisamente, dentro del mundo interno. Pero, mejor aún que ir a una biblioteca, compre usted algunos libros en una buena librería.

Algunas personas me han pedido que explique cómo es ese mundo, cómo es posible que exista un mundo hueco. La mejor manera que tengo de explicarlo es ésta: Imagínese un coco, cuya parte de afuera sería el exterior de la Tierra. Y recuerde esto: si sus manos están calientes, la humedad que deposita en la parte externa del coco, con sólo tocarlo, será igual a la profundidad de las mayores simas oceánicas de la Tierra. Conviene tener presente esta idea.

Pues bien, ya tiene usted el coco y está observando su parte externa. Ese coco representa nuestra Tierra convencional. Haga ahora un agujero en la parte que llamamos “ojos” y otro en la opuesta; digamos que éstos representan el Polo Norte y el Polo Sur. Haga los agujeros de un diámetro aproximado a una pulgada y saque toda la leche. Ya tiene usted la capa exterior, dura, que es la corteza de la Tierra y, por dentro, tiene la pulpa blanca, que representa la superficie del mundo interno. Exactamente en el centro del coco debe fijar, de algún modo, una lamparilla eléctrica que represente el sol interior que nunca se pone.

Ahora bien, la capa dura que constituye la corteza y la parte interna, más blanda, por donde caminan los habitantes del interior, constituyen, también, la fuente de gravedad que permite que tanto la gente de la superficie externa como la de la interna se mantenga de pie.

No existe prueba alguna de que la parte interna de la Tierra esté formada de gas, de hierro derretido, de rocas ígneas ni de nada en estado de fundición. Todo eso ha sido sólo una suposición de los “científicos” que, además, han hecho muchas otras conjeturas erróneas, como cuando decían que si el hombre viajaba a más de cincuenta kilómetros por hora sus pulmones podrían estallar a causa de la presión del aire, o como cuando afirmaban que era imposible que ninguna cosmonave pudiese aterrizar en la Luna porque se hundiría en el polvo impalpable que la cubre. De ningún modo; los científicos son meros adivinos con preparación universitaria.

Y, a menudo, son peores adivinos que los que carecen de esa preparación, pues se les enseña que si tal o cual persona dice que algo es imposible, no cabe duda, entonces, de que es imposible; y así, en vez de enseñarles a pensar, sólo les inculcan la idea de que el autor fulano de tal es infalible, porque si para él algo es imposible es porque en realidad lo es.

Yo pienso que los habitantes del interior de la Tierra son seres sumamente evolucionados, vestigios de Lemuria, Mu, la Atlántida y muchas civilizaciones aún más antiguas. La Tierra ha sido arrasada por cataclismos, tempestades, meteoros y una serie de cosas que, con frecuencia, han diezmado a los habitantes de la superficie, en tanto que, en lo interno, la vida sigue discurriendo serenamente, sin que la perturben las cosas que ocurren afuera, con lo cual los conocimientos científicos y los que conciernen al espíritu han podido progresar.

Quizá no esté usted enterado de que los chilenos, que tienen gran interés por el Polo Sur, han fotografiado ovnis en el momento de levantar vuelo en esas regiones. Se trata de tomas sumamente interesantes, efectuadas por una comisión de geofísicos de ese país. Por desgracia, debido a la gran presión que se ejerció, esas fotografías fueron enviadas a las autoridades norteamericanas… y eso fue lo último que se supo de ellas.

Los ovnis son de distintas clases, pero una de ellas proviene del interior de la Tierra y, si en la actualidad se ven muchos, es porque los habitantes de adentro se sienten muy preocupados por las explosiones atómicas que se llevan a cabo en la superficie. Porque, al fin y al cabo, de haber alguna explosión bastante grande, quizá la corteza terrestre se resquebrajase todavía más de lo que está y el planeta entero desaparecería. Esa es la razón por la cual los habitantes de adentro se hallan tan preocupados y tratan de controlar las investigaciones atómicas que se realizan en el mundo.

¿Ha estudiado usted, realmente, los viajes de los exploradores que dicen haber estado en el Polo Norte y en el Polo Sur? Ocurre que, sin excepción, manifiestan haber observado que la temperatura aumentaba a medida que avanzaban hacia el Norte, que hallaron más mares abiertos de los que suponían y que notaron muchas cosas que estaban en total desacuerdo con las teorías referentes al Polo Norte y al Polo Sur, que dicen que, cuanto más cerca se está de éstos, más frío se va poniendo todo. Sucede que los polos no existen en realidad, salvo como representación imaginaria de algo que está en el espacio, o tal vez en el centro de la abertura que conduce al interior de la Tierra.

Bien pudiera ser que la aurora boreal la causaran los reflejos del sol interior cuando las condiciones son apropiadas, o fueran radiaciones, incluso, de la vida del núcleo del mundo interno.

No obstante, es seguro que alguien dirá que todo esto es imposible, que no hay, por supuesto, ningún agujero que lleve al interior de la Tierra, que la idea es absurda, ridícula. E, inclusive que, de existir un agujero tan enorme en el Polo Norte y otro en el Polo Sur, es evidente que los aviadores los habrían visto, que también los habrían advertido los astronautas y que, en realidad, quienquiera que los hubiese notado habría podido ver la luz del día a través de la Tierra como quien mira a través de un huevo vacío.

Sabido es que esta opinión es totalmente errónea y sólo demuestra que quien la sostiene no está al corriente de las cosas. ¿Cuántos de ustedes han estado en el Polo Norte? ¿Cuántos en el Polo Sur? ¿Cuantos conocen las características climáticas de esas regiones? ¿Qué saben acerca de las capas de nubes, por ejemplo? ¿Qué de las condiciones de visibilidad? No, mi criticón lector; no me estoy volviendo loco. .. Quien se está enloqueciendo es usted, si piensa que todo esto es imposible; porque si supone tal cosa, no sólo se está trastornando, sino que ya está directamente en camino del hospicio, lo cual es muchísimo peor.

Piense que, en áreas densamente pobladas, hay grandes cavernas que han permanecido ocultas durante cientos o miles de años. Fíjese en la cueva donde se hallaron los rollos del Mar Muerto, cuyo descubrimiento fue totalmente casual.

Repare ahora en lo que ocurre en Canadá, donde grandes zonas de Quebec todavía no han sido exploradas. Suponiendo que se volase en avión sobre algunas de esas regiones, que suelen estar cubiertas de hielo la mayor parte del año, las fotografías que se tomarán mostrarían reflejos como si fuesen causados precisamente por la nieve y el hielo. Pero también podrían mostrar manchas oscuras, como podrían mostrar precisamente manchas oscuras de nieve y hielo. La nieve puede ser de distintos colores, se sabe, pues no siempre es blanca y brillante como la que se pone en los árboles de Navidad. En ciertas regiones hay, inclusive, nieve roja; lo sé porque la he visto. Lo que importa es que las fotografías que se tomaran en los puntos aproximados donde se encuentran el Polo Norte o el Polo Sur podrían poner de manifiesto extrañas sombras; pero, si la gente no tuviera razón alguna para investigar tales manchas, entonces no iría allí para indagar, ¿no es verdad? Por lo demás, cuesta mucho dinero organizar una expedición al Polo Norte imaginario o al igualmente imaginario Polo Sur. Demanda mucho dinero, exige que los hombres sean de una calidad especial y requiere grandes pertrechos de reserva y una enorme cuenta bancaria para pagar los seguros.

Mas, volviendo al Canadá, muchísimas regiones de los territorios del norte no han sido exploradas. Hay áreas, inclusive, que jamás han sido vistas por los seres humanos. ¿Podemos saber, entonces, si hay o no agujeros en esos territorios cuando nadie ha estado allí? Es tonto decir que esas cosas son imposibles cuando no se conocen las circunstancias, cuando no se es entendido en fotografía, cuando no se sabe de geología.

Piénsese en los astronautas, cosmonautas o como quiera que se les llame: pues bien, cuando levantan vuelo y están más o menos cerca de la Tierra, por cierto tienen que hacer algo más que buscar el agujero donde podrían estar el Polo Norte o el Polo Sur, además de que, en las regiones polares, la visual suele ser espantosamente mala por las nieblas, las tormentas de nieve, los confusos reflejos de ésta, el hielo y el agua. Vale la pena destacar también que, cuando los astronautas se hallan en órbita, tienen tareas específicas que realizar: echarles un vistazo a los rusos y fisgar con más detenimiento aún a los chinos. ¿Háy manchas delatoras que indiquen que se han construido silos que pueden ser el punto de partida de misiles balísticos intercontinentales? Y, en caso afirmativo, ¿en qué dirección están inclinados esos silos? Conociendo tales cosas, los norteamericanos pueden determinar si los señores de la guerra de Pekín tienen cohetes apuntados hacia Nueva York, Los Angeles o cualquier otro lugar. Con sólo tener en cuenta el grado de inclinación y la rotación de la Tierra, pueden prever, con un margen de pocos kilómetros, la zona de blanco de los proyectiles.

Los norteamericanos están mucho más interesados en averiguar qué hacen los rusos, los polacos, los chinos y los checos, que en ponerse a buscar nada que se parezca a un agujero en la Tierra. A algunos norteamericanos, por ejemplo, más les interesaría encontrar un agujero en la cabeza que en la Tierra…

De modo que ya ve usted que, como no medien condiciones y circunstancias muy especiales, esas particulares aberturas de la Tierra no habrán de ser fotografiadas; y, en cuanto a pensar que se pueda mirar por un extremo y ver por el otro lado como si se tratara de un túnel ferroviario recto, ¡vaya! , ésa es una idea peregrina. No es posible hacer semejante cosa. Supóngase un túnel perfectamente recto. Mira usted desde uno de los extremos y, si presta mucha, muchísima atención, tal vez vea un pequeño puntito de luz en el otro, aun cuando ese túnel no tenga siquiera un kilómetro de largo. Ahora bien, mirar a través de la Tierra por un agujero supondría mirar a través de algo que tiene alrededor de doce mil kilómetros de largo. Es decir que el túnel a través del cual miraría usted (o sea a través de la Tierra) sería tan extenso que no podría ver la menor luz en el extremo opuesto. Y no solamente eso sino que, aun cuando usted tuviese tan buena vista que pudiera ver a todo lo largo del túnel y distinguir un pequeño agujero, sólo vería oscuridad porque, a menos que el sol estuviese en el punto opuesto al que está usted, no habría ningún reflejo luminoso.

Si lo que pretende es negar la posibilidad de que la Tierra sea hueca, comete usted exactamente el mismo error que los que piensan que es plana. Dicho sea de paso, me asombra la manera como la “Sociedad de la Tierra Plana” de Londres, Inglaterra, interpreta en la actualidad las fotografías de los astronautas. Por lo que sé, en ese país existe todavía una sociedad que jura y perjura por todas las tiras cómicas del mundo (deben de ser tiras) que la Tierra es plana y que todas esas fotografías han sido fraguadas. Algo he leído acerca de eso y me he reído de buena gana, aun cuando no puedo acordarme dónde apareció el artículo. Por eso, si no está usted seguro, ¿por qué no adopta una actitud más receptiva para no estar desprevenido cuando se disponga de pruebas?

Pero hay otra cosa, además, que debe usted tener en cuenta, y es que todos los gobiernos del mundo -o, mejor dicho, los gobiernos de las superpotencias- están matándose, casi, por ocultar todo cuanto atañe a los ovnis. ¿Por qué? Millones de personas los han visto. Ayer mismo leí un artículo en el cual se dice que, según las estadísticas, quince millones de norteamericanos han visto ovnis. De modo que, si en un solo país hay quince millones que los han visto, es porque, sin duda, algo debe de haber al respecto. La Argentina, Chile y otros países con sentido común admiten la existencia de los ovnis. No saben exactamente qué son ni por qué están, pero reconocen que los hay, y eso ya es bastante.

Los gobiernos callan y mantienen en secreto la verdad acerca de ellos porque, suponiendo que las autoridades norteamericanas, por ejemplo, tuvieran fotos de ovnis en el momento de aterrizar o de levantar vuelo, y dispusieran de pruebas concluyentes de que la Tierra es hueca y que dentro de ella hay una gran civilización, procurarían ocultar que conocen la verdad, pues podría cundir el pánico entre la gente, producirse saqueos y suicidios y todas las cosas descabelladas en que caen las personas cuando las arrastra el pánico. No tenemos más que recordar lo que ocurrió hace unos arios con motivo de una trasmisión televisiva realizada por Orson Wells acerca de una invasión de marcianos, cuando cundió un pánico casi total entre los norteamericanos, a pesar de que los locutores repetían que sólo se trataba de una representación.

En consecuencia, los gobiernos ocultan la verdad porque temen que haya pánico. No obstante, es probable que en un futuro no muy lejano tengan que admitir la verdad, la verdad de que la Tierra es hueca y que en su interior habita una raza inteligente, y que cierto tipo de ovnis provienen de esa cavidad terrestre. Tenga usted presente que hay más de una clase de ovnis: una de ellas proviene del “espacio exterior” y la otra del “espacio interior”, o sea de la parte interna de la Tierra.

Con todo, vamos a suponer que usted dijera: “Insisto en que este tipo está loco, pues dentro de la Tierra no puede haber lugar para una civilización”. Pues bien, señor o señora, eso implica que usted ha perdido el tiempo en la escuela. Repasemos, pues, algunas cifras. No voy a mencionar cifras exactas porque no faltaría, por cierto, quien dijese: ” ¡Oh, mírenlo! Ya sabíamos que era un farsante: se ha equivocado en seis pulgadas en el diámetro de la Tierra”. Porque, estimado lector, ¡vaya si hay gente que me escribe tales cosas y se cree muy inteligente! Veamos, entonces, algunas cifras aproximadas.

El diámetro de la Tierra es de unos 12.755 kilómetros. Supongamos ahora (dijimos que íbamos a dar cifras, ¿no es cierto?), que el espesor de la corteza terrestre del lado que estamos nosotros y el espesor del “suelo” de la parte interior de la Tierra sumasen 1.287 kilómetros. Pues bien, si sumamos 1.287 más 1.287, tenemos 2.574 kilómetros; y si restamos esta cantidad de los 12.755 kilómetros, nos quedan 10.181 kilómetros. Podemos decir, pues, que éste es, de manera muy aproximada, el diámetro del mundo que está dentro del nuestro.

Esto significa que el mundo interno es (aproximadamente, también) 2,9 veces mayor que la Luna, de modo que, si la pudiéramos meter en la Tierra, la pobrecita saltaría de un lado a otro como la bolita de un pito de referee. Porque el diámetro de la Luna, recuerde, es de 3.475 kilómetros, aproximadamente, y el de la parte interna de la Tierra, según hemos convenido, de 10.181. Ahora haga usted algunos cálculos, para variar. Tengo razón, ¿no es cierto?

Otro punto interesante es éste: sólo la octava parte de la superficie del globo es tierra; los siete octavos restantes están constituidos por agua -mares, océanos, lagos, etcétera-. De manera que bien pudiera ser que hubiese más Tierra dentro del globo que afuera; y, en tal caso, podría haber más gente. O, quizá, si acostumbran tomar “la píldora”, se hayan multiplicado en calidad más que en cantidad.

Eso es lo que yo pienso, como usted sabe; lo vengo pensando desde hace años y lo he analizado con suma minuciosidad. He leído todo lo que pude acerca del tema, y si usted hace lo mismo podrá arribar, sin duda alguna, a la misma conclusión que he llegado yo, a saber: que hay otro mundo dentro del nuestro, que es 2,9 veces mayor que la Luna y está poblado por una raza muy inteligente.

Y otra cosa interesante: fíjese en todos los exploradores que han “estado en el polo”. Ninguno de ellos ha probado jamás haber estado en tal sitio. Piense en el almirante Peary, en Wilkinson, en Amundsen, Shackleton, Scott, etcétera. Ninguno de estos hombres que teóricamente llegaron allí por agua o a pie, o que arribaron al lugar por aire, ninguno de ellos demostró jamás, de modo inequívoco, haber alcanzado el polo mismo. Yo pienso que no pudieron porque el “polo” es una remota región que se halla en algún punto del espacio por encima de la
superficie y cuya ubicación, según se ha demostrado, varía mucho.