Los fenómenos de ultratumba y el intercambio entre los 2 mundos han existido desde que el hombre es hombre. No importa si se le ha demonizado o se le ha exaltado de manera radical en determinadas épocas; el mundo espiritual y los seres que lo habitan y el mundo de los vivos y los seres que lo habitamos existen y están relacionados entre sí.
 
La evidencia la tenemos en los antecedentes que grafican a los seres incorpóreos o espirituales desde diferentes contextos alegóricos, arraigado al folclore, la mitología e idiosincrasia de los pueblos y sus interpretaciones. Es decir, ha existido la realidad que ha venido a presentar el espiritismo yendo contra el tabú de no hablarse de la ultratumba significando hacerlo un acto de profanación a la memoria de los difuntos. Esto es una generalidad de los tiempos pasados.
 
De este preámbulo lo que me interesa traer a resalte es lo siguiente: existe una creencia apoyada por el folclore que afirma que a los Espíritus hay que atendérseles tan pronto han fallecido e integrarlos al común vivir de los seres más cercanos. Su cadáver ha de ser motivo de culto y rememoración el cual sirve como un atajo hacia la comunión con el difunto para hacerle saber todos los sucesos íntimos que ocurren y otras cosas que como latinos sabemos muy bien (porque es cultura general que además practican hasta los que satanizan la procedencia de dichos hábitos).
 
Pero, ¿es siempre así?, ¿es cierto que el difunto siempre desea estar enterado de la vida de sus seres queridos?, ¿es cierto que siempre es placentera la rememoración ante los restos de su cadáver?, ¿es cierto que el difunto siempre estará ahí ligado a esos restos?... Me gustaría dar una respuesta fija para todo pero debo citar la relatividad ante dichos cuestionamientos. El criterio en contra de estos es: ¿qué sucedería si se enterase que un familiar o ser cercano se angustia cada vez que se acercan a su tumba o desea cortar lazos con sus memorias terrenas?, ¿cómo afrontaría usted ese hecho?, y además, ¿estaría preparado psicológica y emocionalmente para afrontar algo así?
 
La verdad es que sí hay, desde un contexto delimitado, verdades respetables y muy precisas en este pensar del folclore fruto de la interacción con los de ultratumba. Pero hay que resaltar que ese “contexto delimitado” es un relativo de los Espíritus que se hallan en situación concreta, atemorizados por la idea de la muerte y no educados con relación a la amplitud de sus percepciones que no saben controlar ni darle utilidad, y que por tal motivo, se aferran a la vida y solicitan entre los vivos la tranquilidad creando situaciones irregulares fruto de haberse juntado en el mismo escenario el mundo de los vivos y los muertos que constituyen 2 mundos diferentes, antagónicos por representar uno la realidad pro-materialista y el otro la negación a todo lo que da sustento a esta primera realidad.
 
Hay infinidad, mil razones justas por las cuales un difunto pueda querer mantenerse entre sus seres vivos y negarse a trascender e irse de la rutina de los vivos. Pero del mismo modo, hay mil razones justas por las cuales un difunto puede desear no saber absolutamente nada de la vida que acaba de terminar para él.
 
Sería una imposición de nuestra parte asumir que siempre deban sentir regocijo ante todo lo que le damos porque así lo consideramos. Imposición absurda ya que ellos poseen libertad para ir en la dirección que desean, aunque, atorados entre 2 mundos mientras se separa de uno y se integran al otro, ocurre que con la amplitud de sus percepciones son muchos los sufrimientos que le añadimos al drenar nuestras angustias, conflictos y demás asuntos que ya no les conciernen, pues, ya murieron y la persona que fueron ya no existe; su papel, su rol, su guión terminó.
 
Una persona cuya vida fue un claro ejemplo de la expiación pura y que durante su incursión en la vida aprendió a aborrecer su propio papel existencial y jamás desarrolló simpatía ni apegos por el mundo que conoció. ¿Qué interés puede tener dicha persona de mantenerse entre los vivos, enterarse de sus melodramas, rememorar una biografía que mucho detestó durante toda su vida?
 
La psicofonía a continuación nos muestra el ejemplo de un desencarnado (no se sabe si fue hombre o mujer y ello no importa) que se ha desligado de sus memorias, no se identifica ya con la vida humana y que dentro de sus percepciones describe desagrado una vez que se halla relacionado con los vivos perturbando su tranquilidad.
 
 
¿Alguna vez le han dicho “dejadlos descansar en paz”? Algunas veces, eso sería lo más sano. Todos nuestros hábitos aprendidos por el folclore, si bien son bien intencionados, mantienen perpetuamente conectados a los difuntos a nuestra realidad. Muchas almas sólo desean un “en paz descanse”.
 
Los Espíritus, así como atraviesan por un proceso de adaptación a nuestro plano que se inicia desde la formación embriológica, también atraviesan por un proceso de readaptación al mundo del cual proceden. Poco a poco los nexos que lo ataban al cuerpo y a la vida se van deshaciendo, a veces más rápido, a veces más lento; todo conforme a cuán alimentados y fortalecidos estén esos lazos con la vida que han dejado al momento de morir. ¿Se preguntó usted, en cuestionamiento a sus propias creencias, si alguna vez ha contribuido a fortalecer la unión de un desencarnado al mundo de los vivos o si lo ha hecho en la dirección opuesta, impulsando su desligamiento total de este mundo al cual ya no pertenece?
 
Tema para reflexión.