La obsesión no ocurre solamente de desencarnado para encarnado, ella puede también partir del encarnado.

Muchos hermanos que todavía se encuentran en el cuerpo físico pueden vincularse de tal forma a espíritus desencarnados que pasan a exigir su presencia. El espíritu desencarnado puede entonces entrar en desequilibrio y la atracción llega a un punto donde no sabemos quien es la victima y quien es el verdugo…

En el libro En los Dominios de la Mediumnidad tenemos un óptimo ejemplo:

    “Alcanzáramos el hecho simple en que Libério, de mirar escaseado se mostraba distante de cualquier interés por nuestra presencia.

    Entreviéndonos impasibles. Exhibía el semblante de los locos cuando transfigurados por ocultas flagelaciones.

    Uno de los guardias vino hasta nosotros y comunicó a Abelardo que el enfermo traído a la internación denotaba creciente angustia.

    Aulus lo auscultó paternalmente y en seguida informó:

    -El pensamiento de la hermana encarnada que nuestro amigo vampiriza está presente en él atormentándolo. Se encuentran ambos sintonizados en la misma onda. Es un caso de persecución reciproca. Los beneficios recogidos en el grupo están ahora eclipsados por las sugerencias lanzadas de lejos.
    -Tenemos entonces aquí – alegué – un símil perfecto del que verificamos comúnmente en la Tierra, en los sectores de la mediumnidad torturada. Médiums existen que aliviados de los vejámenes que reciben por parte de entidades inferiores, rápidamente como que les reclaman la presencia religándose a ellas automáticamente pese a nuestro más saludable propósito de liberarlos.
    -Sí - aprobó el orientador -, mientras no les modificamos las disposiciones espirituales favoreciéndoles la creación de nuevos pensamientos yacen en el régimen de la esclavitud mutua en que obsesores y obsidiados se nutren de las emanaciones unos de los otros. Temen la separación por los hábitos cristalizados en que se asocian según los principios de la afinidad y de allí surgen los impedimentos para la doble recuperación que les deseamos.
    El enfermo se hizo más angustiado, más pálido.
    Parecía registrar una tempestad interior, pavorosa e incoercible.
    -Todo indica vecindad de la hermana que se le apoderó de la mente. Nuestro compañero se revela más dominado, más afligido…
    Mal acabara el orientador de formular su pronóstico y la pobre mujer desligada del cuerpo físico por la actuación del sueño apareció a nuestro frente reclamando feroz:
    Libório! ¡Libório! ¿Por qué te ausentaste? ¡No me abandones! ¡Regresemos para nuestra casa! ¡Atiende, atiende!...
    -¿Qué vemos? – exclamó Hilário intrigado.
    -¿No será esta la criatura que el servicio de está noche pretende aislar de las malas influencias?
    Y porque el orientador respondiese de modo afirmativo, mi colega continuó:
    Dios de bondad! Pero ¿no está ella interesada en el reajustamiento de la propia salud? ¿No ruega socorro a la institución que frecuenta?
    -Eso es lo que ella juzga querer – explicó Aulus cuidadoso -, sin embargo, en lo intimo se alimenta con los fluidos enfermizos del compañero desencarnado y se apega a él instintivamente. Millares de personas son así. Registran enfermedades de variados matices y con ellas se adaptan para más segura acomodación con el menor esfuerzo. Se dicen perjudicadas e inquietas todavía cuando se les substrae la molestia del que se hacen portadores, se sienten vacías y padecientes provocando síntomas e impresiones con que evocan las enfermedades y se expresan de nuevo en diferentes manifestaciones auxiliándolas a cultivar la posición de victimas en la cual se complace. Eso acontece en la mayoría de los fenómenos de obsesión. Encarnados y desencarnados se unen unos a los otros bajo vigorosa fascinación mutua hasta que el centro de vida mental se les altere. Y por ese motivo es que en muchas ocasiones los dolores mayores son llamados a funcionar sobre los dolores menores con el objetivo de despertar las almas viciadas en ese género de intercambios inferiores.
    A ese tiempo la recién llegada conseguirá acercarse más íntimamente de Libório, que pasó a demostrar visible satisfacción. Sonreía él ahora a la manera de un niño contento.

    Identificando la presencia de Doña Celina, la infeliz gritó colérica:
    -¿Quién es esta mujer? ¡Diga! ¡Diga!...
    Nuestra abnegada amiga avanzó para ella con simplicidad e imploró:
    Mi hermana, cálmese! ¡Libório está fatigado, enfermo! ¡Ayudémoslo a reposar!...

    La interlocutora no le soportó la mirada dócil y benigna y lejos de reconocer la prestimosa médium del grupo al que se asociará enceguecida de celos gritó para el enfermo palabras amargas que no seria licito reproducir y abandonó el recinto en precipitada carrera.

    Libório mostró evidente contrariedad. Aulus, sin embargo, le aplicó pases restituyéndole la calma.

    En seguida el asistente nos dice amoroso:

    -Como vemos, la Bondad Divina es tan grande que hasta nuestros sentimientos menos dignos son aprovechados en nuestra propia defensa. El despecho de la visitante encontrando a Celina junto del enfermo nos da la tregua valiosa, de vez que tendremos algún tiempo para auxiliarlo en las reflexiones necesarias. Cuando despertó en el cuerpo carnal por la mañana nuestra pobre amiga recuerda vagamente de haber soñado con Libório al lado de una compañera pintando un cuadro de impresiones a su capricho mientras cada mente ve en los otros aquello que trae en si misma. Abelardo estaba satisfecho. Acariciaba al enfermo anteviéndose las mejoras.
    Hilário, semi-espantado consideró:
    -Lo que me asombra es reconocer el servicio incesante por toda la parte, en la vigilia y en el sueño, en la vida y en la muerte…”


También existe la obsesión entre encarnados. Esta puede ocurrir durante la vigilia y también durante el sueño físico.
La causa de tales persecuciones puede variar entre pasión no correspondida, venganza, envidia y hasta celos.

Son muchos los que ejecutan sus deseos mal sanos mientras se encuentran dormidos; el hombre vengativo que desea torturar a aquel que lo miró mal lo encuentra desprotegido durante el sueño; la mujer que desea destruir la relación amorosa de algún conocido encuentra la manera de persuadir e instalar progresivamente la discordia y desconfianza en ambos espíritus; el hechicero cuya ética no existe encuentra a todas sus victimas a las cuales asedia acompañado por sus cómplices de actos consiguiendo cada vez más debilitar su estado psíquico para conseguir mayor dominio. En cuanto el hombre siga siendo egoísta sin consciencia de sus actos podrá en efecto estar cooperando con todo aquello que desprecia de los demás, sepamos que los sufrimientos nos vienen por merecimiento y un pensamiento vale por maleficio aunque no haya sido elaborado con minucioso ritual, a fin de cuenta la voluntad de los seres se ejecuta por los espíritus de lo invisible y los seres solo cosechamos aquello que hemos sembrado, la pregunta es ¿cuando yo me hice meritorio de sufrir? mientras unos salen a ayudar, proteger, rescatar almas otros aprovechan la oportunidad para sumergirse en orgías, dominar a sus parejas y hasta existe el enamorado anónimo que no pudiendo llegar a su objetivo entre sueños se aproxima lo suficiente como para compartir de sus más bajos instintos llegando incluso al abuso. ¿A donde vas tú al dormir? ¿a donde van tus pensamientos, deseos, cada gesto que realizas hacia otros? ¿Aún así juzgas de injusto que la vida humana sea tan trágica? reflexionemos sobre la naturaleza de nuestros actos y como eso nos afecta espiritualmente y encontraremos allí una secuencia de eventos que nos postulan a buenos candidatos a que nuestras vidas sean tal cual son.