EL ENEMIGO INTERNO
Desde cambiar de empleo hasta dar un examen o enamorarse, la vida cotidiana está llena de pequeños y grandes desafíos que más de una vez nos obligan a superar circunstancias adversas. Pero, ¿qué ocurre cuando el principal obstáculo se encuentra en nosotros mismos? A través de las anticipaciones negativas y la auto descalificación, una suerte de adversario interior trabaja en secreto y en algunas ocasiones provoca esa derrota que tanto tememos.
Una mujer habla de sí misma como si supiera todos los detalles de su destino. El problema es que su bola de cristal sólo le devuelve sombrías imágenes de fracaso. Separada, vive como una gran frustración el hecho de no haber podido armar una nueva pareja. "En mi caso es muy difícil", suspira resignada. "No hay muchos hombres solos de mi edad y además, pocos quieren comprometerse con una mujer que tiene hijos". Junto a ella su mejor amiga parecería desmentir tal afirmación: ella con tres hijos, conoció a un hombre en una fiesta, cuatro meses después de divorciarse de su segundo marido. "Pero el caso de ella es distinto", insiste la primera mujer, "desde muy chica ella siempre tuvo más suerte que yo".
La suerte de los demás, la mala fortuna propia o un destino trágico que no perdona aparecen como los grandes protagonistas de esta forma de pensamiento que recibe el nombre de "anticipación negativa" o "profecía auto cumplida", como una voz interior que se alimenta de sentimientos de impotencia e inferioridad muy arraigados. En la mayoría de los casos, opera de forma inconsciente y los nombres que recibe dan cuenta de sus dos características centrales: por una parte, anticipa el fracaso. Por otra, contribuye a generarlo.

EL MITO DEL PERDEDOR
Tras medio año de dieta rigurosa, un hombre intenta sin éxito librarse de los siete kilos que le sobran para llegar a su peso ideal, con el que sueña desde siempre y para el cual ya bajó más de veinte kilos. Sin embargo, es la tercera vez que cancela su turno con el nutricionista. "En las últimas consultas el médico notó que había subido de peso, algo que no me había pasado desde que empecé", cuenta. "Ahora que lo pienso, nací con sobrepeso y no sé por qué debería cambiar ahora".
Anticiparse para no cambiar, parecería ser la consigna de este mecanismo. "La persona se predestina a algo, luego hace todo lo necesario para que eso se produzca y cuando finalmente ocurre, se dice a sí misma y a los demás: ¿Viste que yo dije que esto iba a pasar?'". Por lo tanto, la profecía auto cumplida tiene una relación directa con los fracasos a la hora de perseguir una meta o concretar un deseo. "Se trata de una suerte de neurosis de destino, donde la persona asegura saber que le va a ir mal y lo dice de un modo muy convencido".

"En el discurso de quienes piensan así se oyen expresiones como 'a mí siempre...' o 'yo nunca...', con afirmaciones donde la misma persona aparece muy involucrada". Encontrar una pareja, conseguir un trabajo y hasta pasarla bien en una fiesta se vuelven metas inalcanzables y siete kilos se convierten, por obra y gracia de su adversario interno, en una distancia insalvable hacia el ideal. ¿Por qué caemos en ese tipo de pensamiento?
Norberto Levy distingue tres causas principales de la tendencia: por un lado, un mal aprendizaje de una experiencia anterior. "Continuamente vamos produciendo conclusiones acerca de nosotros mismos, de qué podemos, qué no podemos y qué lugar nos corresponde". Muchas veces, a partir de experiencias frustrantes y dolorosas sacamos conclusiones absolutas por ignorancia y para protegernos de futuras desilusiones". Es el caso de quien, luego de un fracaso amoroso, concluye que "todas las mujeres abandonan". Otra causa posible es, "un sentimiento de culpa sin resolver que, de forma inconsciente, dictamina que la persona en cuestión 'no merece ser feliz". Un tercer motivo es la tendencia a la auto- descalificación, sintetizada en afirmaciones inconscientes tales como "no tengo condiciones" o "no sirvo para esto".
Esta propensión puede ser rastreada hasta el trato original en el ámbito familiar, donde por alguna razón la persona puede haber incorporado opiniones desfavorables sobre sí misma. "Esta certeza descalificadora condiciona las conclusiones que la persona va sacando acerca de sí y la percepción que tiene sobre sus logros", "Si en un día le pasaron tres cosas malas y siete buenas, sólo se va a fijar en las malas. De las buenas va a decir que fueron circunstanciales, que ocurrieron por casualidad, y así construye este cerco de escepticismo como modo de prevención".
En muchos casos, la inclinación a caer en las profecías auto cumplidas nace de la combinación de esta tendencia y la necesidad de cumplir ciertos mandatos estructurados en la etapa de formación de la psique. "Hay discursos e ideales paternos que hacen que una persona tienda a tomar ciertos caminos". Incluso mensajes aparentemente protectores como: 'A él las cosas le cuestan, no como al hermano' contribuyen a trazar este sendero. "De a poco la persona se identifica con el discurso que los demás hacen de ella y lo hace suyo. No es que dice: 'Mi mamá o mi papá piensan que...', sino que directamente afirma: A mí las cosas me cuestan'. En las profecías auto cumplidas, la persona lleva adelante esos mandatos inconscientes de un modo gozoso".

TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Apenas ocupó la silla frente a su potencial empleador, una mujer supo que jamás conseguiría ese trabajo. Con horarios convenientes, posibilidad de viajar y un sueldo más que respetable, era demasiado bueno para ser verdad. Sufrió, tartamudeó, se olvidó la mitad de lo que pensaba decir y todavía hoy recuerda la sorpresa que sintió cuando una semana después le avisaron que estaba contratada. Con el tiempo, se animó a preguntarle a su jefe qué habían visto de bueno en ella. "Todo", le respondieron. "Tenías las mejores calificaciones y un inglés excelente. Debajo de esos nervios y de tu angustia algo nos decía que eras el perfil que buscábamos y decidimos darte una oportunidad".

Pero no siempre hay final feliz y las más de las veces el adversario interior se sale con la suya a la hora de entorpecer planes o postergar proyectos. ¿Cómo detectarlo y contrarrestarlo en el día a día? ¿Cómo transformar al enemigo interno en un colaborador?
Se recomienda prestar mucha atención al uso de palabras como "siempre" o "nunca" y se invita a cotejar afirmaciones del tipo "A mí nunca me sale nada bien" con logros recientes que no haya percibido o tienda a minimizar. "Es muy importante aprender a reconocer que cuando surge algo repetitivo bajo la forma del 'siempre' o del 'nunca' estamos ante la presencia de un síntoma". "Y en ese caso, reconocer que lo que ocurre no tiene que ver con un destino prefijado". También en el terreno del lenguaje, hay que reemplazar términos como “ser” por “tener”. No es lo mismo decir: 'Yo soy un perdedor' que decir: 'Yo tengo una dificultad para ganar"'. "Lo que soy no lo puedo cambiar, pero lo que tengo sí puedo dejar de tenerlo. Por lo tanto, se busca trasladar el problema del territorio del “ser” al territorio del “tener” para volverlo un síntoma: algo que la persona tiene, pero que no lo abarca totalmente y de lo cual se puede desprender.
El trabajo incluye la posibilidad de cotejar las afirmaciones con los posibles éxitos pasados y proponer nuevos modos de hacer, caminos laterales ante ciertas encrucijadas. En ese plan, el encuentro y la comprensión de los pares pueden funcionar como buenos aliados y complementos de la nueva manera de ver la vida. Sentirse contenido o acompañado ayuda a muchos a tomar decisiones postergadas o a remontar el temor al fracaso. "El objetivo es intentarlo de todos modos. Si nos refugiamos en el miedo nada cambia, al contrarío, el miedo se va enquistando. En cambio, el actuar nos demuestra que 'la cosa no era para tanto', 'que no sucedió lo que temíamos', 'que pudimos hacerlo'".
Norberto Levy distingue entre dos funciones inherentes a la psiquis de todo ser humano. "Todos tenemos dentro un Realizador y un Evaluador de aquel que realiza". "La clave está en que la persona aprenda a lograr que ese Evaluador sepa cuál es el mejor modo de ayudar y acompañar a nuestro Realizador".
Del mismo modo en que un chico va aterrado a un examen si sabe que lo espera un castigo severo por reprobar, los gritos y reproches de nuestro Evaluador interno no crean las mejores condiciones para el éxito del Realizador ni permiten sacar beneficios de la experiencia, por ejemplo, una mala entrevista de trabajo. "Puede ser una oportunidad de aprendizaje sólo si yo puedo descubrir de qué manera contribuí a que me fuera mal y, en segundo lugar, si siento que ése que actuó equivocadamente puede aprender y sé cómo ayudarlo a que aprenda".
El Evaluador es aquí un punto de apoyo y de asistencia, más que una amenaza. De otro modo, el conflicto interno entre Evaluador y Realizador sólo provoca sufrimiento y postergaciones. "Si no sé por qué me fue mal y no creo que yo pueda aprender a mejorar aquello en lo que me equivoqué, quedo impotente frente a la experiencia y lo único que puedo decir es que mañana ni voy a otra entrevista porque también allí voy a fracasar".

"Todos tenemos dentro un Realizador y un Evaluador de aquel que realiza. La clave está en lograr que ese Evaluador sepa cuál es el mejor modo de ayudar y acompañar al Realizador". Norberto Levy.

TEMORES Y PRESAGIOS
El temor previo a una ocasión importante es normal y hasta esperable. Más aún, no sentir nervios frente un examen o una entrevista de trabajo puede ser, antes que un rasgo de salud, un indicio de una personalidad omnipotente. "El miedo es un mecanismo de defensa que interviene para preparar a la psiquis en situaciones que pueden generar frustración". Así, siempre y cuando se mantengan dentro de ciertos niveles, el miedo y los nervios son mecanismos funcionales.
Las profecías auto cumplidas, en cambio, generan frustración y sufrimiento innecesarios. La diferencia depende de la actitud que pueda asumir la figura interna del Evaluador. "Si siento que puedo aprender de mis errores y tomar las experiencias como un enriquecimiento, voy a enfrentar mis retos mucho más tranquilo. "Pero si siento que me tiene que ir bien si o si porque si no me voy a juzgar duramente, mi ansiedad crece y me convenzo de que me va a ir mal. Por lo tanto, ya no tengo el entusiasmo, ni la lucidez, ni la alegría de hacer lo que hago en ese momento”.

CONSEJOS PARA UNA ACTITUD POSITIVA
• Evitar los "siempre", los "nunca" y las afirmaciones que se refieren a destinos prefijados de antemano. Por ejemplo: *Yo sabía que no me iba a recibir': "Yo sabía que me iba a separar'; Yo sabía que me iba a costar ser madre'.
• Ser honestos al momento de analizar las experiencias vividas y no menospreciar los logros obtenidos en el pasado.
• No arrinconarse en la frustración. "Siempre ayuda confiar en la vida, evitar aislamos en nuestros temores dejándolos en pensamientos solitarios y quitar de la mente este rótulo de fracaso. El no hacer, si nos produce angustia, ya es en sí mismo un fracaso'.
DANIEL ASAMUYA