En el momento de realizar una ceremonia o ritual mágico con velas hay que tomarse en serio el trabajo a realizar.
Las velas son fuente de muchas posibilidades siempre que se utilicen con la debida propiedad.

No puede celebrarse un ceremonial con el simple encendido de una vela del color que a uno se le antoje, con la improvisación de algunas frases y la petición de un efecto mágico absolutamente caprichoso.

El hecho de encender una vela para un ritual ya es un acto de magia por sí mismo, por lo que la persona que lo emprenda debe hallarse en buena disposición para su realización, con una preparación previa, una concentración profunda, la correspondiente eliminación del espíritu de impurezas que pueden interferir en el ceremonial y un cuidado extremo en todos y cada uno de los pasos que hay que dar para obtener el máximo beneficio del ritual.

Uno de los primeros pasos que se deben realizar antes de iniciar un ritual es la unción de las velas, es decir, la impregnación de las velas con sustancias aceitosas que se deben esparcir sobre las velas antes de encenderlas.
El objetivo de la unción es potenciar los efectos beneficiosos de las velas, por lo que esta operación deberá realizarse sobre toda la superficie de la misma, primero con una mano (mientras se sujeta la vela con la otra) y luego con la otra.

No hay que olvidar que esta operación será de mayor efecto si se realiza con la luna en cuarto creciente, puesto que potenciará al máximo el poder de unción.

No existe el aceite ideal para la unción por lo que se recomienda utilizar el que en cada uno de los rituales convenga más: según el color de la vela, el tipo de ritual a realizar y el momento del día en que este se realice.

Conviene recordar que al quemar la vela, esta desprenderá el olor correspondiente al aceite de unción que se haya utilizado. Así pues, si la persona que va a realizar el rito es alérgica o muy sensible a un determinado olor conviene que lo tenga en cuenta antes de proceder a la unción.

Otro de los trabajos que se realizan en algunas ocasiones, antes de encender la vela y después de su unción, es el de «vestir» la vela. Se trata de escribir en la vela del ritual el mensaje del deseo o petición que se desea conseguir y cubrirlo posteriormente con la cera de otra vela.

Se dice que mediante este sistema se refuerza el poder de la invocación y, evidentemente, supone la utilización de más de una vela: la propia del ritual y otra más para que su cera cubra el mensaje escrito en la primera.

En este aspecto del mensaje conviene destacar que existen varias posibilidades. Una de ellas consiste en escribir el mensaje en un papel normal o de color, según sea el ritual y otra hacerlo en la propia vela.

Para este último proceso, antes de escribir sobre la cera, deberá calentarse la vela con las propias manos, previamente calentadas a la llama de otra vela si esto fuera necesario.

Seguidamente, para marcar la vela se utilizará preferentemente una pluma de ave, con cuya punta se inscribirá la frase, palabra o clave convenida para el ceremonial que posteriormente se realizará. El proceso de escritura puede llevarse a cabo marcando por la fuerza las palabras elegidas o mediante la aplicación de tinta especial para velas, que puede hallarse en las tiendas especializadas.

Conviene recordar que tanto la escritura en la vela como en un papel poseen la misma validez, pues sólo en ritos de alta magia es obligatorio realizar la inscripción en la propia vela.

De todas formas, este último proceso de escritura en las velas no es imprescindible. Sólo debe realizarse si se cree necesario (téngase en cuenta que la propia creencia del oficiante es uno de los aspectos más importantes para infundir fe y esperanza en que el ritual a realizar cumplirá con los objetivos propuestos).

El tercer paso, y muy importante, que se debe realizar antes de iniciar el ritual es el encendido de la vela. Al encender una vela se están poniendo en marcha una serie de fuerzas cósmicas a través de las cuales, mediante el posterior sortilegio, se modificarán los acontecimientos haciendo que las fuerzas psicosensoriales actúen favoreciendo los deseos de la persona que realice la invocación, también denominada oficiante o maestro de ceremonias.

Al tratarse de fuerzas invisibles pero naturales no se recomienda utilizar elementos artificiales para el encendido de la vela, es decir, encendedores electrónicos ni otros elementos que sólo lograrían interferir el buen desarrollo del inicio del ceremonial. Por este motivo, se recomienda que el encendido se realice con una cerilla de madera, el elemento natural por excelencia, aunque si no se dispone de una de madera puede utilizarse una de cera.

También se considera correcto encender una vela con la llama de otra vela, en este caso cogiendo la vela de encendido con las dos manos.

De igual forma, el apagado de la vela también supone un cambio en el ambiente físico-químico que envuelve al oficiante. Por este motivo conviene realizado con el máximo cuidado, nunca chafando la mecha o apagando la vela con los dedos húmedos.

Se recomienda que el apagado de la misma se haga soplando ligeramente, situando la mano detrás de la vela para evitar esparcir la cera líquida alrededor de la vela, o derramada en la mesa o el suelo. Si esto sucediera así, el efecto del ritual se vería profundamente afectado, sería como «echar por tierra» todo el proceso realizado anteriormente y, por tanto, convendría repetido, aunque no inmediatamente, sino después de esperar hasta la siguiente ocasión considerada más propicia en cuanto a hora, día, situación astral y personal del propio oficiante.

También puede utilizarse para apagar la vela el artilugio denominado apagavelas, intentando no aplastar la mecha ni tocarla.