LA INCURSIÓN DE MIRZA MOORAD EN LA MAGIA NEGRA


Godolphin Mitford nació en Madrás el 16 de abril de 1844, su padre era un clérigo y él fue un descendiente de la familia inglesa Mitford. El señor Godolphin fue un hombre muy excéntrico y de carácter peculiar, él se convirtió al Islam y adoptó la forma de vestir oriental y también adoptó el nombre de Mirza Moorad Ali Beg.


En sus memorias el coronel Olcott relató:

« El señor Mirza Murad Ali Beg llegó con nosotros por primera vez el 20 de enero de 1881. Él era de origen europeo, descendiente de la antigua familia de los Mitfords en Hampshire, que ha producido varios escritores notables, incluida Mary Russell Mitford, autora del libro “Nuestro Pueblo” y otras obras.

El abuelo de este joven había venido a la India con algunos franceses y sirvió a las órdenes del Sultan Tipu. Cuando ese cacique cruel y lujurioso fue asesinado, el Sr. Mitford se incorporó a la Compañía de las Indias Orientales. Su hijo nació en Madrás y entre otras excentricidades se convirtió en musulmán, y cuando lo conocimos estaba en el servicio militar del maharajá de Bhavnagar como "oficial en jefe de caballería", prácticamente una sinecura.

La suya había sido una vida salvaje y aventurera, más llena de miseria que todo lo contrario. Él había incursionado en la Magia Negra, entre otras cosas, y me dijo que todos los sufrimientos por los que había pasado en los años anteriores se debían directamente a las persecuciones malignas de ciertos poderes oscuros que él había convocado para ayudarlo a enamorar a una virtuosa dama a quien él codiciaba.

Y para ello se había sentado, siguiendo las instrucciones de un gurú musulmán mago negro, en una habitación cerrada, durante cuarenta días, con la mirada fija en una mancha negra en la pared, en la que se le dijo que imaginara el rostro de su víctima prevista, y repitiendo unas cien mil veces un mantra prescrito, en mitad árabe, mitad sánscrito.

Debía continuar con esto hasta que realmente viera el rostro de la dama como si estuviera vivo; y cuando sus labios se movieran como para hablar, ella se habría sentido completamente fascinada y acudiría a él de su propia voluntad.

Y esto sucedió tal como se lo habían dicho, él se ganó su nefasto objetivo, pero habiendo arruinado a la mujer, él mismo cayó bajo el poder de los malos espíritus a quienes no tuvo la fuerza moral para dominar después de haber aceptado su servicio obligatorio.

Ciertamente era angustioso estar con él debido a que era un hombre nervioso, excitable, incapaz de fijar su mente en algo, esclavo de sus caprichos, viendo las grandes posibilidades de la naturaleza del hombre, y sin embargo siendo incapaz de alcanzarlas.

Él vino a nosotros como un refugio, y poco después se instaló en nuestra casa por unas cuantas semanas. Era una criatura de aspecto extraño para un inglés. Se vestía completamente de musulmán, salvo que tenía su largo cabello castaño claro recogido en un nudo griego detrás de la cabeza, como una mujer.

Su tez era clara y sus ojos azules claros. En mi Diario digo que se parecía más a un actor inventado para un papel que a cualquier otra cosa. El artículo “El Elixir de la Vida” lo escribió posteriormente, pero más vale que relate la historia mientras todavía la tengo fresca en mi memoria.


Desde el momento en que vino a nosotros, parecía estar inmerso en un fuerte conflicto mental y moral dentro de sí mismo. Se quejaba de ser arrastrado de un lado a otro, primero por buenas y luego por malas influencias. Tenía una mente excelente y había leído mucho; quería unirse a la Sociedad Teosófica, pero como yo no confiaba en su resistencia moral y es por eso que en un inicio lo rechacé.

Pero como Blavatsky se ofreció hacerse responsable de él, entonces cedí y dejé que lo acogiera. Sin embargo unos meses después, él le pagó bonitamente al arrebatarle una espada a un cipayo en la estación de Wadhwan, y tratar de matarla gritando que ¡ella y sus Mahatmas eran todos demonios!

En pocas palabras, se volvió loco. Pero antes de eso, mientras estuvo con nosotros escribió algunos artículos que fueron impresos en la revista The Theosophist, y una noche después de una charla con nosotros, se sentó a escribir sobre el poder de la voluntad para afectar la longevidad.

Blavatsky y yo nos quedamos en la habitación, y cuando él comenzó a escribir, ella se paró detrás de él, tal como lo había hecho en Nueva York cuando Harisse estaba haciendo su boceto de uno de los maestros, bajo su transferencia de pensamiento.

Cuando apareció el artículo de Mirza Sahib, atrajo la atención, muy merecida por cierto (ver Theosophist, III, 140, 168), y desde entonces ha sido uno de los panfletos más sugerentes y valiosos de nuestra literatura teosófica.

Él lo estaba haciendo bien y parecía que habría una buena posibilidad de que recuperara gran parte de su espiritualidad perdida si permanecía con nosotros; pero después de haber prometido hacerlo así, obedeció a un impulso irresistible y se apresuró a regresar a la ciudad de Wadhwan y a su destrucción.

Su mente ya no recuperó el equilibrio; se volvió católico romano, luego se retractó y regresó de nuevo al islamismo, y finalmente murió a los cuarenta años, y fue enterrado en Junagadh, donde he visto su humilde tumba. Su caso siempre me ha parecido un ejemplo terrible del peligro que se corre al incursionar en la ciencia oculta mientras las pasiones animales siguen desenfrenadas. »
(Las Viejas hojas de un Diario II, p. 289-291)




En un artículo que escribió Damodar, también mencionó al señor Mirza, y al respecto él comentó:

« La primera vez que Mirza Moorad Alee vino a la Sede Central de la Sociedad Teosófica en Bombay para pasar unos días con nosotros, lo primero que me dijo fue:

- "Si quieres progresar por el sendero correcto, ten cuidado de que los apetitos de la sensualidad no te arrastren hacia abajo, y sobre todo cuídate de los Hermanos de la Sombra, de los Hechiceros, con los que yo he tenido tratos personales, y a cuyo hecho atribuyo todos mis sufrimientos actuales, mi lucha y mi miseria."

Estas no son sus palabras exactas, pero esta es la idea que me transmitieron y que él confirmó en todas sus conversaciones subsiguientes. Por lo tanto ahora estoy horrorizado al leer: "Los líderes teosóficos nunca 'desanimaron' sino que más bien me animaron en tales prácticas (de magia negra)", como dice Mirza Moorad Alee en la carta que estamos considerando.

No puedo creer que esté tergiversando deliberadamente los hechos, pero de buena gana atribuiré su presente olvido a la aberración mental, causada por el agotamiento nervioso provocado por su fracasada lucha para superar los horrores de la magia negra y elevarse a las glorias espirituales de un Adepto.

Cuando él se unió a nosotros, ya había abierto la puerta y había ido demasiado lejos para poder cerrarla contra las obras de los hechiceros con quienes había tenido "tratos personales". Realmente me compadezco de su caída y espero que no tenga que compartir el destino de todos los magos negros. »
(Theosophist, suplemento de febrero de 1884, p.42)

Y Blavatsky dijo sobre el señor Mirza:

« Él era un místico sumamente extraordinario, de gran erudición y notable inteligencia. Pero abandonó el Camino Correcto y de inmediato cayó bajo la retribución kármica. »
(DS II, p.514, nota)