Tomado de la web.
Por Andrés Roemer

Religión: monopolio de creencias

¿Recuerda la película Siete años en el Tíbet, basada en un libro homónimo que narra las experiencias de Heinrich Harrer en Asia durante los años 1944 y 1951? En la cinta se hace referencia a un templo budista cuya construcción demoró años porque el lugar estaba infestado de ratas y cucarachas. Alguien podría preguntarse: ¿por qué?, ¿acaso no había venenos para exterminar la plaga?, ¿es tan difícil aplastar cucarachas? Debemos considerar que para el budismo tibetano lastimar a un animal implica arriesgarse a lastimar la reencarnación de algún ser humano. En efecto, según esta creencia al poner trampas para ratas usted podría estar atentando contra la reencarnación de sus antepasados.
Para muchas personas la idea de reencarnar puede carecer de sentido y reencarnar en un animal podría ser hilarante. ¿Se ha preguntado qué pensarán en otras culturas de nuestras creencias religiosas?, ¿qué pensarían si les dijéramos que un ojo de venado, la medalla de un santo o un hamse —mano de Fátima— puede protegerlos de “el mal de ojo”? Tal vez se reirían o nos mirarían con condescendencia, tal como un adulto ve a un niño pequeño, quien no quiere dormirse hasta no haber visto a Santa Claus.
Cuestionar los dogmas religiosos es peligroso. A quienes dudan de las creencias sobrenaturales —los escépticos— se les suele acusar de atentar contra “el bien”. Pero quienes levantan estas acusaciones pretenden ignorar que ellos mismos son escépticos respecto a las creencias religiosas de los otros; es más, algunos fundamentalistas están dispuestos a llegar a la violencia para imponer sobre otros sus creencias, bajo el argumento de que ellos conocen “la verdad” y los otros viven en el error. Por ello hoy, querido lector, me gustaría demostrarle que usted también es un escéptico, que usted duda de dogmas sagrados, aun —y prioritariamente— si es un religioso vehemente. Cuestiónese lo siguiente:
Quienes practican la astrología creen que tener a Saturno en su carta astral es un mal augurio para su vida. ¿A usted le importa algo la relación que haya entre Saturno y su fecha de nacimiento?
Una práctica habitual de la santería es sacrificar gallinas o cabras como ofrendas a fuerzas sobrenaturales para que cumplan sus deseos. ¿Cree que funcione?
Los cienciólogos afirman que cada ser humano guarda en sí un alma que vino de otro planeta, llamada “thetán”. ¿Qué opina de ello?
Los aztecas consideraban un honor ser cortado por el pecho para sacar su corazón en ofrenda a un dios serpiente emplumada. ¿Le gustaría ser “distinguido” de esa forma?
Millones de hindúes oran a estatuas del pene de un dios llamado Shiva. ¿Cree que su vida sería mejor si también usted lo hiciera?
A algunos fundamentalistas musulmanes se les enseña que si se hacen explotar en una sinagoga durante un servicio religioso, se convertirán en mártires y por ello irán inmediatamente al paraíso donde hermosas vírgenes los esperan. ¿Cree que esto tenga sentido?
El judaísmo enseña que encender un fósforo o un auto durante el Sabbath va en contra de los mandamientos de Dios y que una mujer casada no debe saludar de mano a un hombre que no pertenece a su familia. ¿Qué opina de ello?
Uno de los dogmas fundamentales de la Iglesia católica es que el vino y la hostia se convierten en la sangre y la carne de Jesús durante la consagración. ¿Cree que eso suceda?
Millones de cristianos pentecostales afirman que de manera espontánea el Espíritu Santo los hace hablar en lenguas extranjeras o desconocidas, sin tener conocimiento de dicha lengua. ¿Cree que eso es posible?
El Libro de Mormón —el libro sagrado de la Iglesia de Los Santos de los Últimos Días— afirma que Jesús vino a América después de su resurrección. ¿Cree que eso es un hecho histórico?
¡Ajá! Ya lo imaginaba, seguramente usted es tan incrédulo como yo respecto de todo lo anterior, o cuando menos de los dogmas ajenos a su religión.
Lo ve, usted es un escéptico. Cualquier sistema de creencias sobrenaturales que uno adopte nos exige asumir que determinados dogmas son “la verdad”. Si uno acepta tal cosa, entonces está negando que cualquier otro dogma sea verdadero —vgr. si uno cree que al morir se va o al paraíso o al infierno; no deja cabida para creer en la reencarnación— y en ese sentido somos escépticos pues dudamos de lo que para otro es “la verdad”.
La razón es muy sencilla: cada religión apuesta a convertirse en un “monopolio” de la fe y para ello debe imponer barreras de entrada a cualquier competidor. Sentirte especial es una necesidad biológica que siempre persistirá. Cada quien tiene derecho a creer en lo que quiera y todos deberíamos respetar las ideas de los otros respecto a la religión, así se trate de no creer. Por ello, antes de adoptar una religión o continuar con ella considere un principio: que nuestras creencias religiosas no violenten la integridad física ni la libertad de los otros.
Es alentador percatarse de que casi todos dudamos de la religión, cuando menos de la religión de los demás.
Presidente de Poder Cívico, AC