LOS MONUMENTOS MÁGICOS  Piramidese
Hemos dicho que Egipto era un pentáculo, y lo mismo podría afirmarse respecto del mundo antiguo en general. En la medida en que los grandes hierofantes apenas podían ocultar su ciencia absoluta, procuraron extender y multiplicar cada vez más sus símbolos. Las pirámides triangulares, con sus bases cuadradas, representaban la metafísica fundada en la ciencia de la Naturaleza; y la clave simbólica de esta ciencia asumía la forma fantástica de la prodigiosa esfinge que, en la prolongada vigilia al pie de las pirámides, había excavado para sí un lecho tan profundo en la arena. Los siete grandes monumentos llamados las maravillas del mundo fueron sublimes comentarios sobre las pirámides y las siete puertas misteriosas de Tebas. En Rodas estaba el Pentáculo del Sol, en el que el dios de la luz y la verdad era simbolizado bajo forma humana revestida con oro; en su mano derecha alzaba la antorcha de la inteligencia y en su izquierda sostenía la flecha de la actividad. Sus pies estaban fijos sobre moles que representaban las eternas fuerzas equilibrantes de la Naturaleza, la necesidad y la libertad, lo activo y lo pasivo, lo fijo y lo volátil, en una palabra, las Columnas de Hércules. En Efeso estaba el Pentáculo de la Luna, que era el Templo de Diana Panthea, construido a semejanza del universo. Había un domo que coronaba una cruz, con una galería cuadrada y un recinto circular que recordaba el escudo de Aquiles. La tumba de Mausolo era el Pentáculo de la Venus Casta y Conyugal; su forma semejaba unlingam, con una elevación cuadrada y un recinto circular. En la mitad del cuadrado se elevaba una pirámide trunca, sobre la que había un carro con cuatro caballos, enjaezados para formar una cruz. Las Pirámides eran el Pentáculo de Hermes o Mercurio. El Júpiter Olímpico era el Pentáculo de ese dios. Los muros de Babilonia y la ciudadela de Semíramis eran los Pentáculos de Marte. En fin, el Templo de Salomón —el pentáculo universal y absoluto destinado a reemplazar a los demás— era, para el mundo gentil, el terrible Pentáculo de Saturno. El septenario filosófico de iniciación, según la mente de los antiguos, puede resumirse como estos tres principios absolutos, reducidos a un solo principio, y cuatro formas elementales, que son una sola forma, la totalidad que constituye una unidad compuesta por forma e idea. Los tres principios son los siguientes: 1) El Ser es el ser; en filosofía esto significa la identidad de la idea y lo que es, o la verdad; en religión es el primer principio, el Padre; 2) El Ser es real; esto significa en filosofía la identidad del conocimiento y lo que es, o la realidad; en religión es el Logos de Platón, el Demiurgos, el Verbo; 3) El Ser es lógico; en filosofía esto significa la identidad de la razón y la realidad; en religión es la Providencia, o la AcciónDivina por la que se realiza el Bien, el amor mutuo de lo verdadero y lo bueno, llamado el Espíritu Santo en el cristianismo. Las cuatro formas elementales fueron expresión de dos leyes fundamentales: resistencia y movimiento; el estado fijo, o la inercia que resiste, y la vida activa, o la volátil; en otros términos más genéricos, materia y espíritu: la materia es la nada que es formulada por la afirmación pasiva, el espíritu es el principio de necesidad absoluta en lo que es verdadero. La acción negativa de la nada material sobre el espíritu se denominó principio malo; la acción positiva del espíritu sobre la misma nada, de modo que pueda llenarse con creación y luz, se llamó principio bueno. A estos dos conceptos correspondieron, por un lado, la humanidad y, por el otro, la vida racional y salvadora, que redime a los que fueron concebidos en el pecado, es decir, en la nada, debido a su generación material. Tal era la doctrina de la iniciación secreta, tal era la síntesis admirable que el espíritu del cristianismo vino a vivificar, iluminando con su esplendor, fundando divinamente con su dogma y realizando con sus sacramentos. Bajo el velo con que se pretendió preservarlo, esta síntesis se desvaneció. Está destinada a ser recuperada por el hombre en toda su primitiva belleza y en toda su fecundidad material.