¿Quienes temen al Espiritismo?
O mejor dicho temen saber que son espiritistas los apocados, los conformes, los pacatos, los timoratos que se asustan de su propia sombra en su propia casa, que están viendo visiones todo el tiempo y escuchando los gritos de su conciencia llena de faltas cometidas que no han saldado en el libro de su vida.
Aquellos que están temerosos de descubrir que todos somos iguales, que nadie es superior a nadie porque la misma masa nos ha formado, pero que si existen los superiores en conocimientos, pero que entre más saben más aman porque vislumbran a Eloí Padre Creador por su Amor los medio hombres, dúos, incapaces de generar ninguna idea de progreso; los que viven metidos en su concha y al menor destello de luz se esconden como tortugas humanas, esos son los que temen al Espiritismo y se unen a los que teniendo la conciencia nublada asimismo temen al Espiritismo porque también temen a su propio espectro.
Temen al Espiritismo los espiriteros, los supercheros, los que comercian con sus conocimientos de las leyes espirituales, los que tiran la piedra y esconden la mano, los hipócritas, los «negros de hollín» porque vienen del engaño y tráfico de conciencias de sus semejantes a quienes engañan día a día con sus prácticas agoreras y de malas artes.
Temen al Espiritismo los supremáticos, los engreídos, los «divinos», los ministros de un diocesillo malhumorado y vengativo, los que tienen asegurado su pan cada día con la ensarta de mentiras y ficciones que han formado su tinglado de circo donde exhiben sus piruetas y engañifas.
Temen al espiritismo los comodones que no se animan un buen día a echar por la borda la pereza material, espiritual y mental en que vegetan su miserable conformismo y su desconocimiento de la Ley, aquellos que por no masticar no comen; los que «siguen durmiendo» su sueño inerte y les pesa romper el cascaron donde se protegen.
Aterra el Espiritismo al ignorante que ha encontrado su felicidad descamisado, y que por no tomarse el trabajo de ganar un puesto mejor, en la vida, prefiere seguir en el recodo del camino donde pepena las raíces que alimentan su vida de mendigo de la luz, de aislado del progreso de la ciencia, de leproso del pensamiento.
Pero aquel que ve la cima de la alta montaña muy por encima de su cabeza, pero que sabe que tiene dos ojos, dos piernas, dos brazos y por dentro a DIOS de Amor que lo guía, que oye los pedidos de luz por doquiera y que está dispuesto a hacerse hombre o mujer de verdad; el hombre y la mujer que no teme a nada porque sabe que lo alimenta una chispa de su Creador; el individuo que lo consume el ansia de superación y de conocerse a sí mismo y saberse partícula de Eloí Padre Creador, en su Presencia; aquel que desea entender su trinidad, de dónde viene y a dónde va y que no teme verse desnudo, limpio y sano de prejuicios de toda índole, ese es el que está pidiendo a gritos los conocimientos de las Leyes del espíritu o sea el Gobierno político del Universo que nosotros llamamos
ESPIRITISMO LUZ y VERDAD.
jmb/EMECU
O mejor dicho temen saber que son espiritistas los apocados, los conformes, los pacatos, los timoratos que se asustan de su propia sombra en su propia casa, que están viendo visiones todo el tiempo y escuchando los gritos de su conciencia llena de faltas cometidas que no han saldado en el libro de su vida.
Aquellos que están temerosos de descubrir que todos somos iguales, que nadie es superior a nadie porque la misma masa nos ha formado, pero que si existen los superiores en conocimientos, pero que entre más saben más aman porque vislumbran a Eloí Padre Creador por su Amor los medio hombres, dúos, incapaces de generar ninguna idea de progreso; los que viven metidos en su concha y al menor destello de luz se esconden como tortugas humanas, esos son los que temen al Espiritismo y se unen a los que teniendo la conciencia nublada asimismo temen al Espiritismo porque también temen a su propio espectro.
Temen al Espiritismo los espiriteros, los supercheros, los que comercian con sus conocimientos de las leyes espirituales, los que tiran la piedra y esconden la mano, los hipócritas, los «negros de hollín» porque vienen del engaño y tráfico de conciencias de sus semejantes a quienes engañan día a día con sus prácticas agoreras y de malas artes.
Temen al Espiritismo los supremáticos, los engreídos, los «divinos», los ministros de un diocesillo malhumorado y vengativo, los que tienen asegurado su pan cada día con la ensarta de mentiras y ficciones que han formado su tinglado de circo donde exhiben sus piruetas y engañifas.
Temen al espiritismo los comodones que no se animan un buen día a echar por la borda la pereza material, espiritual y mental en que vegetan su miserable conformismo y su desconocimiento de la Ley, aquellos que por no masticar no comen; los que «siguen durmiendo» su sueño inerte y les pesa romper el cascaron donde se protegen.
Aterra el Espiritismo al ignorante que ha encontrado su felicidad descamisado, y que por no tomarse el trabajo de ganar un puesto mejor, en la vida, prefiere seguir en el recodo del camino donde pepena las raíces que alimentan su vida de mendigo de la luz, de aislado del progreso de la ciencia, de leproso del pensamiento.
Pero aquel que ve la cima de la alta montaña muy por encima de su cabeza, pero que sabe que tiene dos ojos, dos piernas, dos brazos y por dentro a DIOS de Amor que lo guía, que oye los pedidos de luz por doquiera y que está dispuesto a hacerse hombre o mujer de verdad; el hombre y la mujer que no teme a nada porque sabe que lo alimenta una chispa de su Creador; el individuo que lo consume el ansia de superación y de conocerse a sí mismo y saberse partícula de Eloí Padre Creador, en su Presencia; aquel que desea entender su trinidad, de dónde viene y a dónde va y que no teme verse desnudo, limpio y sano de prejuicios de toda índole, ese es el que está pidiendo a gritos los conocimientos de las Leyes del espíritu o sea el Gobierno político del Universo que nosotros llamamos
ESPIRITISMO LUZ y VERDAD.
jmb/EMECU