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Peregrinación
Robson Pinheiro
El Pai Joao me contó que, cuando vivía en la Bahia tras su reencarnación en las haciendas pernambucanas tenía un gusto particular por cierta canción cuya letra hablaba de diversos santos, y que lo acompañaba en los momentos graves y de dificultades. Pregunté a él por qué evocar santos y ángeles, ligándose a una tradición bien católica, y él me respondió:
- Hijo mío, en la hora del sufrimiento no hay lugar para orgullo, no. La gente pide a todo el mundo incluso. Son tantos los santos y ángeles inventados por los padres… ¡Y, si de repente alguno de ellos estuviera desatento y algún otro hable, siempre hay más de uno! La gente grita por todo lo que es santo y todavía dispone de algunos más.
Complementa: en el Brasil, hijo mío, la gente ve un pueblo de fe y coraje delante del sufrimiento. El domingo, todo el mundo va a la misa. A la noche, a la iglesia evangélica, a clamar por la sangre de Jesús. Más tarde, allá están las mismas personas en el centro espirita, tomando el pase y el agua fluidificada, atentas a las conferencias. Pero todo eso, hijo mío, es antes de la dificultad apretar incluso. En esa hora, hasta los más ortodoxos recurren a los padres viejos. En cuanto el dirigente del centro espirita hay que no admite al padre viejo trabajando y muchas veces critica a los negros viejos… en la hora grave, se arrodilla a los pies de un médium en un terreiro cualquier. Golpea su orgullo, se traga sus pretensiones y pide ayuda a nego viejo. Ese es el retrato de la tierra brasilera, hijo mío, tierra buena, fraterna y amiga. Cuando está difícil, cada uno sale pidiendo a un santo. Vaya que él atiende, ¿No es así, hijo mío? Nadie va a reclamar…

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.