A pesar de que este tema es tratado con profundidad en las enseñanzas rosacruces, siendo además la base de numerosos ejercicios místicos que afectan de forma positiva a la salud, me gustaría poder abordarlo en esta ocasión a través de un ejemplo concreto.
Frecuentemente sucede, tras realizar un trasplante de órganos, que la persona receptora del órgano en cuestión percibe nuevas sensaciones e impresiones en su consciencia. Puede ser un gusto repentino por ciertos alimentos que no le gustaban particularmente antes del trasplante, un nuevo interés en una actividad en particular por la que antes no se había preocupado, quizás pueda sufrir una experiencia de déjà vu, en la que tiene la sensación de haber estado en ciertos lugares en los que en realidad nunca ha estado, etc. Por razones que todo el mundo puede comprender, esos sentimientos y esas impresiones son casi siempre algo emocionalmente desestabilizador para el individuo, porque en realidad no se tiene consciencia de su origen.
Contrariamente a lo que cabría esperar a priori, este “extraño” fenómeno no es infrecuente, pero la mayoría de las personas que lo experimentan prefieren no preocuparse por ello, por temor a ser mal comprendidos o, peor aún, ser tomados por locos o fantasiosos. Aquellos que se atrevieron a contarlo con frecuencia se toparon con la incomprensión de los demás, especialmente de aquellos que tienen un enfoque materialista y racionalista de la vida. En cuanto a la comunidad científica, mantiene la distancia y la duda con respecto a este tipo de testimonios, porque no encajan con la idea que tiene del ser humano. La gran mayoría de los científicos creen que el ser humano está limitado a un cuerpo material que se mantiene con vida gracias a una serie de procesos físico-químicos. En cuanto a estas extrañas impresiones y sensaciones que es capaz de sentir, lo atribuyen exclusivamente a su conciencia cerebral, lo que significa que hacen del cerebro el centro exclusivo de la conciencia humana. En virtud de este principio, por no decir de este dogma, consideran que cualquier órgano que puede ser trasplantado se reduce a una masa de carne carente de vitalidad y conciencia propias, reactivado bajo el impulso de la vida metabólica del receptor.
Desde un punto de vista místico y rosacruz, la conciencia no está localizada en el cerebro y tampoco se limita exclusivamente a las actividades físicas y mentales. Posee una dimensión psíquica y espiritual que impregna cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo físico. Ahora bien, esta conciencia celular y orgánica, al igual que la conciencia cerebral, tiene una función: la memoria. Esto significa que nuestras células y órganos conservan la memoria no sólo del papel que desempeñan en nuestros cuerpos, sino también de nuestros gustos, nuestras tendencias, nuestros intereses y, en general, lo que conforma nuestra personalidad.
Si podemos aceptar esto, comprenderemos más fácilmente que cuando se dona un órgano que va a ser trasplantado en el cuerpo de otra persona, éste conserva en parte la memoria de lo que hacía la personalidad del donante, teniendo siempre presente que esta memoria “se diluye” en la personalidad del destinatario, por lo que de ninguna manera puede sustituir al libre albedrío de nadie o incitarle a actuar en contra de su voluntad.
Los antiguos místicos afirmaban que podemos encontrar al Todo en cualquiera de sus partes… ¿Por qué iba a ser distinto en relación a nuestras células?
Extraido de blog Rosacruzhttp://www.ordenrosacruz.es/
Frecuentemente sucede, tras realizar un trasplante de órganos, que la persona receptora del órgano en cuestión percibe nuevas sensaciones e impresiones en su consciencia. Puede ser un gusto repentino por ciertos alimentos que no le gustaban particularmente antes del trasplante, un nuevo interés en una actividad en particular por la que antes no se había preocupado, quizás pueda sufrir una experiencia de déjà vu, en la que tiene la sensación de haber estado en ciertos lugares en los que en realidad nunca ha estado, etc. Por razones que todo el mundo puede comprender, esos sentimientos y esas impresiones son casi siempre algo emocionalmente desestabilizador para el individuo, porque en realidad no se tiene consciencia de su origen.
Contrariamente a lo que cabría esperar a priori, este “extraño” fenómeno no es infrecuente, pero la mayoría de las personas que lo experimentan prefieren no preocuparse por ello, por temor a ser mal comprendidos o, peor aún, ser tomados por locos o fantasiosos. Aquellos que se atrevieron a contarlo con frecuencia se toparon con la incomprensión de los demás, especialmente de aquellos que tienen un enfoque materialista y racionalista de la vida. En cuanto a la comunidad científica, mantiene la distancia y la duda con respecto a este tipo de testimonios, porque no encajan con la idea que tiene del ser humano. La gran mayoría de los científicos creen que el ser humano está limitado a un cuerpo material que se mantiene con vida gracias a una serie de procesos físico-químicos. En cuanto a estas extrañas impresiones y sensaciones que es capaz de sentir, lo atribuyen exclusivamente a su conciencia cerebral, lo que significa que hacen del cerebro el centro exclusivo de la conciencia humana. En virtud de este principio, por no decir de este dogma, consideran que cualquier órgano que puede ser trasplantado se reduce a una masa de carne carente de vitalidad y conciencia propias, reactivado bajo el impulso de la vida metabólica del receptor.
Desde un punto de vista místico y rosacruz, la conciencia no está localizada en el cerebro y tampoco se limita exclusivamente a las actividades físicas y mentales. Posee una dimensión psíquica y espiritual que impregna cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo físico. Ahora bien, esta conciencia celular y orgánica, al igual que la conciencia cerebral, tiene una función: la memoria. Esto significa que nuestras células y órganos conservan la memoria no sólo del papel que desempeñan en nuestros cuerpos, sino también de nuestros gustos, nuestras tendencias, nuestros intereses y, en general, lo que conforma nuestra personalidad.
Si podemos aceptar esto, comprenderemos más fácilmente que cuando se dona un órgano que va a ser trasplantado en el cuerpo de otra persona, éste conserva en parte la memoria de lo que hacía la personalidad del donante, teniendo siempre presente que esta memoria “se diluye” en la personalidad del destinatario, por lo que de ninguna manera puede sustituir al libre albedrío de nadie o incitarle a actuar en contra de su voluntad.
Los antiguos místicos afirmaban que podemos encontrar al Todo en cualquiera de sus partes… ¿Por qué iba a ser distinto en relación a nuestras células?
Extraido de blog Rosacruzhttp://www.ordenrosacruz.es/