A través de muchos relatos, todas las tradiciones, religiones y culturas a través de la historia se han referido a la existencia de fantasmas y a su aparición en algunos lugares; de ahí la creencia en las casas, los castillos y otros lugares “encantados” o “malditos”. Desde hace algún tiempo, científicos, parapsicólogos y especialistas en las llamadas ciencias ocultas estudian estos fenómenos, unos para desacreditarlos y convencer a los más crédulos de que se trata de supersticiones, y otros para probar que se corresponden a una realidad.
Hasta la fecha, nadie ha conseguido probar la existencia de los fantasmas, lo que no quiere decir que no existan. ¿Y si existen, quién o qué son? Desde un punto de vista rosacruz, se trata de almas desencarnadas desde hace más o menos tiempo, que no aceptan el hecho de no vivir aquí “abajo”, en el cuerpo que fue suyo durante un tiempo, junto a sus seres queridos o en el medio ambiente que les era familiar. En la Tradición esotérica en general, se les califica como “almas atadas a la Tierra”. Para ilustrar este vínculo, por no decir este apego, se les describe a menudo en forma de siluetas revestidas con una tela o una sábana blanca, atadas con cadenas a una bola metálica, y en consecuencia, incapaces de elevarse hacia el mundo invisible.
Como un gran número de rosacruces, estoy convencido de que desgraciadamente existen almas “apegadas“ a la Tierra, es decir, desencarnadas, pero que se niegan a admitir que su vida terrestre ha finalizado. Dicho esto, no pienso que este vínculo con el plano material pueda permanecer durante siglos y mucho menos dar lugar a apariciones regulares, o incluso a una presencia permanente. En efecto, de acuerdo con las leyes que regulan lo que impropiamente se llama “muerte”, el alma de todo difunto termina por tomar conciencia de que ya no se encuentra encarnado y que debe, por su propio interés, alejarse del plano terrestre y elevarse hacia el mundo espiritual. Además, en algún momento debe volver a encarnar en la Tierra, si tenemos en cuenta la doctrina de la reencarnación.
Durante las semanas, meses o años durante los cuales un alma permanece vinculada al sitio donde vivió, “deambulando“ por el lugar, es imposible verla por medio de nuestra vista objetiva. En cambio, una persona suficientemente sensible a nivel psíquico puede sentir su presencia o incluso percibirla. Por regla general, se presenta entonces bajo el aspecto de una silueta vaga y etérea con la apariencia del cuerpo físico que tenía cuando estaba encarnada. Es precisamente por esta razón que se puede saber la identidad del fantasma en cuestión.
Contrariamente a lo que dejan suponer algunas películas o relatos “fantásticos”, es imposible hablar con un fantasma ni tampoco oírlo. Sin embargo, se puede comulgar espiritualmente con él, lo que por otro lado, requiere tener desarrollada una gran sensibilidad psíquica. Si se consigue, lo mejor es hacerle comprender que debería aceptar su “muerte” y unirse en el “más allá” al plano de conciencia que le corresponde. En cualquier caso, no tenemos ninguna razón para temer a los fantasmas, sobre todo teniendo en cuenta que no pueden nunca dañar a los vivos. Es necesario, sobre todo, considerarlos simplemente como “almas en pena“, que en un momento determinado pueden necesitar de nuestra ayuda mística para elevarse de nuevo hacia la Luz a la que un día todos regresaremos.
Blog de la Orden Rosacruz
Hasta la fecha, nadie ha conseguido probar la existencia de los fantasmas, lo que no quiere decir que no existan. ¿Y si existen, quién o qué son? Desde un punto de vista rosacruz, se trata de almas desencarnadas desde hace más o menos tiempo, que no aceptan el hecho de no vivir aquí “abajo”, en el cuerpo que fue suyo durante un tiempo, junto a sus seres queridos o en el medio ambiente que les era familiar. En la Tradición esotérica en general, se les califica como “almas atadas a la Tierra”. Para ilustrar este vínculo, por no decir este apego, se les describe a menudo en forma de siluetas revestidas con una tela o una sábana blanca, atadas con cadenas a una bola metálica, y en consecuencia, incapaces de elevarse hacia el mundo invisible.
Como un gran número de rosacruces, estoy convencido de que desgraciadamente existen almas “apegadas“ a la Tierra, es decir, desencarnadas, pero que se niegan a admitir que su vida terrestre ha finalizado. Dicho esto, no pienso que este vínculo con el plano material pueda permanecer durante siglos y mucho menos dar lugar a apariciones regulares, o incluso a una presencia permanente. En efecto, de acuerdo con las leyes que regulan lo que impropiamente se llama “muerte”, el alma de todo difunto termina por tomar conciencia de que ya no se encuentra encarnado y que debe, por su propio interés, alejarse del plano terrestre y elevarse hacia el mundo espiritual. Además, en algún momento debe volver a encarnar en la Tierra, si tenemos en cuenta la doctrina de la reencarnación.
Durante las semanas, meses o años durante los cuales un alma permanece vinculada al sitio donde vivió, “deambulando“ por el lugar, es imposible verla por medio de nuestra vista objetiva. En cambio, una persona suficientemente sensible a nivel psíquico puede sentir su presencia o incluso percibirla. Por regla general, se presenta entonces bajo el aspecto de una silueta vaga y etérea con la apariencia del cuerpo físico que tenía cuando estaba encarnada. Es precisamente por esta razón que se puede saber la identidad del fantasma en cuestión.
Contrariamente a lo que dejan suponer algunas películas o relatos “fantásticos”, es imposible hablar con un fantasma ni tampoco oírlo. Sin embargo, se puede comulgar espiritualmente con él, lo que por otro lado, requiere tener desarrollada una gran sensibilidad psíquica. Si se consigue, lo mejor es hacerle comprender que debería aceptar su “muerte” y unirse en el “más allá” al plano de conciencia que le corresponde. En cualquier caso, no tenemos ninguna razón para temer a los fantasmas, sobre todo teniendo en cuenta que no pueden nunca dañar a los vivos. Es necesario, sobre todo, considerarlos simplemente como “almas en pena“, que en un momento determinado pueden necesitar de nuestra ayuda mística para elevarse de nuevo hacia la Luz a la que un día todos regresaremos.
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