La historia del vudú comienza con su aparición en América en 1700, importada por los negros africanos, gracias al masivo tráfico de esclavos que se produjo por aquella época. Muy pronto, Nueva Orleans se hizo famosa por el culto vuduista. No habían leyes en su contra. En 1885, el periódico americano “Daily Crescent” publicó una entrevista realizada a una sacerdotisa y sus seguidores, donde se leía lo siguiente: “Se sabe que no sólo negros, sino mujeres blancas, algunas de ellas jóvenes y hermosas, pertenecen a esta institución“. Fue el primer indicio de la expansión de esta religión entre un gran número de personas. Hoy en día más de una tercera parte de los vuduistas son blancos.
Como en otras ocasiones, alrededor del vudú ha nacido un gran negocio basado en la venta de polvos, hierbas, inciensos, velas y un gran número de objetos relacionados con su práctica. En Estados Unidos hay barrios negros con tiendas y almacenes que venden productos vudús. En la calle South Rampart Street, de Nueva Orleans, es posible adquirir estos productos, amén de contratar los servicios de un dyok, por medio de la venta ambulante. En España se pueden comprar en los bazares de brujos.

Juan Bosch y Miguel G.Aracil, de la revista esotérica “Ritos” definen así el concepto de vudú: “Es una religión -empieza Aracil- en la cual los oficiantes invocan a los espíritus, que entran o penetran en los asistentes, los cuales adquieren un poder para hacer umbandas (curaciones) o kimbandas (maleficios). El clásico vudú, el de clavar alfileres en muñecos, no es la única realidad. Otros sincronismos, como el vudú de la Corte Real, nos hablan de invocar espíritus de difuntos, para acometer pactos con ellos, cuando el cuerpo todavía está caliente. Esto, al contrario de lo que algunos puedan pensar, no es nada extraño: también el catolicisimo establece pactos con santos, que no dejan de ser personas fallecidas. ¿Son negativos estos pactos? El vudú no es necesariamente maligno. Hay trabajos vudús, realizados con muñecos, que son medicinales“. Por su parte, Juan Bosch, me muestra un muñeco vudú y me cuenta: “Una vez estuve en un ritual iniciático. Recuerdo que me encerraron en una cabaña durante tres días, casi sin comer y a oscuras, y sin poder hablar con nadie. Después me trasladaron, desnudo, a otra cabaña en la que había un palmo de sangre en el suelo. Allí me arrojaron más sangre por encima, pringándome todo el cuerpo, con la finalidad de darme más fuerza, poder y protección contra los espíritus malignos, ese era el significado del ritual. Luego me obligaron a girar y noté una especie de energía que entraba dentro de mi cuerpo. Tuve la sensación de que algo me agarrotaba las manos y me poseía, pero me dijeron que estaba todo controlado. Del resto del rito está prohibido hablar, pero te diré que establecí un pacto. Este muñequito de madera, extraño por el material, me lo llevé de recuerdo. Tras esa experiencia, sólo añadiré que éste no es un tema para tomárselo a broma. Son los que no creen en el vudú quienes no están protegidos e indefensos ante la magia“.

El vudú tiene sus propios sacerdotes (houngans) y sacerdotisas (mambos). Como el cristiano y el judaísmo, es una religión monoteísta, que reconoce a un sólo Dios, creador del Universo y de todo cuanto existe.
Hubo un tiempo en que se practicaba el canibalismo y se adoraba a la serpiente, aunque el significado del canibalismo, todo hay que decirlo, nada tiene que ver con el origen del vudú. De acuerdo a las creencias de los pueblos precolombinos, el ritual del canibalismo estaba emparentado con la energía que proporcionaba cada una de las partes de un cadáver, directamente relacionadas con sus dioses. El vudú, al tratarse de una asociación entre el catolicismo y los ritos afroamericanos, adoptó el sacrificio de las vidas humanas aceptado por sus antecesores (la práctica del vudú tiene su máximo exponente en Haití). Por este motivo comenzaron a honrar a sus santos (loas) junto al ritual de la sangre.
Muchos consideran que los practicantes del vudú (vuduistas) tienen conocimientos esotéricos y poderes curativos o malignos. Ahora veremos la realidad de ello.

Extraña mezcla

Aquellos que practican este concepto místico-religioso jamás revelan sus secretos. El porqué está claro. Los vuduistas practican el culto a la serpiente, los sacrificios de animales, la promoscuidad sexual, la magia negra y el misticismo; una especie de amalgama que respeta las fiestas religiosas del año cristiano. Es una mezcla extraña, poderosa e incomprensiva, que nadie quiere desvelar por temor a que los conocimientos se dispersen más de lo debido y porque hay quienes consideran que estas ceremonias religiosas son una práctica de incultos, ingenuos o de locos.
En mi viaje a Haití tuve la oportunidad de conocer la historia del vudú y algunos de los secretos de sus ritos, pues pude conocer a un bocor (médico brujo), un dyok (mago negro) y algunos houngangs. Héctor García Vázquez, un conocido periodista mexicano, me aclaró por qué algunas de las religiones asentadas en Centroamérica habían sido practicantes de ritos, como el mentado canibalismo. “La cultura del europeo católico -me señalaba- nunca ha llegado a comprender por qué los aztecas, los mayas, los toltecas y lox mixteco-zapotecos, que vivían en las tierras de Oaxaca, idolatraban falos de demonios o se comían los despejos de sus enemigos. Las Guerras Floridas no fueron actos de canibalismo salvaje para saciar el hambre, como muchos historiadores han apuntado. Durante ese tiempo, los pueblos precolombinos se preciaban de tener una variada y exquisita comida. En los sacrificios a sus enemigos, los guerreros victoriosos se comían los brazos y las piernas del muerto para que éste les transmitiera su fortaleza; los recién casados se comían los genitales para aumentar su capacidad de reproducción; y a los sacerdotes les correpondían los sesos. Los pedazos restantes se arrojaban a la multitud. Estos pueblos pensaban que si interrumpían los sacrificios morirían por mandato de Dios y no alcanzarían el tan esperado Quinto Sol, que aparecía cada cincuenta y dos años“. De esta cultura el vudú heredó las costumbres antropófagas.