Si las huestes de los Orixá son numerosas, la de los Exú lo son todavía más y más minuciosamente detalladas. Pombayira (*2), la diableza de la concupiscencia, tiene por si sola más de cuarenta expresiones diversas que la califican desde como una suerte de “hermanita” (María Batista, entre otros nombres), hasta la Pombayira Mulher da Rua (prostituta), pasando por características de vampirismo, homosexualidad, fortuna en el juego y poderes adivinatorios. En algunas de sus expresiones, esta Exú prefiere encarnar en médiums de sexo masculino, aunque naturalmente encarnará casi siempre en mujeres.

(*2) Escribimos fonéticamente “Pombayira”, aunque en ortografía brasilera, el nombre es Pombajira. Asimismo el nombre Peji del Santuario Secreto, suena entre “Peyi” y “Peshui”.

El principal de los Exú, al menos teóricamente, es el Exú Rey o el Mayoral. De acuerdo al “Catecismo de Umbanda”, él es el Lucifer del cristianismo. Es muy inteligente y sabio, trata a la gente con mucha amabilidad. Concede riqueza y placeres tanto en esta vida como en las futuras, a condición de que se le sirva. Viste con gran elegancia una capa negra forrada con seda roja y tiene cuernos caprinos o de carnero en la frente. Es de finos rasgos, hermoso y magnético a su manera y sus modales son de exquisita cortesía. Es preciso reverenciarlo como un rey.

El Exú Siete Encrucijadas y el Cierra Caminos son los más solicitados antes de comenzar cualquier liturgia de Macumba. Ambos son servidos por legiones de Exú menores, y tienen el poder de franquear o bloquear los poderes psíquicos y de frustar los más poderosos encantamientos si no se les solicita reverentemente su permiso para efectuar las ceremonias.

El Exú Velludo puede ser un amigo inapreciable si se le sabe invocar a tiempo, pues se complace en defender a sus amigos en las situaciones de peligro. Es un combatiente muy temible, feísimo, pero sólo se muestra malvado y cruel con los enemigos de sus devotos.

El Exú Rompe Ramas se complace a su vez en favorecer las uniones ilícitas, deshacer matrimonios y quebrantar los compromisos formales. Sugestiona a las mujeres induciéndolas a la lujuria y hasta la prostitución. Con su íntima amiga, la Exú Paloma Negra, arman enredos endiablados en que se mezclan erotismo y venganza. Paloma Negra es la protectora de brujas y hechiceras (*3).

(*3) Según la tradición africana, una bruja es resultado de ciertos caprichos de la naturaleza. Se nace bruja. La hechicera en cambio es una mujer cuyos estudios le han dado poderes que suele aplicar para fines benéficos.

Los asesinos se encomiendan al Exú Siete Cruces, que vive en las puertas de los cementerios. Se goza causando muertes violentas. Calavera, Ganga y Tiriri son los Exú de los cementerios que colaboran con el Señor Omulú. Tiriri no sólo gusta de los cementerios, también se le encuentra con frecuencia en los descampados solitarios y las colinas sin árboles.

Al Exú de los Umbrales hay que pedirle su benevolencia mediante ofrendas antes de iniciar cualquier ceremonia. Conviene dedicarle una capillita como una casa de muñecas en el patio de la casa, junto a la puerta principal de entrada.

Junto a Pombayira, Quirimbó es el Exú sexual por excelencia. Es el gran demonio de las perversiones sexuales y es complaciente con quienes le hacen ofrendas generosas.

Exú Siete Puertas es el diablo patrono de los ladrones. Le encanta hacer desaparecer las cosas. Hay que dejarles sus ofrendas encima de un hormiguero, pues las hormigas son sus animales preferidos.

Encomendándose al Exú Siete Puertas, es fácil encontrar las cosas perdidas, pero, si es uno mismo el extraviado, se recomienda invocar al Exú Siete Remolinos que es el demonio de los caminos y puede resultar muy útil para los viajeros.

El Exú Piedras Negras es el demonio que controla la fortuna, el oro y la industria. Acomodando largas series de “casualidades” es capaz de hacer la fortuna de sus fieles, aunque casi siempre a costa de la ruina de otro.

Arranca Todo y Pagano son dos Exú maldadosos y versátiles, siempre dispuestos a cometer cualquier fechoría a cambio de unas ofrendas. En cambio, Medianoche es el Exú de las Ciencias, en particular de la lingüistica, la antropología, la arqueología y las matemáticas. Es filósofo y maestro de hechicerías. Él fue el verdadero autor del famosísimo Libro de San Cipriano, al que los brujos manejan con el cuidado con que se maneja la nitroglicerina. Se dice que San Cipriano se limitó a escribir mecánicamente mientras el Exú Medianoche lo poseía.

El especialista en Magia Negra Afroamericana, antropólogo Auisio Fontenelle, dice de estos demonios en su libro “Exú”: “...su modo de actuar es falaz. Aparentan mansedumbre, pero internamente son fieras. Podemos servirnos de ellos para neutralizar los maleficios que nuestros enemigos les encomendaron, porque son sumamente venales y se dejan comprar por todos”. Más adelante, comenta: “...si les hacemos algún presente, podemos estar seguros de que ejecutarán nuestros deseos; a ellos no les importa ni en lo más mínimo si lo que les pedimos puede tener efectos buenos o malos en este mundo”.

Para los Exú se utilizan las mismas ofrendas de alimentos sagrados que para los Orixá, aunque agregando abundante aguardiente, tabaco, pimienta y, cuando se trata de Exú de asuntos eróticos, dinero. Los signos que se dibujan para ellos, si se hacen con la tiza “Pemba”, tendrán por objeto sólo apaciguarlos y tenerlos cortésmente a raya. Cuando se quiere entablar relación con ellos, los dibujos simbólicos o “pontos riscados” (puntos arriesgados) deberán hacerse con carbón.
En cuanto a las ánimas de los muertos, éstas pueden clasificarse en cuatro clases: Las ánimas de los “Pretos Velhos”, o antepasados africanos, espíritus bondadosos, siempre dispuestos a dar consejos bienintencionados, a revelar secretos del pasado de la vida de uno y de grandes dotes de diagnóstico médico. Los más populares de los Pretos Velhos son Rey Congo, Padre Cipriano, Abuelo Benedicto, Padre Guinea, Tío Antonio, Padre Chico, Mestre Luis, Tío Custodio, Padre Serapión, María Conga, Abuela Luisa, Madre Emilia, Abuela Ganga, Tía Rosa...

La otra clase es la de los “Caboclos” o espíritus de héroes y antepasados de la raza Tupí-Guaraní, indios americanos que se mezclaron étnicamente con los negros haciendo aportes culturales también para ciertas formas de macumba. Son espíritus terriblemente violentos y movedizos, y de hecho son los que más hacen de las suyas con los médiums. Los más populares son Arruda, Ubirajara, Tupinambá Tierra Tiembla, Urubatán, Arrancatodo, Hoja Verde, Jurema, Iracema, Diamantina, Jupira, Cici, Areia.

En tercer lugar encontramos los espíritus de nuestros familiares muertos, nuestros antepasados directos, sean éstos de la raza que fueren, ya que los antepasados negros son benevolentes y aceptan con cordialidad las mixigenaciones (*4) y los entronques con otras razas. Si uno llama a la abuelita, o a una tía muerta, en una sesión de Macumba que no sea de “esas para turistas”, se supone que reconocerá sin lugar a dudas al espíritu invocado, podrá conversar con él e incluso averiguar cosas que sólo esos parientes podían saber.

(*4) Mezclas raciales.

La cuarta categoría de ánimas de muertos, es la de los difuntos recientes, vecinos, grandes figuras de mucha popularidad, gente que de algún modo es importante. Se les ofrenda aguardiente y velas encendidas.

En general, los espíritus de los muertos pueden hacer favores a quienes los invocan, aunque sus poderes son limitados. Debemos entender que el ánima o espíritu que podemos evocar es sólo una porción de la auténtica “alma” del difunto pues, si existe la reencarnación, la mayor parte del “alma” se encuentra ya viviendo otra vida e incluso se han dado casos en que un macumbero ha invocado a un antepasado que era él mismo en una vida anterior. Esto puede provocar locura e incluso la muerte del invocante. Se suelen tomar precauciones para que tales accidentes no ocurran.

Es en ese contexto de Orixás, Exús y espíritus de los muertos que se desenvuelve la Macumba como un sistema complejo y altamente sofisticado de comercio con lo sobrenatural. Cuando no se trata simplemente de reverenciar lo sagrado, dicho comercio es magia.

En su obra “Umbanda y Ocultismo”, el investigador y Babalao Oliveira Magno enuncia el siguiente postulado de las prácticas mágicas: “Todo cuanto hiciéramos a un cuerpo físico repercutirá en su espíritu, y todo lo que hiciéremos a un espíritu habrá de repercutir en su cuerpo físico”. Con objetiva sencillez, el pensador macumbero da al trasto con las teorías de Sir James Frazer y su Rama Dorada, que los practicantes de las doctrinas negras consideran una majadería a nivel enciclopédico.

La interrelación entre espíritu y materia debe entenderse en el contexto panteísta de la macumba: no son los seres humanos los únicos que poseen espíritu o “forman parte de la carnazón de Dios”. Los animales, las plantas y los objetos inanimados poseen también un espíritu, aunque para llegar a conocer tales espíritus falten todavía siglos de investigaciones de los hechiceros experimentales. La interdependencia de cuerpos y espíritus no es sólo y estrictamente individual: es también universal.

Si se quiere hacer un daño físico a una persona, hay que vulnerar primero su espíritu. Para vulnerar su espíritu hay que actuar sobre objetos materiales. Oliveira Magno especifica que en magia se debe siempre “realizar un acto material indicativo de la alteración espiritual que se quiera producir”.

La intervención de los Orixás, los Exú y los espíritus desencarnados de los difuntos, es imprescindible para la magia, ya que son éstos los espíritus encargados de transmitir el acto material simbólico, la “brujería” al espíritu de un ser vivo al que se desea hechizar.