Médium de cura y los curanderos 1zw0v2s
 
Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.
 
LOS MÉDIUMS DE CURA Y LOS CURANDEROS
 
Pregunta: ¿Cómo distinguiremos a los verdaderos médiums de cura de los ignorantes o interesados, y que bajo la égida del Espiri­tismo explotan el sufrimiento ajeno? Muchas veces, esos astutos aventureros nos recetan con la misma presteza y habilidad de los médiums espiritas, por lo que se hace bastante difícil distinguirlos de los médiums idóneos.  ¿Qué nos decís al respecto?
Ramatís: La mediumnidad obedece a un derrotero progresista que se impone por la experimentación y el estudio serio. De esa forma es difícil al principio de su manifestación, alcanzar el éxito y claridad deseada, pues en su base inicial se manifiesta envolviendo al médium en dudas y confusiones. Ese período es propicio a que el médium incipiente, por su ignorancia o descuido, incurra en distor­siones de la ética rígida, exigida en el desempeño de tal función. Efectivamente, están los que se dicen recetistas, pero que de hecho, son curanderos mercenarios. Y los efectos propicios que algunas veces alcanzan, y que son aparentes, se deben en su mayoría, a que esos enfermos están cumpliendo con las prescripciones médicas o sintieron mejorías en su salud en forma independiente de cualquier remedio.
 
Las enfermedades, en su mayor porcentaje, son estados transito­rios de reajuste fisiológico o una especie de reacción del metabolismo orgánico, en el sentido de resguardar y evitar que el cuerpo sufra consecuencias más graves, tal como la muerte súbita y, también, tie­nen por objeto apurar el grado espiritual del ser en su resistencia moral contra el dolor.
 
Existen determinadas metamorfosis en la vida animal, cuyas manifestaciones se asemejan a las enfermedades, aunque se trate de fenómenos destinados a revigorizar el equipo orgánico. Citamos, por ejemplo, el caso del "cambio" en las plumas de las aves, de la piel en los reptiles, del pelo en los animales o la lana en los carneros. Cambios físicos de apariencia enfermiza, que son transiciones efec­tuadas en épocas propicias. Y gracias a esa súbita disposición de la naturaleza, el "cambio" resulta siempre un perfecto reajuste de la salud.
 
Notad que, en el hombre, a medida que crece y se desarrolla, aparecen ciertas crisis fisiológicas producidas en su cuerpo que, aun­que sean naturales, también se manifiestan bajo la apariencia de "molestias". Nos referimos al período de la pubertad en los jóvenes, a la menopausia en las mujeres, o la inactividad de las glándulas sexuales, en los viejos. Muchos síntomas desagradables o inusuales, en el ser humano, tienen su ciclo en la curva ascendente o descen­dente, pero que desaparecen en la época apropiada, sin cualquier interferencia extraña. Sí las manifestaciones y desaparición de esos incómodos fenómenos coincidieran con el período de consulta y la aplicación del tratamiento recetado por algún curandero, seguramente el resultado será considerado como un hecho meritorio.
 
Los enfermos que por coincidencia o espontáneamente se libra­ran de esos síntomas, cuando están bajo el cuidado de algún char­latán, acabarán siempre por conceder virtudes terapéuticas a esos aventureros que jamás las poseyeron.
 
Dichos curanderos, cuando su terapéutica resulta un fracaso, ale­gan negligencia de los pacientes respecto del tratamiento prescripto, o bien les censuran la falta de fe en los medicamentos. Casi siempre salen bien, pues el hombre común no entiende, por lo general, qué es la fe, ni sabe movilizarla en su beneficio. Es muy común entre los humanos, que un hecho espectacular suplante a decenas de otros que pasan desapercibidos; una sola cura de apariencia mi­lagrosa es suficiente para propiciar la fama a cualquiera de tales charlatanes.
 
Hace poco tiempo, cierta institución médica (de los Estados Unidos de Norteamérica), al efectuar autopsias e investigaciones en centenares de indigentes, comprobó que más de un tercio ha­bía contraído enfermedades graves y resistido a las mismas durante largos años, curándose, incluso espontáneamente, sin necesidad de tratamientos médicos o medicamentos específicos, de acción funda­mental. Esos indigentes se recuperaron movilizando sus propias de­fensas y reservas orgánicas, sin necesidad de la intervención y disciplina médicas. En algunos casos, las úlceras se habían cicatriza­do; las metástasis cancerígenas se habían reducido; los pulmones habían logrado su calcificación espontánea, y el páncreas su recu­peración de graves atrofias. Se comprobó el drenaje natural de residuos de tumores por las vías emuntorias, así como también la restitución de la circulación sanguínea que había logrado vencer pro­fundas anemias, y restaurar el corazón evitando infartos peligrosos. En el caso de dos dipsómanos, el tejido conjuntivo hepático revelaba indicios de la cirrosis superada; y el cuatro por ciento, tenía vestigios de una pronunciada amebiasis en las paredes del colon intestinal, es­pontáneamente restablecido.
 
Pregunta: ¿Existe alguna correlación entre los casos de esos indigentes y los curanderos, charlatanes o falsos médiums, que promueven curas que después se consideran sorprendentes?
Ramatís: Es evidente que, si algún curandero o médium hu­biese tratado a esos enfermos, curándolos espontáneamente, sería con­sagrado como famoso terapeuta capaz de devolver la salud a los desengañados de la medicina oficial. Y, rápidamente, la imaginación exaltada del pueblo crédulo lo tomaría por un ser poseedor de vir­tudes o poderes sobrenaturales que, consecuentemente, atraería mul­titudes de sufrientes.
 
El hombre astuto y experimentado también puede simular la práctica de la mediumnidad y hasta recetar con acierto, siempre que conozca la terapéutica de los medicamentos, orientándose con la lec­tura práctica de los libros accesibles a la mente común. Hay indi­viduos lectores de las revistas médicas, que llegan a formular diag­nósticos aceptables, en contraste con ciertos médiums anímicos, in­cultos o supersticiosos, cuya ignorancia constituye un serio obstáculo anulador de las benéficas intuiciones de los guías.
 
Ése es uno de los motivos que nos induce a insistir en que los médiums se integren conscientemente a los postulados del Espiritismo y estudien el mecanismo de la mediumnidad, como también les acon­sejamos que asimilen las enseñanzas básicas de la ciencia profana del mundo material. Sólo así les será posible cooperar con éxito en el servicio terapéutico, en favor del prójimo, y sanear el ambiente espirita, apartando a los aventureros o pseudo médiums.
 
Pregunta: Nos agradaría que nos dieseis explicaciones respecto de la selección que debe hacerse en la siembra espirita, para que el servicio mediúmnico se libre de los pseudo médiums y charlatanes, que tanto perjudican la buena tarea de los médiums dignos.
Ramatís: Al comienzo, es muy difícil distinguir al charlatán en la siembra espirita, pues el fenómeno mediúmnico, principalmente el intuitivo, no demuestra señales visibles que demuestren su falsedad. Tampoco existe una fiscalización oficial por parte del mundo espi­ritual al respecto, fuera de la advertencia que pesa sobre los causan­tes, y que dice que "a cada uno le será dado según sus obras". No hay duda de que, tanto el médium mercenario que negocia con el don mediúmnico, como el charlatán que mistifica, se igualan ante el servicio deficiente que prestan, por demás censurable e interesado. Pese a la protesta de los más sentimentaloides, que no aceptan que la doctrina espirita sufra la fiscalización de la Ciencia terrena, en el futuro, ésta mucho ayudará a la demarcación definitiva de los traba­jadores espiritas, definiendo los servicios mediúmnicos reales y justos, y atacando a los que invaden la siembra espirita con el fin de con­cretar el comercio con los Mefistófeles del mundo oculto, o ensuciar el don mediúmnico concedido para su propia redención espiritual.
 
El médium intuitivo, bueno, honesto y beneficioso, todavía es el instrumento preferido para el intercambio con los espíritus supe­riores, por encima de cualquier médium sonambúlico o mecánico que, aunque puedan ser excepcionales, observen una conducta moral repudiable. Acaso no haya, en el mundo-Tierra, criatura que posea facultades tan poderosas como las que tuvo Rasputín y, sin embargo, su intercambio con el mundo oculto fue un servicio inferior y egoís­ta. Y esto es verdad, pese a haber sido utilizado por lo Alto con la finalidad de apresurar la demolición del fastuoso imperio ruso, es­tancado por la inoperancia, la vanidad, el orgullo y la impiedad de una aristocracia viciosa que explotaba al pueblo hambriento. El don mediúmnico excepcional que poseía Rasputín, no es del tipo de los que más benefician al género humano. Cualquier tarea común y sin manifestaciones espectaculares, es superior a ese poder, siempre que se encuentre garantizada por la asistencia sublime de Jesús.
 
La facultad mediúmnica intuitiva, sólo en casos rarísimos, ofrece algunos resultados integralmente auténticos, pues los médiums en su contacto con los espíritus, no abdican de su voluntad, ni abandonan el bagaje de virtudes o pecados de sus existencias pasadas. El mé­dium intuitivo, evangelizado, repetimos, aunque sea técnicamente nuevo para transmitir la realidad del mundo oculto hacia los encar­nados, puede revelar mensajes superiores, siempre que merezca la confianza de los seres angélicos.
 
Pregunta: ¿Qué nos decís del curanderismo que infecta el interior del país 1, donde se manifiestan personas totalmente ignorantes de los preceptos elementales de medicina e higiene, pero que consi­guen promover curas impresionantes?
Ramatís: No condenamos a la vieja negra bendecidora, ni a la mujer del "responso", ni al hombre de las "simpatías", ni al salvaje analfabeto, que en el medio del campo hacen beneficiosos trabajos recetando infusiones de hierbas, jarabes de raíces, emplastes o po­madas "cúralo-todo". Ésos también pueden ser auténticos médiums —aunque sirvan en otras fajas vibratorias más primitivas—, que por voluntad de lo Alto, ayudan a las criaturas menos felices, pobladores de los lugares solitarios y alejados de cualquier asistencia médica oficial. Sería absurdo exigir que esos curanderos inocentes poseyeran conocimientos académicos o practicaran una profilaxis rigurosa en su forma de auxiliar al prójimo, puesto que hacen lo mejor que pueden dentro de lo poco que saben.
 
Los médiums auténticos y ligados a la siembra espirita supe­ran a los aventureros o curanderos anímicos, porque éstos no po­seen la facultad mediúmnica, puesto que los primeros progresan en el ejercicio positivo y excepcional, imponiéndose al respeto público por el desinterés hacia los provechos materiales. Algunos pseudo-médiums explotan el curanderismo lucrativo en base al magnetismo, pero no tardan en caer en la mistificación censurable, pues la asis­tencia de los seres benefactores no pactan con la venalidad.
 
Pregunta: Notamos que casi todos los médiums curativos, cuando se encuentran en el desenvolvimiento mediúmnico, inician su trabajo recetando, únicamente, la homeopatía popular de la quinta dinamización; y sólo después de cierto tiempo, se introducen en otro género de medicamentos. ¿Es esto propio de la incapacidad del médium neófito cuando se inicia en la tarea curativa, o acaso la prescripción homeopática de la "quinta" es la apropiada en las fases preliminares del desarrollo mediúmnico terapéutico?
Ramatís: En general, los médiums novatos recetan la homeopatía de la, "quinta" dinamización, por ser medicina menos peligrosa y más aceptada de los pobres, y lo hacen, además, bajo la indicación de los guías prudentes.   La homeopatía,  conforme dijéramos,  es "medicina muy enérgica" y "menos medicamentosa", cuya acción terapéutica se efectúa en el plano intermedio del mundo físico y espiritual, haciéndose accesible a la influencia periespiritual de los desencarnados.
 
Es la medicina ideal para la recuperación de la salud psicofísica de los enfermos, pues su "quantum" de energía actúa como óptimo catalizador en la función del "chacra esplénico", que es el centro etérico situado a la altura del bazo y responsable de la absorción de los glóbulos de vitalidad del medio ambiente, y de las emanaciones solares, destinadas a la recomposición atómica y pránica del organis­mo etéreo-físico.
 
Las dosis infinitesimales son verdaderos detonadores dinámicos que actúan en las reservas de energías del cuerpo humano, movili­zando las fuerzas "etéreo-astrales" del periespíritu. Ellas drenan y hacen bajar hacia el cuerpo carnal las toxinas producidas y acumu­ladas por el psiquismo, en la mente, debido a las emotividades des­controladas. Es una terapéutica muy eficiente para educar al orga­nismo debilitado, en el ajuste de sus funciones habituales, pero sin hacerlo sufrir; los estímulos violentos y propios de los remedios alo­páticos, cuya acción energética tiene origen en extractos de minera­les, vegetales, animales, reptiles e insectos, si bien dominan los síntomas enfermizos, resienten el metabolismo humano con la carga indeseable de sus residuos tóxicos.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.