Espiritismo y Evangelio 1zw0v2s
 
Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.
 
ESPIRITISMO Y EVANGELIO
 
Pregunta: ¿Por qué Allan Kardec fundamentó la doctrina espirita sobre el Evangelio de Jesús, si decía que era una doc­trina filosófica y científica?
Ramatís: El Espiritismo es una doctrina totalmente libe­rada de ritos, devociones, jerarquías, símbolos e idolatrías, puesto que Allan Kardec tuvo sumo cuidado para que los postulados de la codificación pudieran abastardarse futuramente debido a la divergencia de las interpretaciones personales. Las enseñanzas espiritas son simples y directas, impactan al entendimiento del hombre y están exceptuadas de los dogmas peculiares de las sec­tas religiosas. Todo es claro y muy fácil, no hay vocabulario iniciático, misterios o símbolos que exijan profundos análisis y demora de tiempo para su interpretación.
 
El codificador consideró el Espiritismo como una Religión, pero de sentido filosófico (y no de secta), cuya doctrina es de confraternización y comunión de pensamientos sobre las le­yes de la naturaleza. Las reuniones espiritas deben realizarse con respeto y el debido recogimiento por ser ideas valiosas y sublimes, como es creer en Dios, en la inmortalidad del alma, en la rectificación espiritual a través de la reencarnación, en la ventura humana, en la igualdad de justicia, en la práctica de la caridad y en el ejercicio incondicional del Bien.
 
En consecuencia, el Espiritismo es una doctrina de "sentido religioso", una iniciativa sensata para "religar" a la criatura con el Creador por medio de proceso más digno del Espíritu in­mortal. Además de una doctrina filosófica es afín a la ciencia del mundo y disciplina el culto religioso en la sublime intimidad de las criaturas para acercarlas armónicamente a su Creador. Allan Kardec reconoció que no había Código Moral más avan­zado y electivo a los propósitos del Espiritismo, que el Evangelio de Jesús.
 
Pregunta: ¿Cuáles fueron los motivos que hicieron preferir a Allan Kardec el Evangelio de Jesús, a fin de fundamentar la moral de su doctrina?
Ramatís: En primer lugar, porque las enseñanzas de Jesús, como las que encierran los postulados espiritas, son simples y exceptuadas de símbolos complicados. Además, Jesús no exigía que los hombres se volvieran santos o héroes bajo la influencia inmediata de sus palabras. Enseñaba los predicados del Cielo en medio de la vida en común, en las calles, en los caminos, en los campos, en los hogares y a las orillas de las playas. El Maes­tro prefería vivir en medio del pueblo afligido y sufriente que pedía consuelos, antes que interesarse por los poderes políticos o las complicaciones religiosas del mundo. Sus máximas eran simples, comprensivas y tomaban el camino directo del corazón, a través de las recomendaciones inolvidables como fueron "Ama a tu prójimo como a ti mismo", "Haced a los otros, lo que qui­sierais que te hagan", "Quien se humilla será exaltado" o "Cada uno recoge conforme haya sido su siembra".

Ningún otro Código Moral fue tan sublime, ni hubiera po­dido fundamentar al Espiritismo, cuya doctrina es un perfeccio­namiento de simplicidad, lógica y liberalidad. La verdad es, que ninguna moral enseñada por los espíritus podría compararse con la prédica evangélica que Jesús expuso a los hombres de la tierra. Allan Kardec, una vez más comprobó, de lo elevado de su misión entre los terrícolas, cuando escogió el Evangelio de Jesús para orientar las actividades espiritas.
 
Pregunta: Los católicos y reformistas manifiestan, que el Espiritismo interpreta el Evangelio a su modo, y lo consideran un competidor más en las discusiones milenarias de las sectas religiosas, sobre las actividades de Jesús.
Ramatís: La doctrina espirita jamás pretendió aislarse dogmáticamente, respecto a la interpretación exclusiva sobre el Evan­gelio de Jesús, ni tampoco lo utiliza como garantía para los puntos de vista personales.
 
Por otra parte, el Espiritismo se consagró a través de cien años de prácticas beneficiosas y acti­vidades doctrinarias, sin imponerse religiosa o políticamente por medio de los poderes del mundo del César. Tampoco considera las enseñanzas de Jesús como simples dogmas, estáticos en el tiempo, pero si, los divulga entre los seres por la fuerza dinámica, como lo ejemplificó el bondadoso Jesús, desde la cuna hasta la cruz. Es el Cristo vivo, cuyo calvario y crucifixión fueron lec­ciones inmortales de renuncia, perdón y amor para los hombres. El Espiritismo no discute ni hace interpolaciones personales so­bre lo que Jesús "dijo" o que "tendría que haber dicho"; le basta el sacrificio de su vida cumpliendo integralmente con el plan previsto para educar y salvar a los hombres necesitados.
 
Pregunta: ¿Podríais decirnos en qué punto coincide la reali­zación del Espiritismo, respecto al Evangelio?
Ramatís: Sin duda alguna, que el principal objetivo de la doctrina espirita es la redención de los espíritus a través de una realización consciente y continua, desechando el milagro de lo instantáneo. El espirita debe interesarse personalmente por su propio perfeccionamiento, en forma independiente, sin confiar ciegamente en los maestros o adoctrinadores. No basta tener la convicción de la inmortalidad del alma, pues debe observar su progreso y conversión a la moral superior del Cristo.
 
En consecuencia, ningún Código Moral o Tratado sobre el Espíritu Inmortal será más perfecto para la educación y libe­ración del espirita, de lo que es el Evangelio de Jesús, cuyas enseñanzas están exceptuadas de misterios o complejidades. De ahí, entonces, su afinidad con el Espiritismo, que también está desprovisto de liturgias, dogmas y "tabúes".
 
No se trata de un conjunto de preceptos para el uso ajeno, pues fueron creados por la convivencia personal de su propio autor. Jesús no estableció un culto ostensivo para Dios, ni pre­gonó a las multitudes diciendo que los sacerdotes tuvieran po­deres divinos, pero sí fue muy claro cuando dijo: "Quien quiera salvarse, tome su cruz y sígame". Fue una invitación directa y personal para cada hombre en su naturaleza física y capacidad espiritual.

Además, dio un toque divino para todas las situaciones y condiciones humanas infelices, creando la admirable disposición de transformar angustias, fracasos y desesperos en fuerzas vita­les, para alcanzar el camino del cielo. Mostró ante los ojos atónitos de los hombres, una nueva era y transformó dolores en bendiciones, vicisitudes en lecciones renovadoras, llantos, su­frimientos y aflicciones en ventura eterna. En vez de menospreciar la vida física, como si fuera un fardo indeseable o aconsejar la fuga del mundo para adherirse a la mística de la oración, enseñó el incalculable valor que posee el cuerpo carnal como instrumento necesario e imprescindible para alcanzar el perfeccionamiento del alma. Ningún suspiro, ninguna lágrima o dolor será perdido ante la magnanimidad del Señor de la Vida. Es evidente, entonces, que existe una perfecta armonía moral y espiritual en ambos casos, entre el Espiritismo y el Evangelio. Ambos piden la redención humana y valorizan la vida de la persona como un camino educativo, antes de ser una condición expiatoria o sufriente.
 
Pregunta: ¿De qué forma podríamos percibir la acción del Evangelio a través del Espiritismo y que éste, no estuviera im­pregnado de particularidades de la doctrina espirita?
Ramatís: El principal papel del Espiritismo es revelar a los hombres del presente, las condiciones superiores de la vida futura. Presenta, por lo tanto, el esquema de la acción humana del porvenir con los postulados morales, a ser admitidos hoy por los hombres. Ha de influir en todas las actividades, exponiendo derroteros sanos y de vida superior, no como una doctrina es­tática, de culto y sistema particularizado, sino, la vivencia incondicional en las relaciones de la vida en común.
 
El Espiritismo, es como una lámpara que tiene la función de iluminar a la humanidad y el Evangelio es combustible que lo alimenta en esa función superior. Sin embargo, el hombre no debe esperar la aproximación del Evangelio, sino, buscarlo por medio del constante ejercicio de los preceptos, que en él en­cierra y que es norma de vida superior. El Evangelio es una fuente creadora de hombres inusuales, justos, altruistas, humil­des, tiernos y pacíficos. Será el reino de los hombres santos o gigantes vencedores de sus pasiones, participantes de una civilización de la aristocracia espiritual, donde los brazos fuertes no esgrimen las armas de la muerte, pero que son el símbolo de la vida eterna y del Amor al Cristo.
 
Todos los problemas del mundo serán solucionados bajo la rectora ley del Evangelio, en una vida fecunda y sublime, de hombres que se alimentan del amor fraterno del Divino Maestro.
 
Pregunta: ¿No es suficiente el Evangelio, como un Código Moral y superior para la humanidad terrícola? ¿Es necesario que el Espiritismo lo divulgue por medio de sus actividades doctrinarias?
Ramatís: La doctrina espirita, por su elevado valor moral de función liberadora, es el intérprete de un mensaje de mayor valor, como lo es el Evangelio. Sin cultos externos, sin jerarquías sacerdotales y como doctrina universalista, es lógico, que le cabe difundir entre sus adeptos las enseñanzas del Maestro Jesús, exceptuadas de las deformaciones propias de los hombres, que acostumbran a regular las actividades religiosas conforme a sus intereses personales.
 
Pregunta: Sin embargo, existen los espiritas que se dedican exclusivamente al esclarecimiento científico de la doctrina ante la emotividad de la pregonación religiosa. Critican la divulga­ción de un Evangelio excesivamente lloroso, pero improductivo. ¿Cuál es vuestra opinión?
Ramatís: En realidad, hay exceso de melodrama y exhorta­ción lacrimosa de parte de ciertos evangelizadores espiritas, sin provecho alguno para alcanzar la transformación espiritual po­sitiva del hombre. Evangelizar, en verdad, no es exponer los conceptos de las parábolas a través de los suspiros, palabras entrecortadas y expresiones compungidas, cosa ésta que era más apropiada a las antiguas tragedias griegas.
 
Existen adoctrinadores espiritas que se dejan arrastrar por sus propias emociones, deslumbrados por el efecto "pirotécnico" de su oratoria al público. Aquí en el Espacio, muchos sermonistas y pregonadores famosos, de las más variadas sectas reli­giosas viven en estado de penuria, pues confundieron su exal­tación personal con la simplicidad elocuente del Evangelio. Des­de lo alto de los pulpitos, de las tribunas, de los estrados de las instituciones religiosas o espiritualistas, fascinaron, conmovieron, impresionaron e hipnotizaron al público por su elocuencia, me­morización de una fabulosa erudicción sobre conocimiento del texto del Evangelio de Jesús.
 
Sin dudas, que exaltaron en forma altilocuente la grandio­sidad, el poder y la fuerza del Evangelio, en verdaderos desafíos a las críticas de los adversarios obstinados. Terminaban sus prédicas y sermones bajo la apoteosis de las multitudes, y el público se sentía como pigmeo delante de esos gigantes de la palabra pródiga de metáforas, enriquecida por los floreos lite­rarios de un mundo transitorio, cuya elocuencia verbal exaltaba y enaltecía las sencillas y tranquilas palestras del Maestro Jesús.
 
Oradores poco comunes, pasaron por la Tierra como meteoros deslumbrantes, portando en su cola el acervo de las palabras y frases rebuscadas. Mientras tanto, todavía estaban apegados a la personalidad humana y bastante preocupada por el juzga­miento del público y el respeto a su talento y arte de la ora­toria. Muchas veces sacrificaron la claridad y la sencillez de los textos evangélicos, asfixiándolo bajo el torrente de adjetivos brillantes. Las ontologías del mundo aún divulgan en páginas seductoras el cántico de la oratoria de esos famosos oradores, destacándoles la erudicción y el poder hipnótico de la palabra. En realidad, hay mucha verba atrayente, pero nada dicen del contenido liberador del Evangelio. Las enseñanzas del amoroso Jesús, les sirvieron de trampolín para afirmarse en las glorias humanas.
 
Indudablemente, que hay razones para que algunos espiri­tas científicos deploren el compungimiento lagrimoso de ciertos evangelizadores, que verdaderamente se preocupan únicamente por la forma religiosa de la doctrina. Conforme conceptuó el propio Kardec, el "Espiritismo será científico o no sobrevivirá". En consecuencia, es una verdadera tontería intentar reproducir aquello que Jesús dijo de modo muy natural y sencillo, sobre­cargando con adornos improductivos, que por demás, evidencia el toque y el rebusque de las cosas del mundo transitorio en que vive el hombre; así también, por más vistoso que fuera el cofre, no logra aumentar el valor de las joyas preciosas que guarda.
 
No es necesario agregar para el público, nada que no sea la fiel interpretación del mensaje liberador que Jesús expuso al máximo con extrema sencillez, en su admirable Evangelio. El Evangelio, como método de vida sublime y regla del mundo angélico, es de un valor tan superior, que la más amplia eru­dicción y elocuencia humana jamás podría acrecentarle ningún valor adicional.
 
Ninguno se evangeliza prematuramente por el toque sobresaliente de los extraordinarios oradores, aunque sus palabras sean poéticas y seductoras. Es más convincente la moral y los sanos ejemplos personales del orador, que propaga el Evangelio, que su rebuscada elocuencia y erudicción sobre el público. Un gesto de irritación o sarcasmo, las palabras de las críticas anti-fraternas, pueden crear la desconfianza sobre el orador más famoso. Sin embargo, la benevolencia, la exhortación amiga y las palabras sencillas, el respeto y el buen juzgamiento, atraen e inspiran confianza en el peor orador del mundo.
 
Auto-evangelización no se pregona a los gritos, con modales teatralizados y altilocuencia de las explosiones emotivas. Los recursos de la erudicción del mundo, que más pueden agregar a los conceptos indestructibles y fáciles de comprender, como el "Amaos los unos a los otros, como os amo", o "Haced a los otros lo quisierais que os hagan". Ninguno puede agregar o quitar una coma en esas sentencias de liberación espiritual, pues Jesús, su autor, el más sabio de los hombres, enseñaba sin hacer grandes gestos o cualquier otra expresión que pudiera identificarlo con el hacer superficial del mundo.
 
Pregunta: Nosotros hemos escuchado a un famoso orador de la religión oficial, que en su vehemencia arremetía contra Allan Kardec, porque cometió censurable sacrilegio al introducir al Evangelio de Jesús a la doctrina espirita. ¿Qué opináis al respecto?
Ramatís: Allan Kardec, realmente fue quien aseguró defi­nitivamente, que "el Espiritismo contiene la misma moral enun­ciada por el Maestro Jesús". Eso implica una enorme respon­sabilidad para el codificador y sus adeptos espiritas, porque no es la doctrina espirita la que estatuyó una moral superior, puesto que desde el comienzo se había sometido incondicionalmente a los preceptos morales y evangélicos del Maestro Jesús. En consecuencia, Kardec subordinó la investigación y el saber del espirita a la moral orientadora del Cristo Jesús. Notable­mente inspirado, Kardec comprendió que no bastaría el cono­cimiento y la cultura del mundo para conseguir la metamorfosis del espíritu humano, pero sí, dependería fundamentalmente de su iluminación moral.
 
Cuando elaboró el "Evangelio según el Espiritismo", era su intención esclarecer a los espiritas, respecto a la sustancia moral del Evangelio de Jesús, desechando las interpretaciones  compungidas o de exagerado misticismo. Kardec expuso las ense­ñanzas del Divino Maestro como un "Código Moral" para vivirlo fuera de las discusiones e interpretaciones personales, basadas en la frialdad de la letra. Estaba por arriba de los sofismas, de la dialéctica discutible, de la cronología de los acontecimientos y de los aspectos psicológicos de razas o credos, él se preocupaba fundamentalmente con la fuerza positiva y moral, que las en­señanzas de Jesús deberían ejercer en los hombres. En vez de adoptar el Evangelio como un repositorio de fe o mística, de uso exclusivo para lo religioso, prefirió orientar al hombre en la vida profana.
 
El codificador, no cometió ninguna falta al conjugar el Evan­gelio como una disciplina moral para los espiritas, pues no enmendó ningún precepto bajo su interpretación personal, tam­poco discutió la configuración ni las bases de las fórmulas evan­gélicas. Extrajo el espíritu de las enseñanzas cristianas para ofrecerlo límpidamente al entendimiento de los hombres de buena voluntad. Espíritu sensato y humilde, Allan Kardec pre­firió el yugo suave del Evangelio de Jesús para consolidar el "Código de la Moral Espirita", en vez de componer un acervo de máximas o preceptos morales, brillantes y seleccionados por su elevado nivel intelectual, pero que no tendría la fuerza re­dentora y consagrada por el sacrificio mesiánico del Maestro en la cruz. El Evangelio era el intermediario de lo Alto, indis­cutible y estatuido para el bien de la humanidad. Criticar el espíritu del Evangelio, sería la estigmatización de la inmoral. Aún más, el codificador rechazó los recursos que le brin­daba la fuente religiosa y moral del espiritualismo de Oriente e incorporó al Espiritismo la esencia del Cristianismo, divulgado por los apóstoles y consolidado por la sangre de los mártires cristianos.
 
Aunque el Espiritismo asiente sus bases en la revelación expuesta por las filosofías de Oriente, Allan Kardec abandonó la ética de los Vedas, el convincente contenido moral de Buda, las reglas disciplinadas de Krisna, los severos preceptos de Zoroastro y Confucio, prefiriendo las sencillas enseñanzas vividas por Jesús y perfectamente electa a la simplicidad y claridad de la doctrina espirita.