«Hombre, conócete a ti mismo» por el Amado Maestro Kuthumi
A los Hombres y a las Mujeres de FE:

El pequeño niño ha nacido. Su vida comienza y avanza. ¿De qué está constituido? ¿De ideas? ¿Las ideas de quién? ¿Las suyas? ¿Las de Dios? ¿Las del Mundo? Partiendo de muchas ideas se forma la persona externa « ¿Qué es el hombre, para que tenga de él memoria, y el hijo del hombre, para  que lo visites?».

El hombre tiene muchos amos de los que se pueda decir, «No tendrás dioses ajenos delante de mí». Estos soberanos de lo profundo están incorporados de tal forma en la conciencia y en la existencia misma de la persona que su influencia es al mismo tiempo sutil y evidente. Por ejemplo, cuando los registros kármicos no son benignos, se convierten en una fuerza opositora, en un dios amenazante al que hay que enfrentarse. El hombre siembra; también tiene que segar.

Aunque los Señores del Karma, pretenden que toda experiencia que se adjudique kármaticamente a la humanidad depare las mejores enseñanzas, el hecho es que en ocasiones los golpes del «destino» -que son en realidad manifestaciones de la ley cósmica en funcionamiento- llevan a un estado muy bajo (aparentemente sin propósito alguno) a individuos que anhelan mejorar. Se escucha entonces el grito de « ¿Por qué?» Sin embargo, lo que se necesita es una perspectiva fuera del ser, un punto de vista objetivo de la persona humana.

Los hombres deben observar al ser externo desde lejos para que puedan ser objetivos al analizar el drama de la existencia. El karma negativo no debe convertirse en un amo. El hombre debería aprender a gobernar su karma mediante la comprensión de sí mismo. Obviamente está ahí, es un hecho. No es posible dejarlo completamente, puesto que él lo ha creado.

Os dejamos con este pensamiento un momento para que podamos continuar con otro asunto que es la acumulación dentro del ser de una resistencia a las fuerzas opuestas que se manifiestan en la sociedad en general y en el mundo del individuo. A este respecto hablaremos también del deseo del hombre de controlar a otros, de su deseo de dominar, de su voluntad de regir incluso donde encuentra oposición. Y ahora vemos que hay muchos dioses y muchos señores, pero el hombre que verdaderamente va a comprender a sí mismo no debe estar sujeto a ninguno de ellos.

El hombre ha nacido para gobernar, pero debe primero gobernarse así mismo. Debe disciplinar sus deseos y ejercitar los músculos del autocontrol. Si no puede hacer esto por sí mismo, tiene el derecho de buscar la ayuda divina. No está solo. Es una unidad en una diversidad que a su vez está sostenida dentro de una unidad.

Volviendo de nuevo a la idea de dios kármico en sus aspectos negativos, señalaríamos que uno debe aprender a vivir con aquello que no puede cambiar. Y se debe recordar que la intercesión de la misericordia siempre una posibilidad para el alma que en verdad desea servir a la causa y que al hacerlo se libera de los embrollos de su karma.

Dios está siempre dispuesto y pronto a ayudar. La afirmación de Jesús a Saulo de Tarso, «dura cosa te es dar coces contra el aguijón», revela el hecho de que cuando la verdad viviente se manifiesta por primera vez a la consciencia humana, puede parecer una cosa dura y el camino difícil. Todas las fuerzas del universo parecen oponerse a la vida del Divino infante. Es como si los Herodes del mundo estuviesen mandando soldados a matar brutalmente a los inocentes Cristos jóvenes que emergen de los densos dominios de la persona.

Sin embargo, no debe permitirse que las luchas contra el karma venzan al ser o lo llenen de amargura, como ciertos individuos llevados a la soledad de la timidez quienes, sufriendo los tormentos de la inferioridad, tratan de flagelar al mundo, arremeter y vencer de una manera terrenal a esos «oponentes» de su propia existencia. Recordemos las palabras « todo es vanidad y aflicción del espíritu». Pero éste no es él propósito de la vida. El hombre debe conocerse a sí mismo verdaderamente, no como registro kármico, sino como un ser divino.

Llegamos, entonces al dios de la oposición. El mundo parece contener en sí mismo las semillas mismas de oposición al logro de toda cosa buena. Todos los que elevan encuentran oposición, y a veces nosotros nos preguntamos si la oposición en sí misma no es el acicate que engendra la fuerza para la realización. No obstante, el hombre no debe estar sujeto a una abrumadora sensación de la oposición del mundo. Estos dioses impuestos deben ser destronados no por la razón humana, sino por la razón sagrada y por una inteligencia purificadora. Si la superficie del ídolo es escabrosa, entonces esa superficie escabrosa proporcionará un punto de apoyo para lo escalada,

Y respecto al deseo de dominar a otros, esto debe ser reconocido como una de las más peligrosas enfermedades del ego. Sólo con las alas de la verdadera individualidad puede el hombre alcanzar en realidad logros, y cuando lo hace así, se convierte en un poder de buen ejemplo en el universo al que todos pueden seguir. Como el Maestro Jesús, tan amorosamente dijo: «De cierto de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre». A medida que el alma se eleva hacia Dios, se convierte en una luminaria que inspira a otras vidas a ver su estrella, a absorber la luz, a ser poseídos por la luz, a ser luz, a exaltar y a ser exaltados. Esto es control Divino de maestro ascendido al cual moviliza el bien en toda vida a través del individuo que ha alcanzado la automaestría.

Como tiembla el hombre al borde de la autodestrucción. Realmente, ¡cómo tiembla cuando está al borde de la auto exaltación! Los pequeños hijos de Dios, deben aprender a no temer, puesto que los pasos naturales hacia el logro universal se desarrollan dentro del dominio del Yo interno. Es sólo el yo externo el que tiembla, como se ha dicho: «También los demonios creen y tiemblan». Sin embargo, el hombre no es un demonio (mal deificado)»; fue creado un poco inferior a los ángeles y cuando se le encuentre como vencedor será coronado con más gloria y honra.

El yo ha de ser descubierto. Si un hombre pierde su vida «por causa de mí», el hecho de que la halle de nuevo debe ser comprendido  por él como la verdad eterna que no puede ser negada. Él no es la pequeña persona que parece ser. Es la gran persona (el hijo puro) que Dios, creó para que fuese así. Pero la capa –la pátina de lodo, de suciedad humana, de degradación y de polvo que cubre la tierra- debe ser eliminada por el poder purificador del espíritu Santo, por el lavado de las aguas de la Palabra viviente que hace que todas las cosas sean reales.

Entonces, debe reconstruir sobre la piedra del altar el cimiento de la verdad y de la realidad de la perfección que se encuentra derribada. En su búsqueda de lo real, el hombre puede, si así lo desea, explorar el mundo de lo irreal. Pero la mera comprensión de lo que no es real no le llevará necesariamente a una concepción de lo que es real. Dios, parece estar muy lejano para algunos, pero cuando ellos se acercan a él y él se acerca a ellos, el consuelo del espíritu Santo se manifiesta en el gozo del descubrimiento.

La religión se le ha presentado al hombre como la panacea para todas las desgracias. La religión formal no es la respuesta, sino la realidad de Dios, que originalmente invistió de inocencia al hombre. Una vez más debe vestirse uno de esta pureza que es la verdadera identidad del hombre real, y despojarse del hombre viejo con su falsedad y su deshonra. Éste no es tan sólo un asunto de secta o de filosofía, es más que eso. Es la actualización viviente de la verdad y del ser, el ser que se niega aceptar los moldes de la complacencia, de la degeneración, de la muerte, que reconoce que el último enemigo que es la muerte será destruido junto con todos los otros enemigos menores que buscan destruir la realidad de la persona.

Las falsas realidades deben desaparecer, tienen que ser vencidas, tienen que ser reconocidas por lo que son: enemigos de la Persona real. Estas falsas realidades no sólo están al acecho en el exterior con el propósito de dilapidar la substancia del alma, sino que también se establecen dentro de los dominios de la conciencia individual. Esa discordia que está en el exterior es atraída hacia el ser porque la razón ya ha sido destronada en el interior y el hombre vive ignorante de su gran misión.

Al volver a la razón, al comenzar el proceso de redescubrirse a sí mismo, desaparece gran parte del sentido de lucha y la experiencia se ve como el pasar de las páginas de un gran libro de la realidad conocida. Él debe ascender, pero el cómo, el porqué y el cuándo no siempre son explicados, a entera satisfacción de uno. Él gran imán universal – por medio del hambre del alma y de su creencia sutil en la realidad, por su majestad interna- hace un llamado al ser que vive dentro de la mortaja de la personalidad humana.

Verdaderamente las palabras «Hombre, conócete a ti mismo» lo conducen hacia adelante y hacia arriba, hacia la luz.

Radiantemente, YO SOY vuestro hermano mayor,
Kuthumi