El orgullo espiritual no se distingue de ningún otro orgullo sino en una cosa: el enfoque, porque tiene una matiz de espiritualidad. Alrededor de esa apariencia gira siempre la actuación del individuo.

Hay que diferenciar al orgulloso del vanidoso, pues esas dos condiciones se confunden a veces. El individuo orgulloso no hace alardes de superioridad alguna por sí mismo; pero quiere que los demás lo consideren superior, destacado e importante. Se siente seguro de lo que es y desea, procede en forma discreta; aunque cree que vale mucho y sus méritos lo deben reconocer quienes lo rodean. Muestra cierta arrogancia impositiva pues, además del afán por destacar, le gusta hacerse obedecer, que lo respeten, que se cumpla su voluntad. Es egoísta, pero no lo sabe ni lo quiere reconocer. Le encanta tener siervos alrededor, que lo admiren y le vanaglorien. La arrogancia lo distingue a donde quiera que vaya. Ansía poderío pero, cuando está muy encumbrado, se vuelve un tirano. Si tiene orgullo muy subido, eso desemboca en arrogante despotismo.

El vanidoso, por el contrario, es una persona insegura que ha sufrido algún marginamiento en cuanto a falta de valoración se refiere. Por ello, trata de compensar, de resaltar, que todos lo admiren. Alardea siempre de lo que es y tiene; sobre todo, de sus posesiones materiales. Está tan hinchado de sí mismo que puede ser comparado con el pavo real, animal que se expande en grandeza para mostrar a todas sus maravillosas plumas multicolores, tan resplandecientes.

A veces, la necia vanidad se asocia con el orgullo, porque hay personas que tienen las dos cosas: Son vanidosamente arrogantes. A cada rato, hacen alardes de superioridad, lo cual constituye un solo proceder diversificado muy personal, que los distingue.

Ninguna clase de orgullo es bueno ni beneficioso para nadie. Está el orgullo social por pertenecer a una familia prestigiosa y adinerada, el orgullo intelectual por destacar en inteligencia y tener títulos universitarios, por ser un profesional reconocido; el orgullo de belleza física, el que da la posesión de dinero, el orgullo de clase social, el orgullo racial y muchos más; pero, en este caso, nos referimos al orgullo espiritual.

Los orgullosos se comportan con arrogancia y menosprecian a los demás, los ven inferiores. Hablan generalmente poco; pero se disgustan cuando no les reconocen sus méritos. En cambio, el vanidoso habla demasiado y siempre está haciendo alardes de lo que vale, de lo que posee. Sus conversaciones giran alrededor de él mismo de todo lo que pasa. Le gusta estar rodeado de amigos y aduladores. El orgulloso es amigo de otras personas mientras se ve reconocido, obedecen sus órdenes, lo tienen en cuenta, pues nunca se quiere ver marginado ni ignorado.

Hasta aquí, llega el orgullo común generalizado; pero el orgullo espiritual tiene algunas peculiaridades. Las personas atacadas por esa especie de enfermedad se estancan en su evolución; por lo tanto, no avanzan espiritualmente porque le dieron el mando a su personalidad. Al creerse superiores, menosprecian y rebajan a los demás, lo cual viene siendo una falta de amor que genera karma para un futuro.

El orgulloso es persona de pocas palabras porque, aunque se cree muy grande e importante, no se molesta en decirlo pues quiere que los demás lo adivinen, lo reconozcan, lo admiren. Con su proceder, va creando una especie de tenebroso respeto a su alrededor que produce distanciamiento. Por eso, frecuentemente, está solo ya que no es muy magnético en las relaciones sociales. Tiende al liderazgo, pero no canaliza bien esa cualidad debido a la altivez que lo distingue.

Toda clase de orgullo produce estancamiento espiritual en el sentido de que la persona no avanza internamente, porque detiene su crecimiento y se queda con el egoísmo de su aparente superioridad.

La confusión acompaña a los líderes desviados, servidores de la Otra Polaridad. Consciente o inconscientemente, se asocian con lo psíquico y enredan en eso a sus discípulos. Generalmente, además de proceder por importancia personal y deseos de ser admirados, los mueve también el afán de lucro. Aman el dinero, aunque suelen disimularlo bastante. Fingen humildad, se disfrazan de Amor Divino. Sus adoradores veneran cada una de sus palabras como si procedieran de la más alta inteligencia; pero esos líderes, de sabios no tienen nada. Son simples loros repitiendo lo que han leído aquí y allá. Gustan mucho de hacer mezcolanzas extrañas sobre todo, con el nivel religioso y se hacen pasar por una especie de papas modernos de gurús sobresalientes que vienen de la India, de Egipto, de sitios resaltantes en el antiguo esoterismo. Ellos quieren notoriedad y dinero, sentirse importantes.

Con frecuencia, los líderes de espiritualidad desviada escriben libros por su propia cuenta, de enredo, confusión y tergiversación, que están llenos de filosofías altisonantes inventadas por su intelecto.

Para que los crean y los sigan, se apoderan del nombre de algún dirigente espiritual correcto, que sea muy respetuoso y lo exhiben como bandera, lo mencionan continuamente. Eso se llama robar los méritos ajenos para apoyarse en lo que otros construyeron. Generalmente, las multitudes que buscan la espiritualidad con apuro, superficialmente, caen en la trampa y no se dan cuenta de la diferencia; por consiguiente, los libros de esos seres se expanden por el mundo. Son los que tuercen la Verdad y hacen perder el tiempo, además de causar daño en las conciencias por las mentiras disfrazadas de luz que propagan. Podrían ser llamados, esos seres, delincuentes espirituales. Nada beneficioso trae la amistad, el acercamiento a esas personas.

Cada río tiene su propio cause por donde correr.

El orgullo espiritual no ataca sólo a los dirigentes sino que también puede surgir en algún estudiante de la Luz que no esté alerta, se confunda y así lo permita. Esto suele suceder cuando hay cierto adelanto interno y alguien lo admira, lo encumbra, ¿Qué pasa entonces? Las rosa de la espiritualidad se cierra, la personalidad toma el mando porque hay bloqueo interno. El alumno puede, entonces, entrar en confusión y desviarse de la luz, inclinarse por escuelas de esoterismo externo equivocado, que muchas hay por el mundo, y estancarse en su evolución personal.
Algunos de estos líderes ya traen el orgullo espiritual y no se molestan en tomar tiempo para quitárselo; otros, como se creen muy superiores, menosprecian la enseñanza. Es poca cosa y muy simple –dicen- Debieran proyectar una espiritualidad más alta, explicar cómo desarrollar poderes por ejemplo: hacer viajes astrales, subir el Kundalini, caer en trance, curar con las manos, el domino mental a distancia, la respiración alternativa, algo de mayor superioridad y misterio.

Nosotros guardamos silencio y los dejamos pensar a su manera. Justamente todo eso que enumeran es lo que hacen las escuelas esotéricas desviadas, teñidas de intelectualidad y psiquismo. Para avanzar realmente hay que ir despacio, con los pies muy firmes, no enredarse en las malezas del camino. Por ello, dejamos a un lado el sensacionalismo de las apariencias deslumbrantes que dan poder a lo externo y alejan de la Verdad. Un sabio principio esotérico dice: «Cuando el alumno está listo, aparecerá el maestro. Por supuesto, esto se refiere al maestro interno».

Los líderes de la falsa espiritualidad gustan de resaltar la importancia personal con ropas raras de antiguos tiempos como túnicas, cruces, hacen ceremonias, tratan de impresionar. Nunca se presentan sencillamente y el lugar que eligen para sus conferencias es también de prestigio, de lujo. La sencillez, la afable naturalidad no va con ellos, pues carecen de humildad; aunque mucho hablan de ella. Son los que la biblia llama “falsos profetas” y siempre, tratan de impresionar.


AML/ae/pch


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"Que el Gran AMOR Infinito de el DIOS UNO Padre-Madre te envuelvan en la Suprema LUZ Divina. "