DISCERNIMIENTO
Una de las facultades desarrolladas por el espíritu a lo largo de se entera existencia es la valiosa cuanto apreciada virtud del discernimiento activo en el ser humano.
Podemos distinguir entre el bien y el mal; podemos comprender casi todos los problemas de nuestra vida material; podemos guiar a quien sabe menos que nosotros; podemos usar nuestra razón para escoger de lo malo, lo bueno y de lo bueno lo mejor; todo debido al poder inapreciado del discernimiento que nos guía en los mencionados y mil otros tantos casos en que el hombre superándose a sí mismo, decide por su voluntad qué es lo conveniente o lo inconveniente.
Es el discernimiento pues una facultad del espíritu que tiene tantas adjuntas que sería imposible poderlas enumerar a medias, no digamos todas completas ya que no son conocidas muy someramente algunas de sus ad-circunstancias, cualidades y derivados. Y si tenemos la inmensa como la atesorada cualidad del discernimiento y la usamos a diario en cosas baladíes, ¿por qué entonces no podemos discernir cual es el camino que debemos tomar en lo tocante a nuestros estudios espirituales, morales, culturales y de índole superadora? Tenemos embotada esa facultad de discernir y aceptarnos como bueno lo que la tradición nos da a conocer con todos los prejuicios y ruindades de aquello que se relata pero que se desconoce y no se da testimonio fehaciente, se dice, se cuenta, se riega de boca en boca la tradición ridícula e ignorante y nosotros aceptamos como fiel y legítima cuando si nos tomáramos la molestia de usar nuestro discernimiento veríamos que no aguanta siquiera que le hundamos la uña de nuestro dedo meñique en la piel a la burda tradición, porque le brota el cobre apestoso de la mentira, el milagro, el fraude, el misterio y por lo mismo el engaño.
Cuantas cosas descubriríamos si usáramos esa facultad del espíritu que se llama discernimiento y que es una cualidad ingente en el ser humano. Pero la tenemos como un tesoro enterrado en las reconditeces de nuestra alma, la hemos abandonado siendo tan valiosa y se ha enmohecido; ya no da chispa, está apagado el discernimiento y vamos camino abajo con el montón de seres que aunque caminan en dos pies es dudoso que sean seres humanos, aunque es seguro que teniendo un espíritu humano, si son humanos muy a su pesar y de su tradición e ignorancia y malicia astuta que aprovecha al insensato para lucrarlo y dejarlo defraudado al final.
Discernir es atributo del ser humano y es el único medio por el cual nos es permitido poder en ejercicio la fricción de nuestras ideas produciendo luz que en ese divino enganche o mezcla de espíritu y cuerpo, da como resultante la escogencia del sendero o el aprovechamiento del residuo allegado con la evolución de las mismas ideas que al final muestran el camino abierto a quien sabe discernir y desechar lo que no resiste el examen frío de la razón filosófica que no admite sofismas, ni malicia, es fría, inclemente y sabia por su amor a la verdad.
Cuando podamos usar nuestro discernimiento, podremos lanzar muy lejos todos los misterios; los dogmas que son materia muerta para quien piensa; los ritos insensatos y vulgares de las religiones paganas o mezcladas de paganismos; los vicios sectarios de ramificaciones de las religiones mayores que con la mejor buena fe, pero sin discernimiento, todavía le sirven de puntales para el sostenimiento de su negocio rutinario. Debemos tratar todos los días de discernir antes de aceptar cualquier punto que se nos presente, aprendiendo a usar nuestra razón como escudo racional que nos dé pauta, y muestre senderos. Ya no estamos en los tiempos que con ofertas a largo o corto plazo de cielos o infiernos, nos hacían gozar o temblar de horror al olor del azufre o al quietismo de un limbo de donde hay muchos hermanos que no han salido ni saldrán jamás, pero por su propio gusto y placer según que usen o no su propio discernimiento.
Hay miles de caminos y vericuetos donde poder extraviarse durante la jornada de una vida material, pero el Padre Creador, en su infinita Sabiduría, marcó el Progreso como única senda hacia Él, y entre las multitudes facultades defensivas con que cuenta el espíritu está bellísima amiga del ser humano que con solo poner en juego sus resortes e ideas, da como chorro de agua fresca la solución a quién sabe discernir con justeza y libre de prejuicios que lo hagan girar dentro de un círculo vicioso. Porque todos pensamos que lo que hemos dispuesto hacer es el resultado de nuestro discernimiento pero en la mayoría de los casos, mirando a través de un cristal manchado y opaco, no podemos ver más que manchas y obscuridad y nos hacemos los niños ignorantes y aceptamos cualquier solución que favorezca nuestros intereses materiales perentorios y creemos quedar satisfechos con lo resuelto aunque sólo estamos engañándonos nosotros mismos, placer que nos deleite más de la cuenta y el cual practicamos a menudo. Discernir usando nuestro intelecto para lograr la aparición de resoluciones que vayan a tomarse aunque sacrifiquen nuestros gustos e interese; aceptar como buenas aquellas decisiones que no nos favorezcan más que en hacernos justos consigo mismos, y sepamos tomar aunque sea con esfuerzo los tragos amargos de una disposición que aceptamos con justicia de necesidad, eso es discernir, como un ser humano debe hacerlo. Pero el hombre-niño, que se atemoriza de su propia sombra y que cree que está discerniendo cuando solo acepta sus mismas y propias decisiones que satisfacen sus vicios y favorecen sus intereses, y dan placer a su carne, ese es un esbozo de hombre que fingiendo ejercitar el discernimiento acepta mentiras, le satisfacen hipocresías, y el mismo es un renegado de su ser.
JMB/pch/Comentarios Espiritistas
Una de las facultades desarrolladas por el espíritu a lo largo de se entera existencia es la valiosa cuanto apreciada virtud del discernimiento activo en el ser humano.
Podemos distinguir entre el bien y el mal; podemos comprender casi todos los problemas de nuestra vida material; podemos guiar a quien sabe menos que nosotros; podemos usar nuestra razón para escoger de lo malo, lo bueno y de lo bueno lo mejor; todo debido al poder inapreciado del discernimiento que nos guía en los mencionados y mil otros tantos casos en que el hombre superándose a sí mismo, decide por su voluntad qué es lo conveniente o lo inconveniente.
Es el discernimiento pues una facultad del espíritu que tiene tantas adjuntas que sería imposible poderlas enumerar a medias, no digamos todas completas ya que no son conocidas muy someramente algunas de sus ad-circunstancias, cualidades y derivados. Y si tenemos la inmensa como la atesorada cualidad del discernimiento y la usamos a diario en cosas baladíes, ¿por qué entonces no podemos discernir cual es el camino que debemos tomar en lo tocante a nuestros estudios espirituales, morales, culturales y de índole superadora? Tenemos embotada esa facultad de discernir y aceptarnos como bueno lo que la tradición nos da a conocer con todos los prejuicios y ruindades de aquello que se relata pero que se desconoce y no se da testimonio fehaciente, se dice, se cuenta, se riega de boca en boca la tradición ridícula e ignorante y nosotros aceptamos como fiel y legítima cuando si nos tomáramos la molestia de usar nuestro discernimiento veríamos que no aguanta siquiera que le hundamos la uña de nuestro dedo meñique en la piel a la burda tradición, porque le brota el cobre apestoso de la mentira, el milagro, el fraude, el misterio y por lo mismo el engaño.
Cuantas cosas descubriríamos si usáramos esa facultad del espíritu que se llama discernimiento y que es una cualidad ingente en el ser humano. Pero la tenemos como un tesoro enterrado en las reconditeces de nuestra alma, la hemos abandonado siendo tan valiosa y se ha enmohecido; ya no da chispa, está apagado el discernimiento y vamos camino abajo con el montón de seres que aunque caminan en dos pies es dudoso que sean seres humanos, aunque es seguro que teniendo un espíritu humano, si son humanos muy a su pesar y de su tradición e ignorancia y malicia astuta que aprovecha al insensato para lucrarlo y dejarlo defraudado al final.
Discernir es atributo del ser humano y es el único medio por el cual nos es permitido poder en ejercicio la fricción de nuestras ideas produciendo luz que en ese divino enganche o mezcla de espíritu y cuerpo, da como resultante la escogencia del sendero o el aprovechamiento del residuo allegado con la evolución de las mismas ideas que al final muestran el camino abierto a quien sabe discernir y desechar lo que no resiste el examen frío de la razón filosófica que no admite sofismas, ni malicia, es fría, inclemente y sabia por su amor a la verdad.
Cuando podamos usar nuestro discernimiento, podremos lanzar muy lejos todos los misterios; los dogmas que son materia muerta para quien piensa; los ritos insensatos y vulgares de las religiones paganas o mezcladas de paganismos; los vicios sectarios de ramificaciones de las religiones mayores que con la mejor buena fe, pero sin discernimiento, todavía le sirven de puntales para el sostenimiento de su negocio rutinario. Debemos tratar todos los días de discernir antes de aceptar cualquier punto que se nos presente, aprendiendo a usar nuestra razón como escudo racional que nos dé pauta, y muestre senderos. Ya no estamos en los tiempos que con ofertas a largo o corto plazo de cielos o infiernos, nos hacían gozar o temblar de horror al olor del azufre o al quietismo de un limbo de donde hay muchos hermanos que no han salido ni saldrán jamás, pero por su propio gusto y placer según que usen o no su propio discernimiento.
Hay miles de caminos y vericuetos donde poder extraviarse durante la jornada de una vida material, pero el Padre Creador, en su infinita Sabiduría, marcó el Progreso como única senda hacia Él, y entre las multitudes facultades defensivas con que cuenta el espíritu está bellísima amiga del ser humano que con solo poner en juego sus resortes e ideas, da como chorro de agua fresca la solución a quién sabe discernir con justeza y libre de prejuicios que lo hagan girar dentro de un círculo vicioso. Porque todos pensamos que lo que hemos dispuesto hacer es el resultado de nuestro discernimiento pero en la mayoría de los casos, mirando a través de un cristal manchado y opaco, no podemos ver más que manchas y obscuridad y nos hacemos los niños ignorantes y aceptamos cualquier solución que favorezca nuestros intereses materiales perentorios y creemos quedar satisfechos con lo resuelto aunque sólo estamos engañándonos nosotros mismos, placer que nos deleite más de la cuenta y el cual practicamos a menudo. Discernir usando nuestro intelecto para lograr la aparición de resoluciones que vayan a tomarse aunque sacrifiquen nuestros gustos e interese; aceptar como buenas aquellas decisiones que no nos favorezcan más que en hacernos justos consigo mismos, y sepamos tomar aunque sea con esfuerzo los tragos amargos de una disposición que aceptamos con justicia de necesidad, eso es discernir, como un ser humano debe hacerlo. Pero el hombre-niño, que se atemoriza de su propia sombra y que cree que está discerniendo cuando solo acepta sus mismas y propias decisiones que satisfacen sus vicios y favorecen sus intereses, y dan placer a su carne, ese es un esbozo de hombre que fingiendo ejercitar el discernimiento acepta mentiras, le satisfacen hipocresías, y el mismo es un renegado de su ser.
JMB/pch/Comentarios Espiritistas